El jueves pasado, si bien esto no consta en otro dispositivo de registro más que en la memoria de la cronista, la sala B del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa olía a humo de tabaco. Era un efluvio sutil. No es que nadie estuviera desafiando la prohibición de fumar, sino que el aroma parecía más bien emanar suavemente de los abrigos, leves aún en el último día clemente de este otoño. Día que fue el elegido para que el sociólogo, ensayista y profesor universitario Horacio González viniera a la Feria del Libro a presentar su libro "La Argentina manuscrita. La cautiva en la conciencia nacional" (Colihue).

La presentación fue la excusa para el reencuentro con sus afectos en esta ciudad y con sus dos presentadores amigos de la UNR, los profesores Jorge Testero y Roberto Retamoso, que desplegaron con gran claridad expositiva los temas de su libro. (Uno de los oradores desgranó una curiosidad: "Argentina" es sinónimo de "Estrasburgo", ambos topónimos significan "ciudad de plata"). El autor se explayó sobre los temas del presente con los que dialoga. Los muchos que escucharon su alocución de casi cuarenta minutos, que no aburrió un solo segundo, salieron pensando que no por nada González fue director de la Biblioteca Argentina una década, cargo que alguna vez ocupó Borges. Su forma de leer la tradición literaria en profundidad, hasta el hueso del mito clásico, lo emparienta al autor de "La intrusa".

Además, la relación que traza González entre literatura y vida es una ruta de doble vía. En sus contratapas para Página/12, lee la figura de "los Ellos" (invasores ET de la historieta "El Eternauta", de Oesterheld y Solano López) al trasluz de "la plaza del Congreso artillada" en un diciembre nefasto; o, en el mismo verano, acusa "a quien enclaustra lo popular en una botella de plástico cortada por la mitad con vino adentro" de olvidar "que otros pueblos se organizaron alrededor del culto báquico". Una hora antes de la presentación, en la confortable oficina de producción a la que cariñosamente los trabajadores de la Feria del Libro apodaron "el bunker", Horacio González dio una entrevista a Rosario/12. Van algunos extractos.

-‑ ¿Cuál es en su obra la relación entre mito, literatura y política?

-‑ En primer lugar, una prevención respecto a la palabra "mito", no usarla indiscriminadamente, a veces cometo ese desliz; como obsesivo de ciertas palabras, veo un vocablo o incluso una sílaba y ya me parece ver un mito. Pero ese sentimiento me lo inspira la idea de que hay una fórmula adecuada para hablar, que es no pensar que estamos produciendo mitos ni teniendo conversaciones realizadas antes, ni pensamos que estamos reproduciendo palabras de los muertos; no somos egregios al hablar cotidianamente. Entonces creo que la tarea del escritor, digamos, en un sentido muy amplio, es tratar de reencaminar la conversación habitual, que no sólo no es despreciable sino que es un conjunto de desechos de elementos producidos antes, pero que tienen la singularidad de que somos nosotros los que los tenemos. Entonces me parece que remitir todos esos detritos cotidianos a una explicación viable, posible y poética, sería relacionarlos con el conjunto de mitos que produjo la humanidad; con todos, sobre todo con los pueblos antiguos. Entonces en ese sentido me parece bien usar la palabra mito: como una investigación de lo cotidiano, que no cree ni debe creer ni tiene por qué creer que está produciendo enlaces entre palabras que evocan necesariamente pasajes olvidados o derruidos de viejos mitos. Mitos que están en la tragedia de Sófocles, o en Virgilio, o en Shakespeare. De modo que los pasajes de la vida cotidiana, escritos o hablados, casi siempre pueden explicitarse alrededor de ese tipo de piedras lanzadas ciegamente hacia la Antigüedad.

-‑ En este recorrido que hace usted en su libro de todas las veces que aparece en la literatura argentina el tema de la cautiva, usted lo relaciona con Helena de Troya, en el poema épico "La Ilíada" de Homero, y también con la tragedia "Romeo y Julieta" de Shakespeare.

-‑ Todo lo que hice está muy estudiado por las críticas literarias argentinas y los críticos literarios. La cautiva es una gran leyenda en la Argentina que sostiene una veta importantísima de la literatura argentina, desde los primeros escritos hechos en estas tierras que es el de Ruy Díaz de Guzmán hasta el cuento "La intrusa" de Borges o la novela de Gabriela Cabezón Cámara "Las aventuras de la china Iron".

-- También reaparece en la novela de Salvador Benesdra.

-- En "El traductor" hay una idea de cautiverio tratada en términos de un personaje obcecado y al borde de la locura que pide fidelidad a través de la tortura. Todo lo que hice suena forzado porque también uno cuando relaciona cosas cree que no las está forzando. ¡No siempre pensar es forzar algo! Ahí tenemos un gran tema, el mito de la cautiva comienza con Lucía Miranda, en el fuerte Sancti Spiritu, que es el inicio de la Argentina. Es una gran leyenda que no tiene muchos antecedentes europeos, pero se puede descender al rapto de las sabinas... La conquista o el rapto de una mujer de otra tribu a los efectos de fortalecer, fecundar y recrear al pueblo raptor, sería ese el sentido: hacer sostener en la mujer cautiva la reproducción de la comunidad. Por eso es un tema tan problemático. Interpela el feminismo contemporáneo y a la vez el feminismo contemporáneo debe interpelar esos temas.

-- Aparece la mujer como objeto de intercambio.

-- La gran antropología del siglo veinte se escribió así, es el punto de vista de Lévi‑Strauss. Para criticarlo habría que generar una ética sobre cómo los pueblos de la Antigüedad trataron la cuestión. El punto de vista contemporáneo del feminismo debe reapropiarse esos temas y hacer otra interpretación, pero no exorcizar a quienes hicieron esta porque lo único que intentaron hacer era ver como concebían las sociedades arcaicas su modo de reproducción, tanto a través del rapto de mujeres como del sacrificio de los niños.

Para pensar la Argentina pensé que podrían servir estos conceptos, dado que la idea de la cautiva tuvo tantas retraducciones, y la retraducción siempre es una versión de un original que se ha perdido. No hay ningún lugar importante de la literatura argentina donde no esté: el "Martín Fierro" de José Hernández, "La cautiva" de Echeverría, y en Eduarda Mansilla, la más estudiada por las críticas literarias argentinas. Para mí fue un atrevimiento escribir esto, soy un aficionado al tema, que está tratado por profesionales del tema.

Hay muchas más Lucías Mirandas que no leí, por ejemplo Hugo Wast escribió una en los años "40. No hice nada nuevo. Conjugué temas que están en el ambiente y los hice deslizar suavemente por la coyuntura, los puse a tiro de la discusión de revisión de todo el ciclo de la civilización occidental bajo la crítica al patriarcalismo.

-- Y lo hace en una gran prosa ensayística.

-- Soy no literal, invito al lector a que imagine lo que quiero decir, por eso escribo de una manera que tiene varios planos. Ensayista es el que quiere ser perdonado por sus desgracias, las de no escribir científicamente o no escribir una novela. Todavía me respalda la gran tradición argentina del ensayo, pero no sé hasta cuándo.