Por sobre el siempre apreciable linaje de los “buscadores”, Al Di Meola bien podría incluirse en la variante afortunada de los “encontradores”. En más de cuarenta años de historia musical, y con una discografía extraordinaria atravesada por títulos que por energía y originalidad bien podrían estar entre los más influyentes de estas décadas, el guitarrista norteamericano ha sabido forjar un estilo a partir de sus hallazgos. El flamenco y el tango, el jazz y el bolero, el rock y África, además de algún gesto vago pero fascinante de Oriente, han contribuido a una idea de fusión que asociada a su nombre está en ebullición permanente. Algo de esto se escucha en Opus, el disco por el que Di Meola regresará a Buenos Aires para actuar el jueves 2 de agosto en el Teatro Ópera. 

Con la colaboración de Richie Morales en batería y el notable pianista cubano Kemuel Roig, y la coproducción del músico argentino Darío Eskenazi, en Opus Di Meola toca también bajo eléctrico, batería y percusión. Sin embargo, durante la gira latinoamericana que antes de Buenos Aires pasará por Montevideo, Santiago, San Pablo y Río de Janeiro, el guitarrista estará al frente de un trío acústico, que se completa con el acordeonista Fausto Beccalossi, a quien califica como “uno de los mejores del mundo” y Kemuel Roig. “Opus es un trabajo muy personal, con música que compuse en los últimos tiempos, grabada casi íntegramente por mí en todos los instrumentos”, repasa Di Meola por teléfono desde New York. El dato cobra sentido más amplio cuando el guitarrista habla del momento por el que atraviesa en su vida personal. “Este disco coincide con una etapa de mi vida en la que soy feliz. Tengo una nueva familia, una nueva esposa, una pequeña bebé, y con ella tres hermosas hijas”, cuenta.

–¿Esa felicidad se refleja en su música actual?

–Creo que sí, pero no le sabría decir de qué manera. Creo que siempre hay un reflejo de la vida en la música, en el sonido. Como compositor siento que vivo una evolución que ocurre naturalmente. Pero no sé si tiene que ver con las condiciones en que uno hace música. Solo sé que los momentos en que compongo, son momentos intensos, momentos de paz. 

–Es un buen comienzo…

–No sé hasta qué punto es necesario que el artista tenga una vida personal confortable, plena, para lograr una buena obra. En mi caso esta plenitud me ayudó en un momento en el que estaba realmente preocupado, preguntándome si sería capaz de seguir haciendo música. 

–¿En medio de la felicidad personal sentía que atravesaba una crisis creativa?

–No tanto como una crisis, pero estaba preocupado de verdad. Finalmente encontré el camino para crear y desarrollar un sonido diferente, distinto a los otros discos.

El virtuosismo siempre afilado de la guitarra y la combinación entre lo eléctrico y lo acústico son los puntos donde se concentra la variedad de colores de Opus, un trabajo que entre aires varios presenta sus derivas más marcadas hacia el tango y el flamenco. Significativamente, comienza con un aire de milonga: “Milonga Noctiva”, tema con el que Di Meola regresa al universo al que supo asomarse en trabajos como World Sinfonía (1991) o Di Meola Plays Piazzolla (1996), en los que participa Dino Saluzzi en bandoneón. “En el tango encontré una hermosa inspiración, que a su vez me llevó a encontrar reflejos de la música clásica. Mi amistad con Piazzolla, que comenzó en 1983, me hizo profundizar en su música. Lo que me impresiona de la música de Piazzolla es el amplio abanico de sentimientos, todos intensos. Están la pasión, la belleza, por momentos la furia. Es una música visceral. Y eso es justamente lo que cuesta encontrar en la música (norte) americana de estos tiempos”, comenta el guitarrista y continua: “Mucho de lo que escucho de la música de (Norte) América de hoy está hecho con más intelecto que corazón. Por eso me interesa la música argentina, especialmente lo que conocí como ‘nuevo tango’, porque es capaz de combinar todos esos sentimientos en un sonido profundo. Cuando descubrí esa música, más allá de su complejidad, me tocó el corazón. Y cambió mi vida”.

–También el flamenco aporta a su música…

–Eso viene de mi asociación con Paco de Lucía, que fue un tiempo muy estimulante en mi carrera. Por supuesto que elementos de aquella inspiración quedaron rondando en mi música y vuelven en todo momento, porque son parte de mí. Como son parte de mi vida también Los Beatles. 

–¿Y las épocas de Return to Forever también lo marcaron?

–Absolutamente. Fuimos pioneros de ese nuevo movimiento llamado “fusión”, con Chick Corea, Stanley Clarke y Lenny White. Por entonces aparecieron además la Mahavishnu Orchestra y Weather Report, pero a mí me deslumbraba Return to Forever, de la que antes de ser parte fui un fan incondicional.

–¿Qué era lo que lo deslumbraba?

–La increíble habilidad técnica de sus músicos, sobre todo por la forma en que la ponían al servicio de algo totalmente diferente en el jazz. Además las composiciones eran geniales, más que Mahavishnu Orchestra, más que Weather Report. Eso, teniendo 19 años como tenía cuando entré al grupo, fue muy inspirador, algo que me ayudó a desarrollar mis propias armas compositivas. 

–¿Qué sentido le da hoy al concepto de fusión, en un planeta hiper comunicado? 

–No podría decirlo exactamente. Toda la música puede ser entendida como música de fusión, en tanto incorpora elementos de diferentes partes y géneros. Hoy como nunca antes estamos expuestos a la música de diferentes países, a lo que se llama World Music. Y eso ocurre no sólo en el jazz, también en el rock y en otras formas de la música. En los años ‘70, hubo elementos de World Music que confluyeron en el jazz y enseguida en el rock. Eso se volvió, digamos, clásico. Pero ahora, por ejemplo, en mi música se pueden escuchar, o al menos eso espero, elementos que vienen de diferentes culturas. Resuenan tradiciones europeas y de diferentes partes de América Latina, del tango argentino. Entonces el término fusión ya no tiene mucho sentido hoy. Se puede hablar, en todo caso, de World Music. 

–¿Dentro de esa amplitud en la música actual, le interesa algo en particular?

–Ahora busco hacia atrás en el tiempo. Vuelvo a cuando era más joven y empezaba con la guitarra, y escuchaba a Los Beatles y cierta música que tal vez era más simple, pero muy efectiva. Todo lo que me inspira desde lo más profundo tiene que ver con formas de lo clásico, desde Stravinsky hasta The Beatles. Pero no escucho mucha música de fusión. No soy un gran fan de la antigua fusión, o en definitiva la fusión que prefiero es la que está ocurriendo ahora. Y en mi caso es la mixtura de todas mis influencias y de lo que he desarrollado. Pero más allá de las influencias y las combinaciones, estoy más interesado en encontrar un balance entre el corazón y el cerebro.