Casi en el mismo momento en que la Selección Argentina de fútbol quedó eliminada por Francia en el Mundial de Rusia, empezó a sonar la mágica palabrita: proyecto. Al tiempo que se condenaba a Jorge Sampaoli a quemarse en las llamas del infierno, se planteaba la necesidad de un cambio estructural encarnado en la figura de un nuevo técnico. Ya antes de que Sampaoli cediera a las presiones y rescindiera su vínculo laboral con la AFA, el periodismo levantó el telón para el desfiles de nombres: Josep Guardiola, Diego Simeone, Marcelo Gallardo, Mauricio Pochetino, José Pekerman, Ricardo Gareca y hasta el autopromocionado Ramón Angel Díaz. Se descontaba que cualquiera de ellos debería llegar con un proyecto serio, de largo alcance. Y aquí empiezan a abrirse preguntas que difícilmente encuentren respuestas positivas.

¿Qué sería un proyecto de largo alcance?

¿El que no le dejaron desarrollar a Sampaoli a quien llamaron como bombero para la clasificación y luego crucificaron?

¿Por qué hay que creer que se va a respetar el contrato de un nuevo entrenador si no se respetó el de ninguno de sus antecesores?

¿Está en condiciones el resultadista fútbol argentino de sostener un proceso que no garantice resultados inmediatos?

¿Qué va a pasar con el nuevo entrenador si no responde a las expectativas en la Copa América que se jugará el año que viene en Brasil?

¿Se puede sacar a la Slección Nacional del contexto de clubes asfixiados económicamente que procuran salvar sus finanzas vendiendo apresuradamente a jóvenes futbolistas apenas despuntan?

¿Están los clubes dispuestos a apoyar a un seleccionado local y ceder a sus jugadores para que compitan de forma permanente en el interior y el exterior?

¿Hay voluntad política de mejorar el marco de referencia de la Selección que sería un torneo local mucho mejor que el que se juega actualmente?

¿Existen las condiciones para que las selecciones juveniles vuelvan a tener el peso que tuvieron en los tiempos en que estaban bajo el mando de José Pekerman o Hugo Tocalli?

¿Se cortará la influencia de Daniel Angelici como hombre fuerte de Mauricio Macri para hacer y deshacer como virtual presidente de la AFA respondiendo a los intereses del poder central?

¿Acompañará el periodismo de peso mediático un proceso de verdadero cambio o seguirá como hasta ahora girando al compás de los resultados, extendiendo certificados de defunción en la derrota y anunciando glorias eternas después de un circunstancial triunfo?

¿Se seguirá intentando la salvación en cada competencia a través de Messi cargando sobre sus espaldas una responsabilidad tremenda, insoportable?

¿Seguiremos creyendo esa estupidez de que el segundo es el primero de los fracasados?

Cualquiera de los hombres en danza para suceder a Sampaoli necesita tiempo, respaldo, claridad e inteligencia para surfear con un poder y un periodismo salvajes. Pero el fondo de la cuestión es que el cambio debe ser más profundo que el enunciado de un proyecto para la Selección Nacional. Y la prioridad será la de ver cómo se hace para que el fútbol deje de ser una tragedia, y vuelva a ser una fiesta. No hay mejor proyecto que ese.