Ser vivo, en los tiempos que corren, puede connotar un sinnúmero de cosas. Ponerle así a un disco acota desde el vamos el margen de significados. Y más si Alfredo Piro, su hacedor, elimina de entrada la acepción argenta del concepto. “El ser vivo, piola, tan idiosincrásicamente porteño, es el signo de estos tiempos, lo sé. Pero autofestejarme el hecho de ‘ser un vivo’ sería algo bastante tonto. Prefiero celebrar el ‘estar en vivo’ y documentarlo en un disco”, despeja el cantautor, ubicando la lupa en el verdadero sentido de la obra: su concepción. En efecto, se trata de su primer disco grabado fuera de un estudio. Dentro, es decir, de un antro hermoso como el CAFF, donde Piro y su banda registraron con destino de disco el show del 10 de junio de 2017. “Evidentemente, el disco en vivo es un hito en la carrera discográfica de cualquier artista, y no sé bien por qué. Particularmente, debo decir, no me gustan mucho porque, por lo general, replican las mismas versiones grabadas en estudio, atravesadas por un tamiz de aullidos y aplausos. No sé por qué esta sobrevaloración de mercado”, despista. 

¿Por qué lo grabó, entonces? Una razón es económica: grabar un disco en vivo es axiomáticamente más barato que hacerlo en estudio. Otra es que, dado que el determinismo económico hace agua en varios terrenos, Piro tenía la necesidad espiritual de dejar un testimonio crudo, directo; de “reinventarse”, según sus palabras. “Creo que un disco ocupa su lugar en el momento que lo pide. Nunca me planteé llegar a hacer uno en vivo como una meca, y por eso #SerVivo fue pensado estratégicamente con un criterio artístico como el que está implícito en cualquier disco. Además, desde el vamos se supo que el día del concierto se grababa todo a primera toma. Digamos que el contexto fue el ideal para hacer una relectura de viejos temas, una forma de celebrar lo que estás haciendo en el momento”, es la explicación que da el hijo varón de Alfredo Piro y Susana Rinaldi, que mostrará su trabajo hoy en Pista Urbana (Chacabuco 874), secundado por Federico Ghazarossian en contrabajo, Juan Marioni en guitarra eléctrica, Gastón Carlos en batería y Carlos Filipo en dirección musical.

–¿Es vivo, está vivo, o ambas cosas, entonces?

–Siempre me interesó aplicar en la nominación de un disco en ciernes una intención lúdica. El título es la cara del cuerpo del disco que aparece cuando ya el concepto artístico cobró forma, y eso es lo que da, además del hecho de que ser o estar no es lo mismo para nosotros que para quien pronuncia el verbo ingles “to be”. En nuestro idioma, la definición semántica es que un ser vivo es un organismo que nace, crece, alcanza la capacidad para reproducirse y muere. En definitiva, es el recorrido que hace una canción hasta el momento de consumarse en un disco. 

Los ejemplos tangibles que da el cantautor son tres. “Close to me”, clásico de The Cure; “Nada” y “Estrella de bar”. “Las primeras dos las grabé once años atrás y por ende cambiaron conmigo, se fueron macerando con el paso del tiempo. Yo no soy el mismo que once años atrás y mis canciones tampoco. Una canción que se encuentra en estado embrionario, en cambio, necesita un tiempo para desarrollarse y muchas veces eso no sucede al momento de ser grabada por primera vez”, explica él. “También ocurre que una misma canción puede proponerme como intérprete la posibilidad de revestirla con ropajes diferentes”, dice, y aquí el ejemplo es la mencionada “Estrella de bar”. “En este caso, la canción cambia el carácter, porque tiene otro pulso, otro tempo. Se resignifica desde otro lugar”.

–Dijo que prefiere el estudio al vivo. ¿Por qué?

–La grabación en un estudio te amplía las posibilidades de explorar al momento de registrar cualquier material, algo que el vivo, al contrario, lo limita. Por eso este disco fue pensado con el mismo criterio artístico que cualquiera de mis trabajos anteriores. La lista de temas fue armada en otro orden al momento de la posproducción para que tenga una fluidez y, al mismo tiempo, una lógica conceptual. 

La presentación de #SerVivo, prevé Piro, será “única y particular”. “Como a cualquier ser vivo, el hábitat lo condiciona y lo afecta. Y Pista Urbana es un hermoso lugar donde el formato acústico pide pista... la excusa del disco me permite también rearmar el repertorio del vivo con nuevas y viejas canciones. La verdad es que nunca me interesó replicar milimétricamente un disco al momento de presentarlo, porque presentar un disco en vivo, grabado en vivo, suena a algo bastante tonto. Así que el pretexto no es el disco en sí, sino la música”, confiesa el marplatense, que también está preparando un repertorio de “impronta oscurita”, cuyas influencias viajan hasta su adolescencia. “Mucho Nick Cave, Smiths, Bauhaus, sí, y también varios tangos propios, a los que le sumaría composiciones actuales de Daniel Melingo, Omar Giammarco, Martin Elizalde y Leo Caruso. Pero, sobre todo, me interesa desarrollar una mirada más aguda a través del tango, porque cuando comencé a componer canciones, el género era un condicionante negativo, y pasó un tiempo para que pueda sacarme de encima ese prurito.”