“Que no nos dé miedo desear” decía uno de los tantos carteles que se vieron el lunes. En letra chica, con birome, una y otra vez repasadas las letras, flameaba como si fuera fluorescente. Una chica de 16 años lo había pegado a un palo de madera y así marchó desde Plaza de Mayo al Congreso, agitada por la fuerza de una marea que bailó bajo la lluvia sin paraguas porque el fuego de los cuerpos calentaba el ambiente. Tambores y bombos, bengalas verdes y fucsias, delineadores, rouge y purpurina pintaban las columnas, los grupos de amigas, las madres abrazadas a sus hijas, lxs niñxs pequeñxs, todxs en esa procesión donde el deseo empezó a tallar en las mentes que marchan: chicas de 15 años que en el primer NUM tenían 12 y ahora hablan de las violencias machistas sin respiro, se sacan selfies cantando “se va a caer” y se tiran spray verde en el pelo, unas a otras. ¿Por qué el deseo? “Porque nos quisieron hacer creer que estar con muchos pibes está mal”, dice Esmeralda, “por eso cuando uno se zarpa y comete un abuso nos cuesta salir a contarlo. Bueno, cada vez menos se zarpan, cada vez menos nos cuesta contarlo” dice. Y sus amigas cuentan la experiencia que en su escuela plantó la bandera del feminismo desde fin del año pasado: ya nadie se calla, las redes para volver juntas de las fiestas están tan activas como los pibes avisados: “ninguna agresión sin respuesta”, dicen a coro. Y también marchan abrazadas a los varones que se anudan el pañuelo. ¿Por qué marchan? “Porque nos siguen matando” dice Aimé, resumiendo que aborto ilegal y femicidio van juntos porque se amparan en una violencia institucional que recién ahora empieza a ser discutida. “En el primer NUM los pañuelos estaban pero tímidos. Algunas ni sabían lo que era la Campaña, pero poco a poco se fue difundiendo, los pañuelazos ayudaron mucho a instalar la necesidad de que el aborto por fin se discuta en el Congreso” explica Lana, de 23 años, del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la UBA. Y las charlas vuelven sobre el deseo, porque si la del 3 de junio de 2015 fue una movilización impulsada por el asco y la rabia de un femicidio por día que todavía podía ser tratado por “crimen pasional”, estas últimas puestas de los cuerpos en la calle están teñidas de fiesta, no porque la rabia se haya apagado sino porque las pibas no compraron aquello de las víctimas vestidas de negro: exudan colores, estrategias, cantos, pasos y demandas nuevas, o nuevas maneras de denunciar las injusticias: “Nos quitaron tanto que nos quitaron hasta el miedo”, “No nací mujer para morir por serlo”, por citar algunas. 

Camila tiene 16 años y contó su historia a este suplemento hace pocas semanas: de los 8 a los 11 años fue abusada sexualmente por la pareja de su abuela, bajo amenaza de lastimar a toda la familia si decía algo. El año pasado se animó a denunciarlo y hace unos meses el violento prendió fuego a Elsa, la abuela de Camila, quien sobrevivió al ataque y ahora quiere vivir para declarar en contra del abusador de su nieta, aun con el 60 por ciento del cuerpo lacerado. Camila hizo todo para llegar a la marcha con sus amigas, estuvo todo el día pintando carteles y respondiendo a la pregunta de los medios: ¿por qué estás a favor del aborto? Le disparaban por whatssap al tiempo que se imponía como tendencia en Twitter el hashtag #AbortoNoEsNiUnaMenos. “Claro que estoy a favor de la legalización y seguí todas las exposiciones. Cuando me preguntan si estoy a favor ‘solo en ciertos casos, como el tuyo’ me da mucha bronca porque la gente piensa que una mujer tiene que ser humillada para decidir sobre su propio cuerpo. Yo fui abusada sexualmente y aunque llevo una herida muy difícil de cerrar no voy a resignar mis ganas de salir, de divertirme, de conocer gente y enamorarme, y mucho menos de decidir sobre mi vida, pero no por haber sido violada sino porque sobre mi vida ya no decide nadie más. Quien tenía que cuidarme me agredió, ¿cómo no voy a confiar en mi misma?” dice cuando la noche se cierra sobre la plaza y se empiezan a escuchar las voces amplificadas del escenario. “Mujeres, trans, lesbianas, bisexuales, no binarias, travestis, indígenas, afrodescendientes, migrantes, villeras y mujeres con VIH” dice el documento NUM y cada una de ellas tiene un rostro en esta marcha. Camila tiene muy claro que hacer sido víctima de violencia sexual no la mató ni la hizo más fuerte, pero sí la llenó de una energía que no sabe cómo explicar pero que define como incansable “no voy a parar hasta que se haga justicia con mi caso y si no aprueban el aborto seguiremos marchando” dice abrazada a sus amigas de la escuela. También piensa acompañar el debate que el próximo martes evaluará el proyecto final y definirá el dictamen que se votará en la Cámara. No sin presiones y operaciones de trolls que el lunes llegaron a ser tendencia durante horas, se espera una vigilia larga que estas pibas no piensan vivir de otro modo que no sea en vivo y en directo. 

