Cuenta la historia que Lilith fue la primera esposa de Adán, mucho antes de la creación de Eva. Ella fue creada junto con el hombre para ser su ayudante, como el Torah afirma "Mujer y Hombre él los creó". Los primeros datos de Lilith se ubican a mediados del tercer milenio antes de nuestra era, en la época sumeria, en el área conocida como Mesopotamia. Se encuentra como Lillake en una tablilla sumeria del año 2000 a.C. hallada en Ur, que abarca el relato de Gilgamesh y el sauce. Pero ella no fue la mejor compañía para Adán. Había poco en lo que Adán podía convenir en su intento de aparearse con esta fémina, él pidió estar arriba, pero Lilith se negó "Fuimos creados iguales, y entonces debemos hacerlo en posiciones iguales".

Adán replicó que él no se detendría a tal nivel de igualarse con Lilith, quien era simplemente una de tantas bestias en el campo creada para ayudarle, y de esa forma sería como ella permanecería siempre.

Lilith fue más de lo que Adán había imaginado. Ella fue con Yahweh, y usó sus destrezas en seducción con él. Yahweh, conocido por su tacto suave ante las mujeres, fue finalmente conducido a revelarle su nombre sagrado, y así Lilith pronunció el nombre divino, y voló lejos del Jardín y de Adán para siempre.

Luego tomó residencia en una cueva en las costas de Mar Rojo, donde se encuentra hasta estos días. Ella acepta a los demonios del mundo como amantes, y desova muchos miles de demonios niños, ella fue llamada Madre de los Demonios, esposa de Asmodeus, el Rey de los Demonios.

Adán, mientras tanto,  lamentaba la partida de Lilith. Fué con Yahweh y expuso su caso pidiendo su retorno. Este concordó que una criatura del Edén no debería partir tan fácil del reino, y dispuso tres ángeles para recobrarla.

Estos tres, Senoy, Sansenoy, y Semangelof, pronto encontraron a Lilith en su cueva y le exigieron su retorno con Adán por órdenes de Yahweh. Si se rehusaba, le informaron, matarían a un ciento de sus hijos demonios cada día hasta que decidiera regresar.

Lilith exclamó que incluso esta suerte era mejor que regresar al Edén y a la sumisión a Adán. Tan pronto como los Ángeles cumplieron su amenaza, Lilith también hizo una terrible proclamación. En respuesta por el dolor infligido, mataría a los hijos de Adán. Juró atacar a los niños, e incluso a sus madres, durante el nacimiento. Juró también que los recién nacidos estaban en peligro de ser objeto de su ira, las niñas por veinte días y los niños por ocho. No sólo esto, sino que también atacaría a los hombres en su sueño, robándoles su semen para dar nacimiento a más niños demonio, que reemplazarían a esos asesinados cada día.  Así fueron las cosas para la primera mujer. Su existencia me llevó a interesarme sobre otras mujeres en la historia que no se dejaron dominar. Me hizo preguntarme por qué desde las primeras civilizaciones no eran tenidas en cuenta ni siquiera en las leyes, en las que se equiparaban sus derechos a los del niño.

Se considerará anacrónico el planteo de este tema en este incipiente siglo pero observo que, tanto en lo público como en lo privado, persiste la marginación en el ejercicio del poder.

 

Hay algo que molesta al varón: la mujer es su semejante, ella está con él en una relación de igualdad en tanto ambos son seres humanos y han sido creados de igual forma. Igualdad en la diferencia, proclama el feminismo. Equidad antes que igualdad, propongo, ya que no somos iguales, agrego,  discrepando con las feministas.

Sin embargo, esta realidad es negada en los hechos. Haciendo un trabajo similar, la mujer gana generalmente menos dinero que el hombre. No accede de la misma manera a ciertos lugares de poder, usa velos que ocultan su rostro, llevó el apellido del marido, es víctima de violencia doméstica y de violaciones sexuales, etcétera.

Cuando busco la definición de la palabra equidad encuentro varias y me quedo para citar aquí con la  disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece. Creo que ese sería el ideal en las relaciones sociales, amorosas,  laborales o religiosas entre hombres y  mujeres.

A pesar de todo lo expuesto algo avanzamos. Hoy ya mamás y papás pueden ponerles  a sus hijos el apellido materno si así lo desean, gracias al nuevo código civil que rige en Argentina. Hubo mujeres presidentes, un cupo que nos da representatividad  en el gobierno, hemos ganado muchas batallas pero todavía falta. Y ya no hay que seguir esperando para ganarse la equidad. Creo que es tiempo de seguir luchando, no de resignarse o acomodarse en un lugar tranquilo que nos ha traído más dolor que placer o beneficio.

 

* fragmento del libro “Modelo de mujer”