El papa Francisco cumplió un paso histórico al modificar el catecismo de la Iglesia católica para declarar “inadmisible” la pena de muerte e incluir un compromiso a luchar contra ella en todo el mundo.

Es un paso muy importante para la historia de la iglesia: eliminar la legitimación de la pena de muerte al modificar el artículo 2267 del catecismo, el libro que contiene la explicación de la doctrina de la Iglesia católica.

Hasta 1992 el catecismo no excluía la pena capital en casos extremos. En el nuevo texto, se explica que “durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”. Sin embargo, reconoce que “hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves”.

“Además se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”, subraya.

El texto oficial entrará en vigor tras la publicación por el diario oficial L’Osservatore Romano y en las Acta Apostolicae Sedis.

La modificación será explicada a través de una carta a todos los obispo,s escrita por el cardenal español Luis F. Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

“Con esta decisión del papa Francisco todos los católicos nos convertirnos en constructores de un mundo sin pena de muerte”, declaró satisfecha la comunidad católica de San Egidio, entre los promotores de la campaña mundial contra la abolición de la pena capital.

La decisión del papa argentino llega tras décadas de batalla de varios pontífices contra la pena de capital, comenzando por Pablo VI a mediados del siglo XX. Basado en el principio de que la condena a muerte es una ofensa a la vida, el papa Juan Pablo II hizo un fuerte llamado a favor de la abolición en Estados Unidos en 1999, país donde aún es vigente, tras tildarla de “cruel e inútil”. Fue justamente Juan Pablo II, quien a través de un “motu proprio”, una ley papal, emanada en febrero del 2001, decidió suprimirla de forma definitiva como ley vaticana.

Fiel a esa línea, el papa Francisco pidió a inicios del 2016 a los gobernantes de los países que aún aplican la pena de muerte de suspender las ejecuciones durante ese año por respeto al Jubileo Santo de la Misericordia.

La mayoría de los países predominantemente católicos de todo el mundo han abolido o suspendido las ejecuciones judiciales y en muchas ocasiones el Vaticano y el Papa han intercedido para que Estados Unidos suspenda ejecuciones.

Francisco en varios discursos e intervenciones públicas, como en el histórico discurso en el Congreso de Estados Unidos, en septiembre de 2015, ha abogado por la abolición de la pena de muerte.

Según datos del 2017 de la organización humanitaria Amnistía Internacional se registraron 993 ejecuciones en 23 países, con una reducción del 4 por ciento con respecto al 2016.

La mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, por este orden.

Al terminar 2017, un total de 142 países (más de dos tercios) habían abolido por ley o en la práctica la pena capital.

Estados Unidos sigue siendo el único país de la región de las Américas que llevó a cabo ejecuciones (23) y dictó 41 condenas a muerte.