La vida de quién

“Vamos a prender fuego todo”, dicen las más jóvenes riéndose cuando se les pregunta qué pasa si los indecisxs se inclinan por el no, y vuelven a ponerse serias cuando se enteran que circula un pañuelo celeste que defiende “las dos vidas”. “¿Las vidas de quienes?” preguntan a coro y se miran. “Si el Estado no se preocupa por nuestras vidas ¿cómo se atreven a insinuar por ahí que lo que vale son ‘las dos vidas’? Nosotras estamos vivas, ahora mismo, respirando y cantando juntas. Si quedamos embarazadas se truncan todos nuestros sueños. No creo que eso le preocupe a nadie” dice Valentina. El martes, organizaciones antiabortistas y religiosas presentaron 414 mil firmas en contra del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) atadas con cintas celestes y blancas y un feto de plástico, como popularizó la antiabortista Mariana Rodríguez Varela, hija de Alberto Rodríguez Varela, quien fuera Ministro de Justicia durante la dictadura. Su padre también fue abogado defensor de Videla en la causa por el robo de bebés pero ella tiene la sonrisa de cemento para pedir a las mujeres que no aborten. Al cierre de esta edición, un editorial del diario La Nación cuestiona el fallo del caso FAL, dice que las prácticas abortivas son traumáticas y habla de “la muerte de un inocente”, poniendo en duda las cifras de muertas por abortos clandestinos y afirmando que “En los próximos días, distintos proyectos que proponen una eventual reforma a nuestras leyes civiles, que incluso contraría el texto constitucional, se tratarán en el Congreso. Es importante en estas instancias que no se pretenda seguir confundiendo o engañando a la población con informaciones inexactas y tendenciosas. Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre y de aceptar el desafío de cuidar las dos vidas, porque toda muerte es una tragedia” como un modo de presionar socialmente y a los diputados y diputadas y de ignorar que “la población” se expresa en las calles hace tiempo con el pañuelo verde en puño y cuello. “No queremos que se apruebe un proyecto que apele a la objeción de conciencia ni que limite la edad de quienes quieran acceder a un aborto legal” dicen Amanda, Milagros y Diana, de 16 años, que fueron a la marcha con sus compañerxs del Esnaola. “Sabemos que hay familiares de víctimas de femicidio que se pronunciaron en esa dirección pero nosotras no entendemos lo de salvar las dos vidas, ni saltamos cuando nos dicen ‘pañueliverdes’ y nos dicen que somos contradictorias por pedir por la vida de las mujeres y no por la de los fetos. Es una locura y hasta nos causa gracia toda esa defensa. Pero nos preocupa que están poniendo muchas barreras y condiciones. No queremos la despenalización, queremos poder ir a un hospital y no tener que dar explicaciones de por qué queremos interrumpir un embarazo. El final es siempre el mismo: las que nos morimos somos nosotras” dicen y se cruzan con la columna de familiares de Suhene Carvalhaes Muñoz, asesinada a golpes por Damián Loketek, en una agonía que duró ocho meses porque los efectos de la agresión la fueron matando en cámara lenta. Loketek se fugó hace dos meses, un día antes del juicio que debía empezar el 4 de abril, y su mamá Catarina y su hermana Sarah marchan con su cara y el pañuelo verde. Suhene tenía 26 años. “Nosotras unos días antes le pedimos por favor a la fiscalía que sustrajera el pasaporte de Loketek y la fiscalía no lo hizo: acá tenemos el resultado. Nos respondieron ‘él sabe que no se tiene que fugar’ y yo digo también sabía que no la podía matar a mi hija y sin embargo la mató. Es un psicópata. Tiene una orden de Interpol pero supuestamente está en Israel, donde ya se había ido por un año luego de matar a Suhene” dice Catarina y Sarah, un año mayor que su hermana, quien agrega “Ninguna mujer merece morir. Sabemos que el aborto se practica igual. Creo que los familiares que están en contra del aborto lo hacen por desinformación. Muchos nos dicen que quieren marchar por mi hermana pero no lo hacen porque nosotras llevamos el pañuelo verde, y yo les explico que sin aborto legal no hay Ni una menos. Las que mueren en la clandestinidad, las invisibles y desprotegidas, tienen un nombre y nosotras estamos acá para ponerles cuerpo y voz a esas identidades”. Para Layla, de 17 años, que también se acerca a saludar a Sarah y Catarina: “La movilización va junta pero puede ser que acá haya gente que no esté a favor del aborto, aunque nos extraña. Ahora bien, si estás a favor del aborto estás a favor de Ni una menos. Todo se trata de que nadie tome decisiones sobre nosotras. Las personas que estamos a favor del aborto no vamos a obligar a abortar a nadie. Así que si votás por el no estás decidiendo sobre la vida de otras. Si no sale vamos a romper todo, eso está clarísimo”. Un poco más allá, el tridente del Esnaola vaticina: “El aborto va a salir. La presión que estamos metiendo es mucha. Si no sale seguiremos en la calle, de vigilia, lo que sea necesario para que se entienda. Es mucha la presión de la movilización. Y es increíble cómo pasó esto: a fin del año pasado se empezó a armar y cada vez fuimos a más pañuelazos, lo empezamos a hablar con los varones y ahora muchos de nuestros compañeros llevan el pañuelo verde. Eso antes no pasaba”. 

