Ya se sabe: para el jazz, nunca es demasiado tarde. A los 89 años, la legendaria cantante Sheila Jordan actuará por primera vez en Buenos Aires este viernes y sábado en Thelonious Club, recién mudado a su nueva dirección de Nicaragua 5549. Grabó poco y nunca gozó de la popularidad de sus contemporáneas, pero siempre se dijo elogiosamente de Jordan que no era el tipo de cantante preferida de los críticos o del público, sino “de los músicos”. Tanto como que su primer mentor –cuando apenas había pasado los 20 años– fue nada menos que Charlie Parker, a quien se le atribuye haberle celebrado su “oído de un millón de dólares”, por su capacidad para adaptarse a los más sinuosos cambios armónicos y tonales del bebop y hacer de su voz un instrumento privilegiado. Honrando esa leyenda, son ahora los hermanos Mariano y Sebastián Loiácono, grandes agitadores de la escena del jazz local, quienes la convocaron para tocar con ellos nada menos que en cuatro exigentes sets consecutivos, dos de ellos, como corresponde, alrededor de medianoche. 

Para saber su historia de vida –que tiene tantos giros y sorpresas como sus improvisaciones, que la han convertido en una virtuosa del “scat”– basta con escucharla en una rara composición propia, que tiene algún registro reciente en Youtube y ojalá repita ahora en Buenos Aires. En su conmovedor “Sheila’s Blues”, cuenta con humor y sin autocompasión alguna que nació en Detroit “el mismo día que Mickey Mouse” (18 de noviembre de 1928), que su madre tenía apenas 17 años y que ella quedó al cuidado de su abuela materna. Cantaba desde niña y al escuchar de adolescente un disco de Parker no quiso hacer otra cosa que cantar con él y hacer con su voz lo que él hacía con el saxo alto. “Creo que él escribió ese tema, ‘Chasin’ the Bird’, pensando en mí”, vocaliza, para acrecentar su leyenda. Parafraseando a Cortázar, se diría que ella era “la perseguidora”.

Lo cierto es que llegó a conocerlo cuando Parker fue una noche a tocar a Detroit y, poco antes de la muerte de Bird, se hicieron amigos en Nueva York, donde Sheila había ido a estudiar armonía y teoría musical con Lennie Tristano y Charles Mingus, nada menos. Estuvo casada diez años con Duke Jordan, que fue pianista de Parker y de quien le quedó pegado su apellido (Sheila Jeanette Dawson figura en su partida de nacimiento). Y en la Gran Manzana participaba de cuanta jam session se armaba en Birdland o Minton’s, hasta que tuvo a su hija Tracey y decidió que para criarla necesitaba dejar la vida nocturna y conseguirse un trabajo diurno y estable, lo que cortó su carrera musical durante casi una década.

Fue en 1962 que llegó a grabar su primer disco, Portrait of Sheila, para el sello Blue Note. Hasta entonces, el productor Alfred Lion había hecho del jazz exclusivamente instrumental una política intransigente de su grabadora, pero después de escucharla en vivo en un club del Greenwich Village con el conjunto de George Russell decidió llevarla al estudio de Rudy Van Gelder para una sesión hoy mítica, la primera de una vocalista en Blue Note. Allí fue evidente lo que toda la escena del jazz neoyorquino ya sabía hacía tiempo: su fraseo limpio, su dicción impecable, pero a la vez los muchos riesgos con que asumía  cada improvisación. Y su predilección por dejarse acompañar en muchos pasajes solo por el contrabajo, algo que parece que ya había hecho alguna vez en una jam de madrugada con Mingus y que en el disco hace de maravillas con un joven talento de entonces llamado Steve Swallow.

Esa peculiar combinación –que hace unos días nomás exploró de manera maravillosa la brasileña Rosa Passos junto a su “filhote” Paulo Paulelli en el Bebop Club– fue luego una constante en la larga carrera de Sheila Jordan, que grabó varios discos en ese formato tan íntimo y que exige tanto de cada intérprete. Primero con el noruego Arild Andersen, luego con Harvey Swartz y finalmente con Cameron Browne, son unos cuántos discos en los que Jordan privilegió su relación con el contrabajo como único interlocutor válido. 

Entre medio, armó un cuarteto con el pianista Steve Kuhn, tocó con músicos de la talla del saxo alto Lee Konitz y el trombonista Ruswell Rudd y fue convocada por Carla Bley y Steve Swallow para proyectos de vanguardia como fueron los discos Escalator Over the Hill (1971) y Home (1980), respectivamente.

Ahora en Buenos Aires por primera vez, Sheila Jordan cantará acompañada por Mariano Loiácono (trompeta), Sebastián Loiácono (saxo tenor), Ernesto Jodos (piano), Jerónimo Carmona (contrabajo) y Eloy Michelini (batería). Después de su paso por Thelonious, el grupo se presentará también el domingo 29 en Rosario. Y el lunes 30 y martes 31, Sheila –reconocida docente del City College of New York entre 1978 y 2005– ofrecerá sendas clases magistrales en la Usina del Arte. Habrá que seguirle el tren.