Desde hace un tiempo, las actrices y los actores argentinos han ocupado el centro de la escena pública. Su compromiso ya no se reduce a la expresión sobre el escenario o frente a una cámara, sino que asumen cada vez con mayor interés lo que ocurre fuera de esos espacios a los que muchos se empecinan en reducirlos. Son actores políticos, que luchan codo a codo en la calle por derechos sociales y civiles, a la vez que no descuidan los que les corresponden por su tarea profesional. Así fue que desde hace doce años los intérpretes son unos de los pocos colectivos del mundo a los que se les reconoce el derecho de propiedad intelectual, el cual recaudan y distribuyen a través de la Sociedad Argentina de Gestión Actores Intérpretes (Sagai). Una entidad que mañana, por primera vez en su corta vida, celebra un acto eleccionario. “Es una buena noticia, porque nos da la posibilidad de experimentar el ejercicio democrático en Sagai”, le reconoce a PáginaI12 Pablo Echarri, el actor que es candidato a Tesorero por la lista oficialista Celeste y Blanca, que tiene a Jorge Marrale como presidente. Por la lista opositora, “La lila”, Mabel Alicia María Pezzente es la candidata a presidir la institución.  

La elección en Sagai no es otra cosa que una excusa para hablar sobre la situación de una institución que mejoró la situación económica de los intérpretes, pero también para analizar el presente y el futuro del mundo audiovisual. “Sagai no es sólo un banco que recauda y reparte, es una entidad que tiene una profunda conciencia de la problemática de los actores y actrices, y de todo el sector. Por eso no puede quedarse solamente en las prestaciones económicas y de desarrollo laboral que realiza desde la Fundación, sino que tiene que ser una herramienta política en pos de construir la industria audiovisual”, cuenta Echarri, uno de los fundadores de la entidad creada en 2006 gracias a la promulgación de Néstor Kirchner de la Ley 11.723, que esperaba aplicarse desde... 1933.

–¿Por qué cree que esta vez se confeccionó una lista opositora?

–Es la consecuencia de las posibilidades que ofrece Sagai como institución. Pasaron doce años sin que la hubiera, entonces caía de maduro que sucediera. No todos pensamos igual. Las elecciones son un paso más en la maduración de Sagai. La competencia democrática siempre es un ejercicio virtuoso. Mejora la entidad. Que exista una lista opositora exige más. Es lógico que esta conducción, que –más allá de algunos cambios– se mantuvo en el tiempo, tenga cierto desgaste hacia afuera. Hace doce años nos abrazábamos y nos dábamos besos. Ahora hay adversarios políticos lógicos por el tiempo transcurrido.

–En su primera década, Sagai concentró sus esfuerzos en intentar aplicar la ley, celebrar convenios con los operadores de TV, lograr soberanía e identidad propia como sociedad de gestión. ¿Cuál es, desde el oficialismo, la propuesta a futuro para la institución?

–En lo estrictamente inherente a lo que es la entidad de gestión, que es el reparto de derechos, tenemos que acelerar la tributación de las plataformas de streaming y las telcos. La posibilidad de sentar a la mesa de negociación a emisores de contenidos audiovisuales que hasta ahora no han aportado a los derechos de propiedad intelectual, con YouTube como gran ejemplo. En estos años intentamos sentarlos a la mesa, y por ahora no lo logramos. 

–¿Cuál fue el rol de la Fundación Sagai en estos años?

–La Fundación Sagai es nuestro órgano más virtuoso, porque es el que tiende a equilibrar en Sagai las diferencias en lo que respecta al cobro de derechos. Hemos crecido muchísimo en equilibrar las asimetrías. Hace años empezamos a otorgar el subsidio a actrices y actores mayores de ochenta años y el reconocimiento a la trayectoria. Está el subsidio a actrices embarazadas, los sostenes específicos por situaciones de crisis... Se le ha sumado la producción de contenidos, en el apoyo a cortometrajes, donde tuvimos la suerte de participar de Alanis, el cortometraje de Anahí Berneri con Sofía Gala, que luego se transformó el un largo premiado en el mundo. También brindamos becas nacionales e internacionales, así como iniciamos el plan de Sagai Federal, que intenta acercar la sociedad a los intérpretes de todo el país. 

–Sagai es parte de la Multisectorial Audiovisual, desde donde redactaron un proyecto de Ley de Televisión y Nuevas Plataformas.

–Sí, es un proyecto que está hoy discutiéndose en el Senado de la Nación. Estamos haciendo mucha fuerza para que no pierda estado parlamentario. El proyecto divide el país en regiones, genera un fondo de fomento, con una estructura de mecenazgo y un programa de exenciones impositivas para las empresas productoras, con el objetivo de fomentar y desarrollar la industria audiovisual. Se busca una herramienta pensada para ayudar a construir una generación de contenido audiovisual descentralizado de la Ciudad de Buenos Aires. Tener una ley federal como esa nos daría la posibilidad de colocarnos a la vanguardia y ser de los países que más produce. En los últimos veinte años, Argentina ha perdido presencia en el exterior e interna también. Cada vez se produce menos, cada vez se produce con menos dinero y se vuelve muy difícil competir con los principales contenidos del mundo. Tenemos capacidad técnica y talento artístico. Lo que nos falta son las capacidades de producción y realización. 

–Desarrollar una industria podría servir para aliviar la volatilidad laboral de los profesionales de TV.

–Ese es uno de los problemas más grandes. El de los actores es hoy uno de los colectivos sociales más diezmados, con una enorme cantidad de desocupados. Por eso Sagai trata de formar a los actrices y actores, dar trabajo y brindar contención. El problema más grave que existe en la Argentina es la falta de trabajo. La franca caída en la producción audiovisual es preocupante. Buscamos construir una industria a través de la promulgación de leyes. Sentimos que la coyuntura no favorece, pero somos conscientes que el trabajo es de largo aliento, es un carro del que se tira hasta en los momentos en que su movimiento es más imperceptible. Tenemos que apuntar a generar una verdadera industria audiovisual. Muchas veces le ponemos el título de “industria” a un mercado muy pequeño. Llamarlo “industria” es una expresión de deseo más que una realidad.  

–¿Cómo percibe la situación del país en general y de la cultura en particular en Argentina?

–Veo a un país en profunda decadencia, sufriendo los embates de un modelo político que muchos de nosotros sabíamos exactamente hacia donde se dirigía. Cuando al comienzo de este gobierno, a través de Sagai y la Multisectorial tuvimos reuniones con los representantes de la cultura del Poder Ejecutivo, hablábamos casi el mismo idioma, de la posibilidad de crear una serie de leyes como para impulsar una industria. Lamentablemente, ese acuerdo en la mesa de diálogo quedó en la nada. Lo único que se concretó desde ese momento a esta parte es la ausencia de las políticas culturales. Se percibe en los recortes específicos, en el vacimiento en los medios estatales, en los embistes que sufrieron los Centros Culturales y los teatros con los tarifazos y la falta de ayuda que reciben de parte del Estado. No me sorprende en lo más mínimo. Ahora estamos asistiendo a las consecuencias de las ausencias de políticas de Estado. Es una pena porque desarrollar la cultura de un país es un valor humano, emocional y simbólico, además de aportar al PBI. El del gobierno actual es un modelo político embebido de una ideología que no cree en la cultura o, si cree, sólo la concibe como un bien preciado de lujo, y no una de acceso democrático para toda la sociedad. Veo el futuro oscureciéndose cada vez, tomando un tono más negruzco y menos esperanzador. Pero los que trabajamos en la función social del colectivo de actores no vamos a aflojar.