Científicos australianos buscan salvar al quol (o Dasyurus), afable marsupial, uno de los carnívoros más raros del mundo, de sí mismo. Sucede que, con el correr de las décadas, el pequeñín ha desarrollado un pésimo hábito de alimentación que pone en jaque su propia existencia: preferencia a la hora de la caza nocturna por la muy venenosa carne de los sapos de caña; y ese apetito fatal por el mentado anfibio ya ha barrido con cantidad de quoles, deviniendo la criaturita norteña, declarada especie en peligro. Sin embargo, flamantes noticias alegrarán a conservacionistas todos: porque especialistas de la Universidad de Melbourne han identificado a un grupo aislado de quoles que ha desarrollado aversión por el indigesto bocado, optando por otras presas al momento de comer. “Al descubrir que el rasgo de aversión al sapo es heredado, los investigadores están intentando criar nuevas poblaciones inteligentes de quoles en otras áreas de Australia y así salvar a la especie. Los primeros resultados de los ensayos sugieren que la técnica, llamada flujo de genes dirigido, podría usarse para proteger a otras especies en riesgo de extinción”, cuenta The Guardian sobre una propuesta que, esencialmente, pretende acelerar la evolución. Por lo demás, no sobra recordar que fueron los humanos quienes introdujeron el pernicioso tentempié a la vida silvestre nativa: en los años ´30, importaron el Rhinella marina (el susodicho sapo, oriundo de América Central y del Sur) para acabar con la plaga de escarabajos que perjudicaba los cañaverales del estado de Queensland. El -fallido- remedio acabó siendo peor que la enfermedad: al carecer de enemigos naturales, estos anfibios anuros se reprodujeron sin control (a la fecha se estima que hay más de 200 millones en Australia), trayendo enfermedades a especies locales, siendo su carne efectivamente mortal para diversos animales. Colmo de la ironía: el número de escarabajos apenas varió…