"Imaginemos dos hermanas. La mayor es muy bonita, muy bella, muy sexy, los chicos la siguen, la asedian. Y está la hermana menor. La hermana menor no sabe cómo es. No sabe si ella es bonita. Su único referente es la hermana mayor. Piensa que si se parece a la hermana mayor va a tener éxito en la vida. Se niega a mirarse en el espejo y trata de imitar a la hermana mayor. Trata de peinarse como ella, de vestirse como ella, de pintarse como ella... hasta que se da cuenta de que no, que eso no va, que no consigue el mismo éxito porque la hermana mayor es lo que es mientras que ella quiere ser algo que no es. Y recién entonces empieza a verse y a tratar de saber cómo es".

Con esta fábula o alegoría de las dos hermanas, el poeta e historiador de la literatura santafesina Eduardo D'Anna resumió lo que para él es una respuesta posible al ninguneo de la literatura rosarina por los rosarinos. Por supuesto, la hermana mayor es Buenos Aires.

Así dio comienzo el jueves la Feria del Libro en el en el Centro Cultural Fontanarrosa (San Martín 1080), con la presentación del libro La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico, de Eduardo D'Anna. Luego de unas palabras por el Secretario de Industrias Culturales del Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe Pedro Cantini, el autor dialogó con Bernardo Maison, a quien le agradeció "haber leído todo el libro". Nada más oportuno para comenzar la Feria que las preguntas suscitadas por este libro, publicado por Espacio Santafesino Ediciones como edición digital al cuidado de Agustín Alzari y Ernesto Inouye, y que se puede leer gratis en línea o descargar gratuitamente desde la página "Ediciones" del sitio http://www.espaciosantafesino.gob.ar/.

Ante la pregunta de siempre, si existe una literatura rosarina, D'Anna advierte que es parte de la literatura santafesina, la cual a su vez no puede pensarse como literatura autónoma ni aislada del corpus de la literatura argentina. El jueves, recordó cómo en sus investigaciones iniciales sobre la literatura de Rosario (a la que dedicó en 2007 Capital de nada) se sorprendió ante la cantidad y calidad de obras producidas en el ambiente literario local de los años '40, al que su madre "frecuentaba tenuemente". Todo había caído en el olvido. "Ni idea de la riqueza literaria que había en los '20, de la que había a principios de siglo; nada que ver con una sociedad provinciana. Fue como excavar Pompeya: apareció una ciudad entera".

"¿Por qué a estos autores que representaban la ciudad, la ciudad no les daba bola? ¿Éramos todos masoquistas? ¿Qué pasa? En Santa Fe (capital) se recordaba, se republicaba, se le daba cierta difusión local a los autores del lugar, bien que como autores kelper, pero en Rosario no se les daba bolilla, no se los remeditaba, no se los recordaba, no es que se los consideraba kelper sino que directamente se los negaba, se los olvidaba. Una negación feroz". Para peor, fuera de Santa Fe eran conocidos muy pocos escritores de la provincia, "siendo que existen autores como Angélica Gorodischer o el Negro Fontanarrosa; todo esto me llevó a preguntarme por qué, y la mejor manera de responder era intentar elaborar una historia", resumió.

Como orador, D'Anna domina el arte de la provocación cómica; como escritor, el del humor sutil, que elige sin énfasis de entre la masa de datos el detalle enternecedor. Por ejemplo, sobre un escritor de la época colonial consigna de primera fuente que había dejado de asistir a las reuniones del cabildo porque sus achaques le impedían ya ponerse la peluca. Esas perlitas le dan a su obra como historiador un interesante tono conversacional bastante cercano al de su poesía.

"A los santafesinos que están acá, que deben ser el 99 por ciento, digo santafesinos de la provincia de Santa Fe, esto que voy a decir ahora les va a sonar como una herejía: Rosario pertenece a la provincia de Santa Fe", disparó ante un auditorio escaso pero atento. "Es un hecho que tanto los rosarinos como los santafesinos de la ciudad de Santa Fe quieren olvidar, por diferentes razones" Razones económicas, políticas, históricas, que D'Anna explora en un libro que es una aventura de descubrimiento, tanto al escribirlo como al leerlo.

Al leerlo nos enteramos de que Monsieur Jacquin (1956), poemario que José Pedroni dedica al centenario de la fundación de Esperanza, la primera colonia agrícola de la provincia, no lleva por título el apellido de un personaje mítico sino el de Henri Jacquin, "un carpintero solitario que dedicaba su ratos libres a escribirle poemas en su francés natal a su novia Melanie, que estaba por venir de Europa". También en francés retrató las costumbres de Santa Fe capital la escritora suiza Lina Beck‑Bernard, especialista en derecho penal y esposa del fundador de la colonia San Carlos, que publicó en Francia y no empezó a leerse como literatura santafesina hasta que se tradujo.

Las mujeres, tanto señoras de la alta sociedad con tiempo libre como las primeras maestras normales, prevalecieron durante los siglos XIX y XX en la literatura de una región donde los hombres, ocupados en negocios o en política, dejaban de lado sus "veleidades" al recibirse. Las biografías de Mercedes Pujato Crespo (quien "empieza a publicar poemas en 1899 con el seudónimo Reina Topacio"), Celestina Funes, Aquilina Vidal y Ángela Geneyro preceden a las de Emilia Bertolé o Beatriz Vallejos. Es bueno cruzar datos con otros investigadores. Para D'Anna, fue la presencia de Emilio Ortiz Grognet la que convirtió al bar Cifré en un centro literario. Arnoldo Gualino, en su biografía online del pintor César Caggiano, consigna entre los contertulios del Cifré de Rosario a los poetas Domingo Fontanarrosa y Abel Rodríguez. Abarcando el presente, este análisis histórico llega hasta el 2016.