Una ventana al mar

Pablo Mehanna

Tato Giovannoni tiene una obsesión con la Costa Atlántica. Tras vivir de chico en Pinamar, es de allí de donde provienen muchas de sus mejores ideas: sus cócteles con agua de mar, los dibujos en las paredes de Florería Atlántico, las cervezas Bosquísima y Marítima, el eucalipto en el gin Príncipe de los Apóstoles. Ahora, su última idea es aún más directa: Divisadero, una ventana al mar en el barrio de Palermo. 

“Divisadero era el parador que mi papá tenía en Pinamar”, explica Tato. Y el lugar reinterpreta esa herencia en una cromática vintage, bajo los arcos que sostienen las vías del tren. Bajo techo están los dos salones principales, con sus respectivas barras y cocina a la vista. Al aire libre, de un lado está el mar, con carpas playeras (en invierno, calefaccionadas) y sombrillas multicolores; del otro lado, hacia los lagos de Palermo, está el bosque. El lugar es divertido, alegre, repleto de luz y color, algo que no abunda en la gastronomía actual. 

La cocina y la bebida de Divisadero van de la mano con la idea de playa: brillan los cornalitos fritos ($190), ese menospreciado manjar nacional. También hay rabas, un muy rico revuelto gramajo ($165), el sándwich de milanesa de bife angosto (best seller de la carta, $350), los mejillones gratinados con ajo, perejil y queso ($250), las gambas al ajillo y, guiño bien retro, el cóctel de camarones ($245). Entre los principales, la siempre bienvenida brótola a la romana ($295), también pesca del día a la parrilla ($680 para dos), pascualina y una suerte de club sandwich de mar ($310), entre más cosas ricas. De postre, imposible no pedir los churros calientes y crocantes ($135). Como bebida hay dos clericots (genial el de maracuyá, chardonnay, banana, lima almíbar de saúco y albahaca), varios gin&tonics, un par de tragos frozen (otro guiño retro), cócteles con cerveza y cervezas tiradas muy ricas. 

En medio del tránsito ciudadano, es difícil recordar el aroma del mar. Aún así, y a modo de necesario placebo, Divisadero logra recrear el espíritu festivo y ligero de unas vacaciones en la playa.  

Divisadero queda en Av. del Libertador 3883 (y Av. Dorrego, en el Paseo Marcela Iglesias). Horario de atención: domingos a miércoles, de 12 a 1; jueves a sábados de 12 a 3. 


Fast food nacional

Pablo Mehanna

Al pelo, así se llama. Porque viene bien, especialmente si uno se cruza con el lugar en el momento justo en que el estómago cruje por hambre. De eso se trata este pequeño y despreocupado local, ubicado justo frente a Distrito Arcos, el shopping a cielo abierto de Palermo. Un lugar de extrema simpleza y modestia, sin dobles intenciones. Hay unas pocas mesas sin mantel, dos heladeras de marca con gaseosas y cervezas de litro, una TV donde por estos días se ven los octavos de final del mundial, la barra exhibiendo empanadas fritas, un par de mesas extra aprovechando la ancha vereda y, como protagonista, la parrilla encendida en uno de los costados. No se precisa más que esto para cumplir con propuesta tan simple como directa y efectiva: sándwiches baratos y grandes, de esos que dan forma a la idiosincrasia carnívora nacional. De la sartén, sale un generoso sándwich de milanesa (finita y larga); el resto viene de la parrilla: hay bondiola, lomito, pollo (todo a muy económicos $90, con buenas papas fritas acompañando), además de choripan y morcilla ($60 cada uno, también con papas) y algunas carnes que salen al plato. Por $10 extra por ingrediente, se agrega a elección lechuga, huevo frito, jamón, queso, tomate. O se puede elegir la versión completa, que suma todo esto por $41. La oferta no termina ahí: cada mediodía de semana rotan promociones con los distintos sándwiches con lechuga, tomate, gaseosa y papas fritas a tan sólo $110. Menos, difícil. Para bajar esto sin atragantarse, salen gaseosas de litro y varias cervezas grandes, de la Brahma ($90) a variedades de Patagonia ($170), pasando por Budweisser y alguna botella artesanal escondida. 

En Al Pelo no comerá posiblemente el mejor sándwich del planeta; pero a la hora de competir, le gana por varias vueltas a mucho fast food que pulula por Palermo y por Buenos Aires, con más sabor e identidad, sin dejar la billetera. Una parada rápida, al pelo, para luego seguir camino.

Al Pelo queda en Av. Juan B. Justo 809. Teléfono: 4773-6921. Horario de atención: martes a domingo, de 9 a 24; lunes de 9 a 16. 


Empanadas de las buenas

Pablo Mehanna

En un país donde la empanada es el gran tentempié nacional, conseguir una que esté realmente buena es más difícil de lo que parece. Cientos de locales ofrecen miles de empanadas recalentadas, con masas industriales y guisados insípidos como relleno. Esto es lo que pensó Napoleón Castellote, cocinero nacido en Tucumán, que desde hace diez años vive en Buenos Aires. “Como nos pasa a muchos norteños, extrañaba comer unas buenas empanadas. Así que decidí hacerlas yo. Fui a Tucumán, recorrí varias cocinas, luego fui al campo de mi familia, donde la esposa del capataz, la Vicenta, me mostró cómo las hacía ella. Y sacando un poco de todos lados armé mi propia receta”, explica. 

Napoleón no tiene negocio a la calle: vende en exclusiva empanadas congeladas y envasadas al vacío, que se compran por Facebook o Instagram y luego se buscan por su casa, en el límite de Chacarita con Villa Crespo. “La mejor empanada se debe comer apenas cocinada, por eso las doy congeladas y que cada uno las haga en su casa. Con quince minutos de horno bien caliente alcanza. Y también se pueden fritar”, dice. 

La más tradicional es la de carne: una masa que lleva grasa en su elaboración, rellena de matambre, un poquito de grasa y caldo de la cocción, comino molido en mortero y pimentón de los valles calchaquíes, ají, pimienta negra y apenas un toque de orégano. Al final se agrega huevo duro y cebolla de verdeo. Otra tradicional es la de pollo (horneado), bien sabrosa. Y finalmente suma dos opciones más: una de bondiola, de sabores agridulces y orientales, con batata, manzana, a veces durazno y especias como comino, cardamomo, coriandro y anís estrellado; y la siempre necesaria de jamón y queso (“la hice porque me la pedían mucho), con jamón natural y mezcla de muzarela y cuartirolo.

El pedido mínimo es de una docena ($280), aunque lo mejor es comprar de más y tenerlas siempre en el freezer. Un comodín a mano para salvar una buena comida. 

El pedido se realiza solo lunes y martes (hasta agotar stock) en exclusiva por Instagram (@napocaste) y Facebook (Napodeamerica). Se retiran viernes y sábados.