Eduardo Maicas tenía un notable sentido del humor negro. El colega Gus contó que la última viñeta, que hizo para el espacio digital “Motor económico”, era de Macri diciendo eso de que había que caminar más, rodeado de gente en silla de ruedas o con bastón. Podía inferirse que uno de esos personajes era él mismo, afectado por la poliomielitis desde que tenía cuatro años. Se tomaba su discapacidad con humor negro, y así como los jugadores de la Selección de fútbol para ciegos se bautizaron a si mismos como “Los murciélagos”, el tituló así uno de sus libros: “Maicas le pega con la de palo”. Dos de las ilustraciones de esta página son precisamente parte de ese libro, que según dijo alguien debía venderse en las joyerías y no en las librerías. Antes de eso, en una antología de cuentos deportivos que publicó Colihue, escribió un hermoso cuento de un arquero que atajaba penales sentado en una silla… de ruedas.

Como buen futbolero sabía jugar al anticipo (“mejor me río yo, antes de que lo hagan los otros”, bromeaba). En cuestiones de fútbol, que de esto se trata este homenaje, Maicas era independiente de los poderosos; independiente de las marcas: independiente de la pelota manchada, de la AFA y de la FIFA, y de los dueños de la pelota en general. Básicamente, Maicas era independiente, bien independiente. Todo de Independiente, digámoslo de una vez. Tanto que cuando partió la semana pasada y dejó el corazón quebrado a muchísima gente, lo velaron con la camiseta del rojo puesta y un banderín dentro del cajón.

Iba a la cancha cada vez que Independiente jugaba de local, y siempre con sus tres hijos Juan Pablo, Agustín y Federico, a los que desde chiquito se les vio el paladar negro. “Ir a la cancha es maravilloso pero ir con los chicos tres veces más”, decía.

Se fue Maicas, queda su obra. Tal vez la mejor manera de homenajearlo sea esta, reproduciendo los trabajos que hacía con tanto amor y que demuestran lo crack que era.