"El Monumento Nacional a la Bandera se comenzó a pensar a fines del siglo XIX y se inauguró recién en 1957", escribe Marcela Römer en su texto de sala para la monumental muestra "Artistas Monumentales. Barnes, Bigatti, Bustillo, Fioravanti, Guido, Mora", abierta hasta el 8 de julio en las galerías del Centro Cultural Parque de España/AECID (Sarmiento y el río Paraná). Römer, coordinadora cultural del Monumento Histórico Nacional a la Bandera, es la curadora de esta exposición de documentos y obras de arte organizada por el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, el Centro Cultural Parque de España y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario.

Sebastián Joel Vargas
Una de las esculturas que se lucen en el CCPE.

A partir de los bocetos, las esculturas, los libros y carpetas de proyecto, planos, gráficos, cartas, folletos, afiches, fotografías, películas y recortes de notas periodísticas que la muestra reúne, se aprecian las contingencias históricas y el simbolismo patrio de una obra que pudo ser otra, y cuyos proyectos surcan un siglo y medio de historia nacional. De Sarmiento a De la Rúa se expande la línea de tiempo que articula como una columna vertebral este precioso material, inabarcable en el recorrido a pie. Hay que sacar fotos para sentarse luego a disfrutar la prosa de los textos de época. Se lucen las esculturas de José Fioravanti, Alfredo Bigatti y Eduardo Barnes.

Un tercio del espacio está dedicado al Monumento que no fue. Su impulsor, el genovés Nicolás Grondona, presentó el proyecto en 1872. Recién bajo la presidencia de Roca, en 1898, el intendente Luis Lamas hizo investigar el lugar exacto del primer izamiento de la enseña patria por Manuel Belgrano, y colocó allí la piedra fundamental.

Con el aura de su éxito europeo no empañada sino realzada por el horror porteño ante su bellísima Fuente de las Nereidas, la artista argentina Lola Mora firma contrato en 1909 (1910, en otra versión). En la muestra se ve una foto de la maqueta de su monumento. La foto se reproduce en un recorte de diario de 1940. Una torre de romántico estilo de ruina romana es coronada con una "Victoria" femenina alada y se ubica otra figura femenina alegórica avanzando en el centro. La torre iba a tener 18 metros de altura. La figura que avanza con el pecho descubierto pareciera estar inspirada en "La Libertad guiando al pueblo", pintura del Romanticismo francés por Eugéne Delacroix.

En el basamento se distribuirían grupos de figuras humanas que con expresivo realismo naturalista (y con delicado virtuosismo en los detalles, tales como el encaje litúrgico del cura que bendice la bandera, o la hiedra que envuelve al granadero) evocan la historia de la bandera y representan al pueblo. A lo largo de años de una labor de excelsa calidad pero que no fue retribuida, para aquel monumento Lola Mora talló en fino mármol de Carrara soldados y paisanos, mujeres con o sin niños, que tienen el encanto de lo vivo. Recientemente, expertos internacionales han considerado a su "Alberdi" de la misma calidad suprema que las esculturas de Miguel Angel o Rodin. Sin embargo, la Comisión de Bellas Artes de Rosario, con la mezcla de soberbia, poder e ignorancia que la caracterizaba, calificó sus esculturas para el Monumento como obra "de simples oficiales marmoleros". (La cita proviene de la página oficial www.monumentoalabandera.com.ar).

Las esculturas de Lola Mora fueron calificadas como obra "de simples oficiales marmoleros".

De aquellas estatuas se conservaron diez, sobre cuyo calvario la prensa rosarina insistirá en relatos de elocuente dramatismo. Entre la prensa que la muestra rescata, un artículo de 1996 por Héctor Sebastianelli da una síntesis de la obra y narra sus desventuras. Las esculturas permanecieron en la Aduana de Rosario embaladas en cajones. En 1915, el gobierno nacional las cede en custodia a la Municipalidad. En 1923, se crea una nueva Comisión pro‑Monumento y se emite el juicio susodicho. Esa Comisión deroga el emplazamiento en 1925 y le rescinde el contrato a Lola Mora en 1928, llamando ese año a concurso de anteproyectos. Hay finalistas pero el premio queda desierto.

Sebastián Joel Vargas
Bocetos de los proyectos para levantar el Monumento.

Mientras tanto, un ingeniero, arquitecto y poeta rosarino viaja por el Alto Perú. A su regreso escribe "Fusión hispano‑indígena en la arquitectura colonial" (1925). Es Angel Guido, que basa en las tesis de Ricardo Rojas sus libros Eurindia y Latindia y sus trabajos sobre arquitectura hispanoamericana. La Comisión llama a concurso en 1940, mientras Europa está en guerra. Guido elabora con el arquitecto Alejandro Bustillo (creador del Museo Nacional de Bellas Artes y del Palais de Glace), y con los escultores Bigatti y Fioravanti, el proyecto que bajo el lema "Invicta" gana el primer premio ese año.

Por entonces, aunque este dato no esté mencionado en la muestra, en Alemania reinaba Albert Speer con su arte monumental para las masas. Un "boceto anteproyecto" urbanístico de Guido, incluido en la exposición, testimonia los excesos de la modernización en su apogeo. Hoy se lee como un cuadrito de una historieta ambientada en el futuro distópico de un universo alternativo. "Traslado Catedral", apunta al pie en prolijas letras racionalistas el autor del poemario "La hermana fea". ¿Despeinó siquiera esta trasnochada idea a la opinión pública?

"De lo moderno pretendimos lograr una plástica ágil, actualísima: la proa lírica, los Océanos simbólicos, las masas limpias", escriben a máquina los dos arquitectos en la carpeta del proyecto. Absorbido por otras concreciones, Bustillo presenta el 30 de diciembre de 1941 su renuncia "indeclinable" ante el presidente del Comité Ejecutivo del Monumento a la Bandera, Dr. Miguel Culaciati, y la ratifica un mes más tarde. El terreno para la obra es cedido a la Nación recién en 1943. En el cartel de obra ya no figura su nombre.