A seis meses de haber sido llevado a declarar por la fuerza pública al juicio contra la banda de Los Monos, Diego Romero fue asesinado de cinco disparos en la puerta de su casa de Barra al 2300. Dos personas en una moto pasaron por la vereda de su casa anteanoche, y le acertaron cinco balazos en el pecho. Ocurrió la noche posterior a las dos nuevas balaceras contra el Centro de Justicia Penal y al edificio de barrio Martin vinculado con la jueza Marisol Usandizaga -miembro del tribunal que condenó a la banda-, donde apareció un mensaje escrito en cartón: “Con la mafia no se jode”. En diciembre y en febrero pasado, este electricista de 37 años se había negado rotundamente a presentarse en el juicio contra el clan Cantero. “Es un peligro que concurra”, leyeron desde secretaría la respuesta del testigo, el día que tenía que presentarse. “Dijo que se va a tomar un colectivo para salir de la provincia”, agregaron. Antes había dicho que tenía que hacer trabajos en Chaco y que no podía asistir.

Siete vainas de calibre 9 milímetros fueron encontradas anteanoche, cuando pasadas las 22.10 se dio aviso sobre el crimen. Fuentes de Fiscalía y del Ministerio de Seguridad indicaron que fue su madre quien llamó al 911. Las declaraciones de testigos indicaron que la víctima se encontraba en la puerta de su domicilio cuando pasaron dos personas en moto, quienes sin mediar palabras abrieron fuego. Los primeros exámenes médicos dieron cuenta de que cinco disparos le impactaron en la zona del tórax. Romero murió al llegar al Heca.

Si bien desde los organismos de investigación se dieron a conocer los antecedentes penales de la víctima, un dato resultó más trascendente: el muchacho temía por su vida y dos veces se había negado a declarar en el juicio a la banda Los Monos, luego de que en la investigación del juez Juan Carlos Vienna apareciera como una de las voces que habló de la estructura de la organización, pese a que este año se desdijo y manifestó que se trató de una declaración armada por el ex jefe de la División Judiciales, Cristian Romero; y Vienna.

Finalmente, fue llevado por la fuerza pública, desde la provincia de Chaco, al Centro de Justicia Penal donde se desarrollaron las audiencias de juicio oral y público concluido en abril. Fue en febrero, días después de afirmar que declarar era un peligro; alegó que no tenía nada para decir, pese a que en el expediente figura por escrito que dio detalles sobre la estructura de la organización, y que tenía datos porque integrantes de la banda habían estado presos con sus hermanos en Coronda y porque había vivido en barrio Las Flores. Incluso, contó que había sido tentado por la banda para vender droga en un búnker, pero aseguró que no había aceptado. Según esa declaración, fue Mariano “el Gordo” Salomón quien lo contactó de parte de Ramón “Monchi” Machuca y Ariel “Guille” Cantero para que atendiera en Lima y 27 de Febrero. Le ofrecieron 500 pesos diarios, por 12 horas. Dijo, también, que como no aceptó le pegaron un tiro en la pierna.

Cuando fue llevado al juicio, aseguró que no tenía nada para decir y el fiscal Gonzalo Fernández Bussy le preguntó por aquel incidente. Romero respondió que fue durante un enfrentamiento entre bandas un día que fue a comprar drogas, ya que se declaró adicto desde que era niño. También aseguró que sus dichos en el juzgado de Vienna fueron “armados” y que se había “tejido una telaraña” a partir de ese episodio que consideró aprovechado por los agentes de Judiciales para citarlo a hablar de la banda. La declaración escrita de 2013 indica que fue Monchi quien llamó a “uno de sus sicarios más importantes” cuando Romero se negó a trabajar en el búnker, para que le disparara en una pierna. Y sobre la anterior declaración dijo que solo se la hicieron firmar. Antes, en julio de 2014, había sido testigo del asesinato de una joven que atendía un búnker en 27 de Febrero al 7200. Luego, le balearon su casa.

En el inicio del juicio a los Monos, Romero fue uno de los testigos que manifestó temor para presentarse a declarar. En la primera jornada de audiencias de febrero pasado, diez testigos se ausentaron y algunos de estos manifestaron claramente temer por sus vidas.