• Proin. Es una fábrica de polvos para flanes y postres, confites, esencias, otros productos para repostería. “El mismo día que nos dejaron en la calle, en octubre de 2016, tomamos la fábrica”, cuenta Omar Vallejos. “Estuvimos un año ocupando hasta que nos dieron el permiso para utilizar las máquinas. También nos pusieron plazo para desalojar el edificio. Decidimos alquilar otro lugar y mudamos las máquinas. Demanda mucho trabajo, mucho sacrificio de parte de todos, hay que remar contra la marea –sigue–. Ahora la lucha es día a día. Hay que pagar un alquiler alto, las tarifas... Pero estamos con mucha fe y mucha fuerza, ya recuperamos algunas cuentas. Sabemos que necesita un tiempo hasta que crean en una cooperativa de trabajadores que ya no está bajo patrón. Todo se hace a puro esfuerzo.”

 

  • Globito. Es una textil que produce ropa de niños y bebés. “Hace un año que somos recuperada: ante el vaciamiento, decidimos quedarnos en nuestro lugar de trabajo”, cuenta Gladys Rodríguez. “Los dueños pidieron la convocatoria de acreedores y en marzo de 2017 su propia quiebra. En ese momento ya habían despedido a cinco compañeros. Nos debían dos meses de sueldos, vacaciones y cargas sociales”. Como estaban en un local alquilado, debieron dejarlo y alquilar otro. “Nos ayudaron mucho los familiares, los vecinos, las organizaciones. Estamos con un retiro chico, pero estamos trabajando, recuperando clientes que se habían ido. Apostamos todo y reinvertimos en materia prima lo que podemos. Es un momento complicado para producir, pero para nosotros no hubo dudas: era esto o nada”.