Ni Una Menos somos todas 

En el escenario hablaron Mariana Britos, una mujer migrante; Laura Omega Gaitán, décima generación de esclavxs que vinieron desde El Congo y Angola; Irma Caupan Pierrot, representando a las mujeres de pueblos originarios; Mónica Berruti, una metrodelegada que llamó al Paro General; Paula Arraigada, una mujer trans y, como es costumbre a esta altura, Liliana Daunes y Nora Cortiñas, quienes abrieron y cerraron el acto. “Somos quienes al tiempo que decimos que dejen de victimizarnos afirmamos nuestro derecho al placer, a decidir nuestros destinos, a disponer de nuestro tiempo, a no ser explotadas ni obligadas a cumplir los deseos que no son nuestros. Nos plantamos contra el gobierno de Macri, alianza Cambiemos y los gobernadores, los empresarios y la justicia hegemónica, patronal, blanca, misógina, heteronormativa, racista, machista, patriarcal, neoliberal y capitalista de los ricos y los poderosos. Hoy venimos a esta Plaza frente al Congreso a decir que no nos van a disciplinar más, que no aceptamos que el Estado y sus poderes se crean dueños de nuestros cuerpos, que no aceptamos que nos digan cómo, cuándo, dónde y con quién vivir, parir, tener sexo. ¡Y les decimos que estamos haciendo historia!” y la chica que porta el cartel “que no nos dé miedo desear” lo agita emocionada. “Me encantan que digan lo del placer porque está en el centro de todo. A los  tipos les revienta que gocemos, elijamos, digamos cuando, cómo y dónde”

