Este año fracasé. No puedo, así, tan sobre la marcha, determinar con exactitud los motivos de mi desamor. La ley de aborto legal, me dirán, la vigilia, la atención desviada hacia lo que de verdad  importa, mis derechos tanto tiempo negados, a la clandestinidad no volvemos más, cuando sesione el Senado tenemos que ser cinco millones. Sí, el entusiamo y la expectativa se enfocaron en verde. Sin embargo, la media sanción fue una épica histórica y en estas líneas hablo de placeres cotidianos, de ritos privados, de pequeñas alegrías totalmente compatibles con la victoria de la marea verde.

Tampoco este bajón es un derivado de la crisis económica y lo digo con un dólar a 28 y la desdicha del eterno retorno. No obstante, acá siempre se avecina una crisis, o acaba de pasar una o se transita otra o se toma la siguiente. Es un trauma tan incrustado que también soy capaz de ignorarlo. Creo. El equipo argentino no me entusiasma, pero rara vez me entusiasma un equipo argentino, por una cuestión de temperamento nacional: mejor esperar lo peor para disfrutar lo mejor. No sé bien por qué fracasé. El caso es que este Mundial no me interesa mucho. Y,  más grave –o realmente grave– no armé, como en cada Mundial y desde que tengo uso de libido, mi dream team. Los últimos años, gracias a la bendita Internet, hasta lo posteé online. Pero este 2018 no lo hice. No junté mis Once. No bajé las fotos, no repasé las eliminatorias con ojo atento, no trabajé. Y no me arrepiento.

Los hinchas de fúbol suelen decir que pueden contar los años, el paso de sus vidas, Mundial a Mundial, hito a hito. El campeonato del 86. El llanto de Diego en Roma. El grito en el partido contra Grecia y la enfermera que se lo lleva de la mano. La gloria de Zidane en Francia. El fracaso de Bielsa. La ausencia de mediocampo en Alemania con el equipo comandado por Diego. España campeón. El gol agónico de Messi ante Irán. Yo también me acuerdo de todos esos hitos y más. Me gusta el fúbol con moderación y me gustan los mundiales porque exigen atención limitada. Pero yo cuento los años de otra manera. En el 86: Michael Laudrup en Dinamarca, 6 a 1 frente a no se qué equipo porque lo que interesaba era Michael Laudrup. Italia 90: Paolo Maldini, el hombre más hermoso del mundo; su reinado continuó en el desdichado 1994, donde además apareció el inolvidable Hidetoshi Nakata, de Japón, que se fue en fase de grupos pero volvería para mi solaz durante dos mundiales más (después fue modelo de Calvin Klein). Los hermanos Niko y Robert Kovac, croatas, en el 2002; ése fue un año especialmente afortunado, con una escuadra italiana superior –inolvidable Nesta– y detalles como el paraguayo Roque Santa Cruz. El 2006 trajo desde Costa de Marfil a Didier Drogba y su paso de rey, el cabezazo de Zidane –no puede ser más fabuloso, ¿por qué no dirige la selección francesa?– y los semivillanos Francesco Totti y Fabio Cannavaro (yo quiero que gane Italia para verlos durante más tiempo, pero me caen medio mal). 2010 fue todo Cissé, de Francia, otra maravilla de origen marfileño. 2014 fue el año del griego Giorgios Samaras, la aparición del alemán Mats Hummels (bello nivel cyborg), un desempeño descollante de Francia con Mathieu Debauchy, Raphael Varane y Olivier Giroud, además del impactante Michael Essien de Ghana. Dirán que me faltan locales y latinos en la lista. Es posible. Me resulta más fácil fantasear con lo lejano: a los nuestros me los imagino, los conozco, no funciona. Se me aparecen subiendo al micro con los auriculares a la salida del predio de la AFA. Conozco a sus novias. Prefiero pensar en los tatuajes de leopardo de Cissé, de quien no sé nada porque nada quiero saber. Por los latinos hincho, hasta por Panamá. Los banco. No necesito fantasear.

¿Por qué este año no funciona? ¿Será que se me metió en la cabeza que está mal objetivar y la corrección política se convirtió en un estado tapón? ¿Será que no hay nada que ver este año? No, no. Hay mucho para ver. Primero pensé: son demasiado jóvenes. Me avejentan. Soy vieja. Me gustan los hombres de mi edad. A mi edad estoy para técnicos. Los técnicos son señores olvidables en el mejor de los casos (acabo de ver Rusia-Arabia Saudita y el técnico ruso directamente me espantó. Repaso formaciones y veo mi error: son más jóvenes que yo, pero no tanto y muchos parecen más grandes de lo que son (salvo en el caso de, por ejemplo, Antonie Griezmann de Francia, que me da un poco de culpa vieja verde). Paolo Guerrero, ese soberbio peruano, finalmente va al Mundial, lo que es una importante alegría futbolística  y estética. También la inclusión del arquero suizo Yann Sommer, lástima que juega en el equipo más aburrido. Hummels sigue en Alemania, lo mismo que Jerome Boateng (pero no clasificó Ghana, donde juega su hermano, todavía más guapo que él). Ni Sibide, de Francia, ni Lukasz Piszczek de Polonia son mi tipo pero están muy bien. Se extraña a Italia pero renovarse es presagio de tiempos mejores.

Así y todo, después de repasar las listas que han elaborado con dedicación otros observadores del mundo, no consigo enamorarme. Veo que este año es titular en Bélgica Thomas Vermaelen (el Mundial pasado estaba en el banco) y me alegro y además creo que hay que ponerlo en la cancha aunque no pueda caminar porque de tan hermoso tiembla la tierra. Me informo: tiene 32 años. No es que por jovencitos se me impida la mirada deseante dado el abismo etario. Eso quise creer quizá pensando que me había llegado la madurez de una vez por todas. Error.  

¿Es Rusia, país anfitrión cuestionable? ¿La  homofobia institucionaliza, Ucrania, Chechenia, el doping olímpico, los asesinatos de periodistas y más? No hay país con manos limpias y no voy a ponerme rígida y levantar el dedo durante un evento tan absurdamente capitalista y normativo y mafioso como el Mundial. Sé lo que veo, lo disfruto sin culpa, es un mes de negación y es aplastante para la vida misma pasársela bajando línea.  

Que Rusia 2018 precipite mi crisis de mediana edad es algo absolutamente inesperado. Lo rumiaré frente a Islandia con el pañuelo verde sobre el televisor. ¿Tendré una epifanía vikinga?  Mientras tanto, escuchen: Vermaelen, Boateng, Hummels, Sommer. No llego a Once y no puedo buscar fotos pero atención. De nada.