Eduardo Maicas era “el hombre más bueno del mundo”. Creo que fue Belén Andreozzi, una compañera de trabajo, que lo bautizó así. Y cuando se lo recordábamos se reía socarronamemnte y contaba las últimas puteadas, a un hincha de Racing cargador, a un delantero de Independiente morfón, a un plagio de Nik, a un vecino gorila y al ácido úrico que de tanto en tanto lo trataba mal. “Un hombre bueno no hace esas cosas”, bromeaba. 

Maicas, predestinado para el humor (su apellido encaja perfecto como seudónimo) era talentoso, creativo, un jugador polifuncional capaz de ponerle brillo al trazo de un personaje, al guión de una historieta, a la letra de una canción, o a lo que pintara. Pasó por muchísimos medios gráficos, hizo radio (lo hacía reír a Santo Biasatti), televisión (en el maravilloso ciclo Plop, junto a Juan Sasturain) dibujó libros propios y de otros. Participó de antologías de cuentos deportivos, ilustró el Espacio de Deporte y Derechos Humanos de la Ex Esma, coordinó una serie de charlas sobre el humor gráfico de la que participaron entre otros Caloi, Fontanarrosa, Rep, Sendra y Daniel Rabinovich. Y era bueno para cada cosa. Todo lo hacía bien, profesionalmente, a conciencia. Con la mejor onda. Si alguno de sus amigos lo convocaba para algún trabajo me consta que nunca preguntaba “¿cuánto hay?” y solo se preocupaba por que se le pagara bien a Marina, la piba que les ponía color de computadora (el hombre no tenía mucha onda con las nuevas tecnologías) a sus monitos. En términos futboleros, si uno le tiraba un ladrillo devolvía la pelota redondita. Hace unos años le hablé de un proyecto pedagógico de revista con el Ministerio de Educación para el Mundial de Sudáfrica y devolvió un mapamundi, con símbolos de todos los equipos que participaban del campeonato viajando desde sus países en bote. Una maravillosa lección de geografía y de humor gráfico. No hace mucho le sugerí que inventara un personaje para el Diario de la Feria del Libro e hizo “El charlatán de feria” en unos cuadritos divertidísimos, llenos de contenido. 

Maicas era por sobre todas las cosas noble, generoso, solidario, gaucho, simpático, divertido, buen compañero de su inseparable Adriana, maravilloso padre de sus tres hijos, amigo entrañable. Era, de verdad, el hombre más bueno del mundo.