La bien llamada Revolución Feminista sigue echando por tierra arraigados conceptos de la opresión machista, en este caso el de “zona liberada”, siempre ligado a hechos oscuros y violentos. Ayer, la vigilia verde liberó una zona del centro porteño con cánticos, esperanzas y futuro, más allá de lo que decidieran en el recinto del Congreso los integrantes de la Cámara de Senadores a la hora de votar el proyecto de ley de aborto legal, seguro y gratuito que tiene la media sanción de Diputados. Desde 9 de Julio hasta más allá de Ríobamba, desde más allá de Corrientes hasta más allá del límite fijado por la Avenida de Mayo, la marea feminista llenó esas calles y todas las intermedias con iniciativas que deberían ser tomadas muy en cuenta por todos los poderes públicos, desde el presidente Mauricio Macri hasta los más altos dignatarios de la Iglesia Católica. 

“Hay un machista en la Casa Rosada que quiere a las mujeres todas calladas... Macri gato legaliza el aborto”, cantaban chicas de entre quince y veinte años, que marchaban bajo una llovizna molesta como los antiderechos. Otras de la misma edad, o menos, gritaban en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña, bajo la misma lluvia que parecía una maldición celestial: “Aborto legal y que los curas se vayan a laburar”. A diferencia de la manifestación evangelista del sábado, en las calles donde brotaba el verde todo era movilización, desacato, pero también respeto: “Compañeras, compañeres, por favor, no hagamos caso a las provocaciones, nuestra lucha es pacífica, tenemos la razón de nuestro lado, dejemos que la mentira y la violencia la ejerzan los que no quieren que tengamos derechos”, repetían una y otra vez las conductoras desde el escenario instalado en 9 de Julio y Avenida de Mayo, por el que pasaron artistas feministas de todo el país. 

La avenida que une la Plaza de Mayo con el Congreso estaba copada por pancartas, banderas, pasacalles instalados desde la noche anterior por los grupos feministas, los partidos políticos y los sindicatos. “Iglesia y senadores no jueguen con nuestras vidas”; “Sin aborto legal no hay Ni Una Menos”; “Hoy hace falta la Agencia Télam”; “Sobre mi cuerpo decido yo”. Desde uno de los escenarios –se instalaron tres sobre Avenida de Mayo–, un grupo bailantero de Tucumán, integrado por mujeres, enviaba su mensaje de diversidad y alegría: “Todas las lesbianas que levanten los brazos, llegan Las Macumbias con el tijeretazo”. La frase siguiente del tema de presentación estuvo dirigido a “las no lesbianas” para que también levantaran los brazos “porque esta es una fiesta para pasarla bien”. La frase, simple, directa, era la síntesis de una fiesta multitudinaria que promete “seguir hasta que el poder machista y patriarcal nos reconozca cada uno de nuestros derechos”. 

Uno de los grupos más celebrados fue Modestia Aparte, una murga de Rosario, al estilo uruguayo, integrada por mujeres, que le cambia la letra a viejos y populares tangos, que reciben un refrescante baño feminista que limpia las asperezas machistas originales. Andrea, la directora del grupo rosarino, le dijo a PáginaI12 que comenzaron a trabajar juntas en 2012 y tuvieron su bautismo en el Encuentro Nacional de Mujeres que se hizo en esa ciudad en 2016. Andrea señaló que más allá de lo que decidan los senadores, “todo lo que estamos haciendo las mujeres es un triunfo que trasciende la votación en el Congreso porque lo más importante es que estemos unidas y por eso para mí este es un día histórico”.

Agregó que cualquiera sea la suerte del proyecto por el aborto legal, “el movimiento de mujeres ha sabido de logros, de conquistas, pero también de no logros, pero vamos a seguir yendo por nuestros derechos todas las veces que haya que ir porque lo que estamos viendo hoy acá es maravilloso y no tiene precio, todas las mujeres juntas, los varones acompañando, esto nos da fuerza para seguir más allá de lo que pueda decidir el Senado”. La actuación de las chicas de Rosario fue aplaudida por un grupo de trabajadores de la planta embotelladora de Coca-Cola del barrio porteño de Pompeya, con pancartas “contra el despido de ocho trabajadores, que pensamos que es el comienzo de despidos masivos”.

Entre las manifestantes había muchas adolescentes y niñas de corta edad. Mily había llegado de la mano de una amiga de sus padres, procedente de la ciudad de La Plata. Entrevistada por este diario, sorprendió con la madurez de su reflexión sobre un tema como el del aborto legal, que ha puesto en tela de juicio la sensatez de muchos adultos. “Al principio, cuando supe lo del aborto legal, yo pensaba que tenía que ser sólo para las chicas que hayan sido violadas, pero luego me puse a investigar y me di cuenta que yo no tengo por qué decidir sobre lo que tiene que hacer una chica con su cuerpo”. La “investigación” de Mily la llevó a venir a la marcha con su pañuelo verde al cuello y su cara “llena de brillitos” del mismo color. 

Magdalena, de 54 años, vecina de Dock Sud, con dos hijos, militante de la Campaña por el Aborto Legal, sostuvo que “la lucha que estamos sosteniendo hoy las mujeres es una lucha de clases, porque queremos terminar con el patriarcado, que es terminar con este capitalismo salvaje que quiere borrar con todos nuestros derechos, como mujeres, como trabajadoras y trabajadores, como país. Hoy estamos de pie y vamos a seguir de pie porque estamos unidas más allá de nuestras diferencias”. 

La paraguaya Josefina Ramírez, nacida en Asunción, llegó al centro porteño desde Ituzaingó, donde vive con su esposo argentino y sus cinco hijos. A los 48 años se mantiene “muy activa porque por suerte estoy en un país donde las organizaciones sociales no están ayudando mucho a comprender que tenemos derechos por los que luchar, como mujeres, como personas, porque en mi país no pude tener, en mi juventud al menos, la posibilidad de participar como lo hago en estos momentos”. Josefina se vino con dos de sus hijas, Lourdes y Mariana, de 14 y 16 años, “que me han ayudado a crecer, aunque usted no lo crea, porque ellas están estudiando, están militando en organizaciones sociales y me han hecho entender que es necesario salir a la calle, reclamar y aquí estoy”. La charla termina con risas y abrazos con otras mujeres que la fueron rodeando, al escuchar su acento guaraní, su fuerza, su alegría, una felicidad expresada con risas y lágrimas. 

Una pancarta sobre el cruce de Avenida de Mayo y Lima, afirmaba que “los gritos del 8A son también para expresar a las mujeres que ya no tienen voz”. Por eso están presentes, en las pancartas, en los mensajes, Lohana Berkins y Diana Sacayán, por eso desde el escenario se sigue reclamando la aparición con vida de Johana Ramallo, desaparecida en La Plata el 26 de julio del año pasado. La causa en la que se investiga el caso ha pasado por distintas fiscalías sin que se produzcan novedades, cuando se tiene la certeza de que puede haber caído en manos de una red de trata de personas. 

También fue recordada, de manera especial, Ana María Acevedo, fallecida a los 20 años, con tres hijos y una familia que la apoyaba. Su muerte marcó un punto de inflexión en el sistema de salud santafesino, porque los médicos le negaron la realización de un aborto terapéutico, contemplado en la legislación vigente, que en su caso era imprescindible para que pudiera recibir un tratamiento de quimioterapia. Al poco tiempo, el cáncer le provocó la muerte.