Desde Posadas

“Mirar el mundo como los niños y las niñas que fuimos”. Desde esta invitación, la capital misionera es sede de un congreso que convocó a más de dos mil asistentes –en su mayoría, docentes ávidos de informarse y compartir experiencias–, para hablar y pensar sobre infancias y cultura. La reconocida especialista francesa en lectura Michèle Petit, o la brasileña Patricia Bohrer Pererira; la psicóloga Alicia Stolkiner, escritores como Laura Roldán, Ricardo Mariño y Sandra Comino, la pedagoga musical Pepa Vivanco, los titiriteros Silvina Reinaudi y Carlos Martínez, los médicos y clowns que llevaron la experiencia de los “payasos de hospital” de Alegría Intensiva, fueron algunos de los protagonistas de este evento que comenzó el martes en el Parque del Conocimiento de Posadas.

Planteado hacia “Territorios para pensar las infancias” –así invitadas a ser pensadas, en plural–, el Congreso de infancias y cultura abarcó temáticas muy diversas para enfocar esta relación. Una de ellas fue la de la creciente “medicalización y medicamentación de la infancia”, abordada en forma magistral por Stolkiner, quien brindó un diagnóstico crítico sobre el modo en que hoy los niños están siendo diagnosticados con herramientas muchas veces falaces, que tienden a tapar cualquier complejidad humana para transformarla en un “síndrome”, y “curarlo” con una medicación. La que se usa para el cada vez más famoso “síndrome de déficit de atención con o sin hiperactividad” –así encasillado–, por ejemplo, duplicó su importación en el último año, contó la médica y psicóloga. 

Con abundantes ejemplos de su práctica cotidiana, de lo que hoy sucede en consultorios y escuelas (donde “la derivación ya es directamente de la maestra al neurólogo, ni se pasa por el psicólogo”, advirtió) la psicóloga llamó a una “lucha por preservar a la infancia de los procesos de medicalización y medicamentación”, y a respetar el “carácter disruptivo que caracteriza a la niñez y la adolescencia”. “Si hay algo disruptivo es la mirada de la infancia, porque los niños se sustraen a la lógica mercantil”, dijo, citando a Benjamin. “De lo que se trata no es de llenarlos de medicamentos para taparles la boca”, concluyó.

Otra faceta de esta relación entre niñez y cultura, salud y enfermedad, sistema y medicina, llegó con los representantes de Alegría Intensiva, el doctor Mariano Rozenberg y la actriz y clown Irene Sexer (quien el miércoles, además, brindó un taller que invitaba a “Jugara para volverse a encontrar”). Los profesionales contaron cómo desarrollan un trabajo que ya lleva diez años, 500 mil chicos visitados, 22 artistas profesionales en diez hospitales del país, y que busca “mejorar la experiencia hospitalaria de los niños, sus padres y el personal médico, a través del arte del payaso de hospital”. “Los hospitales no fueron pensados para los pacientes; fueron pensados para los médicos. Menos aún fueron pensados para los niños. Para ellos el juego no es una actividad, es un lenguaje. Por eso a pesar de que la internación hospitalaria es siempre traumática, los niños, a diferencia de los adultos, incluso los que padecen enfermedades graves, a veces terminales, nunca pierden las ganas de jugar. Porque el juego es una condición de la infancia”, explicó Rozenberg. 

En una jornada intensa, el congreso desplegó gran cantidad de talleres y de exposiciones con sede en el Parque del Conocimiento de Posadas, un complejo con teatros, biblioteca, cine y otros espacios, que programa actividades gratuitas como este encuentro. Unos dos mil asistentes (una convocatoria sorprendente, que llenó el gran salón de conferencias “Eva Perón”) llegaron desde distintos puntos de la provincia, desde Paraguay y Brasil. Entre ellos, y entre las más entusiastas, estaba “la abuela Lucy”, una mendocina de 91 años que forma parte del programa de Abuelas Cuenta Cuentos de la Fundación Mempo Giardinelli, y que asegura que “ni loca” se perdía el encuentro.

En otra de las mesas, los escritores Ricardo Mariño, Sandra Comino y la chilena Mónica Munizaga reflexionaron sobre literatura y otras cuestiones, y Nora Lía Sormari hizo un homenaje a la ilustradora brasileña Angela Lago, recientemente fallecida. Siguiendo el lema del congreso, los escritores recordaron sus propias infancias, lo que llevaron de ellas a su escritura, lo que permanece como apuesta y como “modo de habitar el mundo”, según también se desarrolló en este congreso. Sobre el final, Felipe, de once años, puso en acto gran parte de todo lo que se charló aquí al narrar con gran pericia “El colectivo fantasma”, un cuento de Mariño. Contó que forma parte de un grupo de chicos y chicas narradores y narradoras, que estaba muy nervioso al narrar ante tanta gente pero que hizo el esfuerzo “porque me encanta”. Fue un gran cierre, y una promesa de futuro.