Hay una canchita que se llama San Siro, otra a la que llaman La Bombonera y hay muchas más a las que se las conoce por los nombres de sus barrios en los suburbios de París. Son los escenarios naturales del documental francés Balón sobre el asfalto, que recomendaron algunos amigos y que se puede ver (¿o habría que decir que no se puede dejar de ver?) en Netflix. Si se quiere entender un poco más el fenómeno que encumbró a Mbappé, Pogbá, Kanté, Dembelé y otros jugadores de la Selección francesa, la película ofrece algunos puntos de referencia, pero si lo que se pretende es entender la felicidad que es capaz de provocar el juego, ahí está cada uno de los cuadros del documental entero para informarse. Merecería formar parte de esta historia la observación de Eduardo Galeano que pone en la misma onda a Brasil y Francia: “Hay algunos pueblos y caseríos del Brasil que no tienen iglesia, pero no existe ninguno sin cancha de fútbol”. 

Del mismo modo, es inevitable pensar en los baldíos que sobreviven en el Gran Buenos Aires, ante las imágenes de caños, pisadas y sombreros en terrenos precarios. En todos los casos se trata de soplos de aire fresco que agrandan los márgenes de las canchitas, y el entorno social en los que están enclavadas.

El documental es un collage que incluye a jugadores profesionales y amateurs de todas las edades, que se paran frente a la cámara para contar sus experiencias al tiempo que se dejan filmar cuando exhiben su depurada técnica. “No me importa tanto el resultado del partido si mi equipo pudo meter algunos caños”, dice uno. “Todo el día con la pelota necesariamente mejora la técnica”, reflexiona otro. “Jugamos para sentirnos en libertad”, remata un tercero. Musicalmente, el rap lo envuelve todo en esos barrios y por eso explican con sencillez que para el fútbol solo hace falta una pelota, del mismo modo que para el rap solo es necesario tener un bolígrafo y un pedazo de papel.

También hablan músicos y entrenadores. Las palabras de uno de estos directores técnicos funciona como síntesis, en ultimo tramo del documental: “Entreno a mas de 400 chicos de seis a 15 años, y lo primero que les digo es que está bien que se tomen como meta llegar al profesionalismo, pero deben saber que solo uno de cada cinco mil llegan; que en los clubes 86 de cada 100 vuelven pronto a las calles. Se que soy duro, pero debo decirles la verdad, no puedo ser un mercader de ilusiones”.

Sobre una sucesión de primeros planos de conmovedoras sonrisas francas en torno de una pelota, se escucha la voz del mismo entrenador en un cierre impecable: “El placer más grande del fútbol callejero es estar con el balón y con los amigos, puedes jugar en las favelas de Brasil o en los barrios de aquí y el placer es el mismo, porque el fútbol callejero se trata de un balón, una cancha y tus amigos. En ese momento el mundo te pertenece”.