Barrido total de La La Land, consumación del black is beautiful y del indie is better, y un flamígero discurso de la reina democrática Meryl Streep en contra de la prédica de odio y violencia del inminente presidente antidemocrático de los Estados Unidos, Donald Trump, signaron la entrega 2017 de los Globos de Oro, que organiza la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood. Opus 2 de Damien Chazelle, realizador de la ya premiada Whiplash (2014), La La Land, favorita de todas las premiaciones que se llevan a cabo desde fines del año pasado, ganó, en un hecho sin precedentes, los siete Globos para los cuales estaba candidateada. Yendo exactamente en contra de lo que sucedió con los Oscar el año pasado, artistas de color aparecieron en gran cantidad de ternas, con Moonlight –dirigida por Barry Jenkins y con Mahersala Ali nominado como Actor de Reparto– llevándose el Globo más importante, el de Mejor Película Dramática. La La Land y sobre todo Moonlight, tanto como otra de las candidatas, Manchester by the Sea, son, por otra parte, películas infrecuentemente pequeñas e independientes para los estándares de lo que suele premiarse al final de cada temporada. La afroamericana Viola Davis se alzó con el de Mejor Actriz por Fences (película que por el momento no tiene asegurada distribución en la Argentina) y Donald Glover se consagró como hallazgo televisivo del año, en su carácter de actor y creador de la serie Atlanta. La colisión Streep-Trump, tan onomatopéyica como el choque de sus apellidos, merece capítulo aparte.

A comienzos de diciembre, La La Land ganó ocho de las doce nominaciones que obtuvo para los Critics Choice. Si a eso se le suma que el musical de presentación de los Golden Globe fue una parodia sobre ella, mucho misterio no hubo en cuanto a que la película del jovencísimo Chazelle (tiene 30, pero por su aspecto parecía recién rateado del cole) iba a ser la ganadora de la noche. La La Land, que es un musical “como los de la Metro” (pero releído, claro) competía en comedia, y se llevó los Globos correspondientes a Director, Guión, Actriz, Actor, Música y Canción. El Globo para Moonlight como Mejor Drama, si bien es en buena medida atribuible a la propia película (quienes la vieron en el Festival de Mar del Plata, donde participó de la Competencia Internacional, coinciden en hablar bien de ella) podría tener que ver con cierto hándicap dado por sus contendientes. El propio conductor de la ceremonia, Jimmy Fallon, dijo que Manchester by the Sea (acá será Manchester junto al mar) era lo más depresivo que había ocurrido en 2016. Hasta el último hombre carga con la (merecida) mala fama de Mel Gibson. Hell or High Water, que aquí va a llamarse Sin nada que perder, es una película tal vez demasiado próxima a ciertos géneros masculinos (el western, el noir) como para aspirar al premio máximo, y a Un camino a casa, en la que un huerfanito indio criado por australianos vuelve a la India en busca de sus padres, por suerte no la premiaron. Para los Oscar no debería extrañar que a éstas se les sumen, entre otras, Sully, de Clint Eastwood, y Silencio, la nueva de Martin Scorsese.

Lo de Meryl Streep fue glorioso. Teniendo en cuenta que Donald Trump asume en diez días y que la comunidad hollywoodense nunca tuvo, como es sabido, un pelo de republicana (salvo el mencionado Eastwood, y Mel Gibson, pobre, que era la imagen misma del sapo de otro pozo), abundaron a lo largo de la noche referencias entre irónicas y amargas, a cargo de Jimmy Fallon y otros, al hombre a quien habrá que empezar a soportar dentro de una semana y media. Cerca del fin de la ceremonia, pocos minutos después de la medianoche argentina, la morocha Viola Davis, que venía de ganar el premio a Mejor Actriz, subió al escenario para presentar el premio honorífico Cecil B. de Mille, una tradición de todos los años, e hizo lo que sonó como un sincero homenaje a la actriz de Florence, diciendo que por ella había elegido el oficio de actriz. A continuación, la homenajeada subió al escenario con el relax habitual, se disculpó de su disfonía diciendo que se había pasado el fin de semana llorando a gritos (no explicó por qué) y aclaró que por problemas de memoria iba a leer (¿algo que ver con la edad?; tampoco dijo). 

Al minuto, La Reina de Hollywood ya no necesitaba papelitos, machetes ni nada. Sin perder la calma y con una notable articulación del discurso, empezó a hablar de la condición de extranjeros y provincianos de quienes hacen las películas (ver recuadro) y terminó haciendo un conmovedor alegato en contra de la xenofobia, que enseguida encadenó con un episodio en el que Trump (no lo nombró) se habría burlado de un periodista discapacitado de The New York Times. El episodio, que puede verse en YouTube, es confuso, y no está del todo claro que el empresario inmobiliario se haya burlado. Da lo mismo: si no agredió a ese periodista, sí lo hizo con mujeres, extranjeros o personas de otros credos, por lo cual la filípica de la señora Streep, que parecía un Cicerón del siglo XXI argumentando contra un Catilina grotesco, es absolutamente válida. 

Hoy a la mañana, Donald Trump se apuró a contestarle. La calificó de “lacaya” de Hillary Clinton, y de actriz sobrevalorada. Además de millonario y presidente, al parecer el hombre anaranjado es crítico de cine...

AFP
Streep hizo un conmovedor alegato contra la xenofobia.