“Recuerdo los años difíciles en Villa Fiorito, más allá de que uno intenta siempre guardar buenos recuerdos. Cada lluvia era la certeza de una nueva inundación. Tengo grabadas las imágenes de la casa llena de agua y las cosas flotando –dice Leandro Wowczuk–. Cuando era chico escuchaba que a veces mi viejo contaba alguna que otra historia de un tío cana que una que otra vez lo hizo zafar cuando era joven, pero era una persona que yo no conocía y de la que no se solía hablar. Hasta que hace unos años, escuchamos por televisión que buscaban a un tal Miguel Wolk por delitos de lesa humanidad. Después de analizarlo y atar cabos sueltos, comprendimos quién era este hombre: teníamos en la familia a un genocida. Comisario y jefe del centro clandestino de exterminio conocido como Pozo de Banfield entre 1976 y 1979, donde lo apodaban ‘el Alemán’ o ‘el Nazi’, está condenado por apropiación de niños, privación ilegítima de la libertad y tormentos sufridos por más de 300 víctimas de la última dictadura. Comandó el Pozo de Banfield en la época en que pasaron por allí los estudiantes de la Noche de los Lápices, de los cuales seis están desaparecidos, entre otros cientos. Hoy Miguel Wolk está en su casa con libertad condicional.

En la actualidad soy presidente de nuestra federación de estudiantes y no deja de sorprenderme no sólo el hecho de desconocer durante tanto tiempo esta parte de mi historia familiar, sino al mismo tiempo haber forjado en estos años un compromiso tan grande con esos pibes y con su lucha incansable que es una guía marcada a fuego en cada militante estudiantil. Sin pensarlo, un día noté que el espacio físico de los estudiantes dentro de nuestra universidad, que es un ámbito donde compartimos mates y donde conocí excelentes personas, se llamaba Casa del Estudiante Claudia Falcone. Son esas cosas de la vida que no tienen explicación, pero lo invitan a uno a no aflojar y a seguir soñando. Uno no puede hacerse cargo del árbol genealógico, pero sí de lo que elegimos todos los días, que es estudiar y trabajar por una patria un poco más justa, donde cada día más pibes puedan estudiar en la universidad pública. Y no me avergüenza, porque siento que es mi forma de ganarles todos los días. Frente a la muerte y el terror, nosotros estudiamos y proponemos el amor, la solidaridad y la igualdad.”