Desde Moscú

Máximo Gorki orillaba los setenta años cuando se inauguró el parque que hoy lleva su nombre y saludó calurosamente que se abriera ese espacio de más de 100 hectáreas, a la vera del río Moscova, que se llamó “Complejo de la diversión y el ocio”. Seguramente, de pibe, le hubiera encantado corretear por un lugar tan bello, entre árboles, plantas y sendas para bicicletas y patines, parque de diversiones y canchas para practicar deportes. Pero Gorki no tuvo parque y casi podría decirse que tampoco tuvo infancia. Cuando cumplió 4 años murieron sus padres y fue criado por su abuelo, que era el patriarca autoritario de una familia burguesa en decadencia. A los 11 años, el niño Gorki se escapó de la casa e inició sus andanzas, muy bien reflejadas en algunos de sus libros en los que se destacan sus críticas a los zares y su posterior adhesión a los principios socialistas. 

Fuimos al Parque Gorki, visita obligada según las guías turísticas, con la excusa periodística de que ahí funciona un espacio que se le asignó a Qatar para promocionar el Mundial de fútbol de 2022. Ahí había sanguchitos de salmón, un jugo de algo así como cerezas calientes, las maquetas de algunos estadios ultramodernos, rusos disfrazados de jeques y una especie de set de televisión con imágenes virtuales de Doha, la capital de Qatar. Ni medio folleto, aunque prometieron mandarnos alguna información por correo electrónico. Pero lo que sí valió la pena fue la caminata pese al sol quemante y los casi 30 grados de temperatura por ese parque que a cada paso nos recordaba diferentes lugares conocidos: aquí, Palermo, ahora Rosedal, Jardín Japonés, Puerto Madero, Parque Sarmiento, “no se olviden del Parque Independencia”, dice un amigo rosarino con el que nos cruzamos. También es como el Central Park neoyorquino, en el corazón de Moscú, porque en invierno los lagos se convierten en pistas de patinaje. En realidad, cuando el parque se inauguró en 1928 se pensó más que nada para ofrecerle al pueblo un lugar para hacer vida sana en el invierno. Elena Sobóleva, directora de la sección historia cultural, resalta que en las aguas del río Moscova se hacían competencias de aguas heladas y de patinaje que atraían a multitudes.

En nuestra visita de ayer vimos gente deslizándose en toda clase de monopatines; un partido de básquetbol en cancha de cemento –con tablero electrónico y todo– entre jóvenes de 2 metros promedio; un improvisado picado de fútbol entre troncos; muchos troncos de árboles propiamente dichos; parejas con niños en cochecitos, niños en triciclo; sorprendentes jardines policromáticos; esculturales muchachas tomando sol en las escalinatas cercanas al río (a eso llaman playa); todo en modo fiesta de jueves veraniego a la tarde. No cuesta imaginarse lo que puede ser eso en domingo. La estación de metro más próxima al Parque Gorki se llama Park Kulturi, casi una obviedad: Kulturi para todos.