“Históricamente, la Confederación Sudamericana de Fútbol se dividió en dos bandos: los del Pacífico, con Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; y los del Atlántico, con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Ubicate en el 2012, cuando el presidente era Nicolás Leoz. Como la salud del pope flaqueaba, el descontento de los presidentes del bando del Pacífico por el poco peso que este sector tenía, crecía. Por eso, sus cinco mandatarios comenzaron a armar el plan para quedarse con la Conmebol, manejada desde hacía años por Julio Grondona. Iban a proponer armar un ente superior, de sorpresa en medio de la votación. Y lo hicieron en uno de los Congresos Extraordinarios de la entidad, en Paraguay. Tenían los votos e iban a dar el golpe maestro. Pero justo ahí, cuando iban a vencer, Don Julio levantó la mano y pidió algo. 'Perfecto, pero quiero que esta votación la presencie un amigo', agregó. La puerta se abrió e ingresó Joseph Blatter, el entonces presidente de la FIFA y socio directo de Grondona. Nadie entendía nada. No había razones para que el suizo estuviera sin avisar en Luque esa mañana. Los del Pacífico lo recibieron y le preguntaron por su llegada. El presidente de la AFA volvió a interrumpir: 'Lo traje para que sepa que vos, vos, vos, vos, vos y vos lo querían cagar al doctor Leoz'. Un rato después, la votación salió 10 a 0 en contra de la propuesta y en favor de Grondona. El hombre los había aniquilado políticamente. Más tarde simularon el puntapié inicial de Blatter en el torneo paraguayo, como excusa ante la posible filtración de su sorpresiva llegada. Ese era Don Julio”.

En un departamento de San Petersburgo, cuatro cronistas conversan y la cena tiene un protagonista invisible: Julio Humberto Grondona. La anécdota fundacional sobre aquella pírrica victoria del hombre de Sarandí por sobre un complot revanchista de los mismos dirigentes a los que él domesticaba a base de favores ya se escuchó en otras mesas y en otros días, pero sigue siendo igual de efectiva para definirlo. Aunque los medios parecen haber olvidado al personaje que les dio y les quitó derechos televisivos, que hizo poderosas a varias cadenas y que, a su vez, condujo el fútbol argentino por casi cuatro décadas, Rusia 2018 es el primer Mundial sin Don Julio.

La mitología popular grondonista contiene anécdotas probadamente veraces, algunas exageradas y las que verdaderamente son construcciones colectivas. Entre las primeras podría anotarse, por ejemplo, el papel central del argentino para que Blatter llegara al poder de la máxima entidad del fútbol mundial. Luego, su maestra acción para dar el Mundial 2010 a Sudáfrica, fidelizar los votos africanos y bancar al suizo ante los embates de los europeos que querían voltearlo. También la particularidad de haber sido vice de la FIFA sin hablar una palabra de inglés. De los relatos efectistas, existen pocos mejores que aquella oportunidad en la que el hombre recibió el pedido de Inglaterra para que apoyara su propuesta como sede de la actual Copa de 2018. Fue en el 2010, cuando Julio los escuchó y les devolvió al ángulo: “Si ustedes piden a su gobierno que se siente a negociar por las Islas Malvinas con Argentina, yo los voto”. Los europeos no dijeron nada y la conversación terminó en ese instante.

En San Petersburgo la cena sigue y uno de los comensales cuenta el fallido intento del presidente de uno de los clubes más grandes de la Argentina. “Cuando llegó a su primera reunión de Comité Ejecutivo, Grondona lo sentó al lado. Y el tipo se dio cuenta que Don Julio hablaba bajito, que debía ser difícil escucharlo para los que estaban en el fondo del salón. Entonces, en un pequeño parate, le llegó a ofrecer al presidente de la AFA si quería que instalara un potente sistema de sonido, que corría por cuenta de él. El tipo quería hacer pata ancha. Pero no tuvo respuesta. Un rato después, Grondona sometió a votación aquello de lo que había hablado. Todos por la afirmativa. Ni una negativa. Ahí, giró la cabeza y le contragolpeó: “Ves, nene. ¿Para qué voy a poner un sistema de audio si los muchachos votan todos igual”. Jaque mate.

La última de la noche es sabida, pero tiene introducción, nudo, desenlace y un desarrollo tan perfecto que es difícil de obviar. “Macri quería instalar el tema de las Sociedades Anónimas Deportivas, allá por 1999. Incluso, llegó a pensar que había convencido a Grondona de implementar esa opción. El mandamás le pidió al entonces presidente de Boca que expusiera el tema. Luego, lo sometió a votación. Toda la asamblea votó en contra. Sólo Macri levantó la mano a favor. Don Julio lo miró y le dijo con simulada pesadumbre: 'Perdimos Mauricio'. Dicen los que conocen al hoy presidente que aquella jugada todavía le duele”. La cena se va y un par de cosas quedan claras. Grondona fue lo que fue históricamente en todas sus dimensiones, desde la de conductor político al megaescándalo de corrupción del FIFA Gate. Dicho esto, a todos los protagonistas de la noche de las anécdotas les queda claro en las vidrieras argentinas falta un libro que recopile a cuenta de hoy esa novela de padrinos que fue la vida de Don Julio. Y, tal vez luego, una serie en Netflix con la que dimensionar sus luces y sus sombras para toda la eternidad. Showtime. No todo pasa.