Mientras tanto, abajo del escenario llegaba la columna de las gordas que marchaba por primera vez. Laura Contrera, su referente y autora del primer libro de militancia gorda sudaka Cuerpos sin patrones, decía a Las12 bajo la lluvia: “Nuestra bandera gorda fue otra vez un faro para acuerparnos entre la columna amiga del NiUnaMenos, con quienes nos enlaza un horizonte de deseo y revolución. La marcha fue una fiesta para encontrarnos con amigas y afines, hacer intervenciones artísticas y abrazarnos fuerte. Así como desbordamos la ciudad de Resistencia en una gran resistencia gorda en el ENM pasado y llevamos nuestra lucha por un amplio movimiento de la diversidad corporal, de género y sexual al segundo paro internacional del 8M, desde el Taller Hacer la Vista Gorda volvimos a participar activamente en las asambleas preparatorias del 3J, tramando con otras experiencias en clave feminista. Volvimos a exigir la integridad y el respeto de los cuerpos intersex y gordos patologizados y estigmatizados, así como denunciamos el ajuste del neoliberalismo magro y la violencia heterocismachista: porque las gordas y gordxs decimos que ni al closet, ni al fondo [monetario internacional], ni a la cárcel, ni al silencio ni a la dieta volvemos nunca más. Nos esperan más marchas, pañuelazos, alianzas y encuentros diversos. Porque le pusimos un nombre a nuestra revuelta inesperada de cuerpos sin patrones e hicimos del insulto el estandarte para desbordarlo todo de emociones políticas y de políticas emocionales. Gordx es, entonces, el nombre de nuestra rebelión” dice pidiendo que escribamos gorde con equis, para abarcar a todos, a todas, a todes. Ya terminó el baile y el agite pero siguen los abrazos. Para Bruna, que viene de la columna afroargentinas, afro latinoamericanas y africanas, Ni una menos es un movimiento fundamental de empoderamiento, que se irradia para toda Latinoamérica y al mundo. “Para mí, como mujer negra, es muy fuerte circular por la calle. Siempre existió la población negra acá pero la invisibilización es muy fuerte y es una mentira del Estado porque siempre estuvimos. Convivimos diariamente con la hipersexualización de nuestros cuerpos, ocupamos espacios que la gente se te queda mirando como diciendo ¿que hacés ahí vos? El racismo es cotidiano y te dicen cosas como ‘negra de mierda’ para después contestarte ‘ah no, pero no te lo decía a vos’. Bueno, nadie dice blanco de mierda, no? Nos tratan como exóticos o como basura. Luchar en contra del racismo es una lucha de todos y todas y recién ahora empieza a verse presente y tan fuerte en esta marcha”. Muy cerca de ella pero varias generaciones más grande Gladis cuenta su historia: es argentina afrodescendiente guaraní e indígena y militante feminista hace muchos años. “Pero la cuestión étnica racial la he tomado mas recientemente, porque yo pensaba que con género y clase se resuelve todo. La verdad es que hay otros atravesamientos que son tan importantes y serios como el género y la clase. Si sos pobre sos negra y si sos negra necesariamente también sos pobre, de modo que las oportunidades son totalmente diferentes. Siempre fui ‘la negra’ incluso adentro del movimiento feminista, así que mi deconstrucción en torno a este tema en los últimos años fue total. Me acuerdo hace mucho, cuando empezamos a plantear la cuestión de género dentro de los partidos de izquierda y nos decían ‘no jodas, es dividir más el campo popular’. Y teníamos razón. Con la cuestión étnico racial fue igual la respuesta durante mucho tiempo: no jodas, somos todas iguales. Y, sin embargo, con este gobierno fascista la primera presa política es una mujer negra e indígena. El aborto va a salir: pero porque nos quieren distraer. Nosotras queremos que salga, pero los tarifazos son terribles. Mirá si nevara, ¿qué hacemos ahora qué tenemos las estufas apagadas? Este gobierno calcula todo, y yo quiero que salga y siempre he luchado por el aborto legal, pero también estamos acá por otras tremendas violencias estatales: no al FMI también es Ni Una Menos, porque la pobreza golpea más fuerte sobre las mujeres” dice Gladis y se sienta con su turbante y su aro del continente africano para seguir escuchando. Otras quieren hablar, quieren plantear sus cuestiones personales porque saben que hay otras que leen y se hacen eco de sus experiencias. Con sus 19 años, Hanna lo sabe muy bien y lo cuenta, porque subió el relato de un abuso sexual a Facebook y la respuesta la alivió tanto. Casi todas la apoyaron y narraron experiencias similares. “Es muy importante que las familias puedan escuchar a las hijas, porque el abuso es algo que nos pasó a todas. Espero que se legalice el aborto con todo mi ser, me voy a llorar todo ese día. Este año quedé embarazada y no lo quería tener, tengo ansiedad medicada y le pedí al Estado que interrumpiera la gestación porque afectaba seriamente mi salud mental. Me lo negaron. Caí en cama, mi angustia aumentó, es horrible la situación que tuve que pasar. La única persona que me apoyó fue mi mamá. Yo estudio y quiero estudiar, y no puedo con mi salud mental para tener un embarazo. Me desmayaba, me caí en el subte, y eso no fue suficiente para el Estado para sacármelo. Sentía que mi cuerpo no lo aguantaba, y la presión era tremenda. Finalmente lo perdí y acá estoy, para que a nadie le pase lo mismo. Abortar puede ser horrible pero te juro que cuando lo que querés es evitar convertirte en madre, que el Estado te ampare es lo mejor que te puede pasar. Yo lo digo con el cuerpo y con la cabeza”, dijo y se fue Hanna, a comer algo después del frío y el agite, abrazada a su mamá y con la promesa de volver el 13.

 

Jose Nico
Amanda, Milagros y Diana |Layla