•  El toque sagrado. Contaba Perfumo que cuando estuvo jugando en Brasil, se prendió en un picado con ex jugadores en un día de descanso. En una jugada gambeteó a uno, a otro, y finalmente la perdió. Estuvo 10 minutos, después, sin tocarla. Nadie se la daba. Hasta que uno de los ex jugadores brasileños le explicó: acá el toque es sagrado, pasala. Parece que este Brasil olvidó esos principios sagrados y ahora todos corren con la pelota. Usan la habilidad y abusan del individualismo.
  •  Neymar y 10 más. Cuando Neymar agarraba la pelota frente a Suiza, terminaba el partido. Quería gambetearse a todos. Y especialmente quería desafiar a su marca personal. Se olvidaba de sus compañeros y de todo. Y chocaba una y otra vez. ¿Es posible que haya sido el peor de su equipo?
  •  El glorioso resultadismo. Hasta el partido contra Alemania, tanto Osorio como los jugadores mexicanos eran carne de cañón. Un furioso periodismo quería echarlos a todos, especialmente al DT. Después de Alemania, los vilipendiados ingresaron al Olimpo, y hasta el próximo partido son dioses. El triunfo y la derrota son impostores decía Kilpling. No sabía nada de fútbol.
  •  El orgullo por el suelo. Alemania dio la impresión de ser un equipo ofendido. Un tal México le faltaba el respeto con la pelota y hasta ocupaba mejor los espacios. Era más preciso y más veloz. El orgullo del campeón se convirtió inmediatamente en impotencia. Y perdió dos veces: el partido y el orgullo.
  •  LeBron James, una incógnita. Para los que dividen la sociedad y los deportistas en ganadores y perdedores, acá hay un problema para que resuelvan. LeBron es uno de los 2 o 3 mejores basquetbolistas de la historia. Leí por ahí que jugó 9 finales de la NBA. Ganó 3 y perdió 6. O sea, perdió el doble de lo que ganó. ¿Es un ganador o un perdedor?
  •  Los vivarachos nunca mueren. El DT de Corea del Sur cambió los dorsales de las camisetas de sus jugadores en los amistosos antes del Mundial. “Así despistamos a los observadores de otros equipos”, dijo. Ya verán que si llegase a ganar algo, esa estupidez pasaría a considerarse una novedad estratégica digna de imitarse.

Angel Cappa: Publicado en cccpmundial.com