Transcurridos más de treinta meses de gestión, el saldo que brinda el gobierno de Cambiemos es sumamente lesivo para el país. El efecto articulado de devaluación brusca del peso, quita de retenciones a los grandes empresarios del campo, incremento fenomenal en las tarifas de los servicios públicos, liberalización absoluta del mercado cambiario y de la Cuenta Capital, flexibilización laboral e ingreso masivo de importaciones que compiten con la producción nacional, han entregado como resultado una explosión inflacionaria acompañada de un proceso recesivo con impactos negativos en términos de creación de empleo, disminución de la pobreza y distribución del ingreso. 

Viejas recetas del pliego neoliberal reingresan en las orientaciones primordiales del estado, amparando su legitimidad en los supuestos desequilibrios heredados del kirchnerismo. Los números que se observan son sin embargo contundentes, pues todos los indicadores muestran que aquello que el gobierno saliente hacía bien está siendo sistemáticamente arruinado y todo aquello que hacía mal está siendo palmariamente empeorado. El reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es la maximalista y calamitosa coronación de una serie de medidas que formaron parte desde el principio del núcleo básico de convicciones del gobierno de Cambiemos.

Por lo demás, si bien es cierto que la macroeconomía vigente a fines de 2015 ameritaba correcciones y replanteos, su estructura era básicamente sólida, a las claras la mejor que recibió un cambio de administración desde 1983 a la fecha. Por citar solo el ejemplo más evidente. El aumento del déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos que continúa acuñando el macrismo viene siendo cubierto como una emisión formidable de deuda; camino solo transitable gracias a la combinación de un acuerdo claudicante con los fondos buitres y un exitoso proceso de desendeudamiento llevado a cabo por el Frente para la Victoria.

Este nocivo desempeño no se agota además en los aspectos económico-sociales. Las banderas del republicanismo y la calidad institucional blandidas desde la oposición durante tanto tiempo hoy son pisoteadas con una serie de iniciativas francamente escandalosas. La derogación mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia de los tramos medulares de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el intento de colocar irregularmente a dos integrantes de la Corte Suprema de Justicia, los movimientos para destituir a la procuradora Alejandra Gils Garbo, la eliminación de la Paritaria Nacional Docente o la prisión de Milagro Sala demuestran el uso hipócrita y perverso de imaginarios hoy nítidamente vulnerados en los hechos. 

Por supuesto, lo sabemos, la historia no es mera repetición. El macrismo resucita discursos y personajes que se tornan agriamente familiares, pero el talento del buen analista exige detectar aquello que en tanto inédito requiere especial atención. Puesto de otra manera, este es un gobierno que accede tras doce años de kirchnerismo, lo que le otorga ciertas ventajas y le coloca tangibles obstáculos respecto de otras experiencias del pasado ideológicamente similares. 

Como queda dicho, se asentó en una macroeconomía sana y un tejido social recuperado, lo que le ha permitido financiar a corto plazo los descalabros en los que incurre y tornar más digerible el ajuste que implementa. Pero por otra parte, se fue extendiendo en la Argentina una conciencia respecto de la irreversibilidad de ciertos derechos y conquistas, lo que obstaculiza la aplicación sin más de las facetas más brutales del fundamentalismo neoliberal.

Interesante es lo ocurrido con los temas de Memoria, Verdad y Justicia. El Presidente Macri mediante un Decreto procuró en su momento depreciar el feriado del 24 de marzo quitándole su condición de inamovible, y a su vez alentó el falló del 2x1 que facilitaba la excarcelación de genocidas. El estupor social no se hizo esperar y el Jefe de Estado debió retroceder con la medida desligándose además del escandaloso accionar de la Corte Suprema de Justicia. Virtudes de la herencia recibida. 

Por lo tanto, la restauración conservadora en marcha debe ser correctamente catalogada, bajo riesgo de que nuestra inadvertencia respecto de sus particularidades dificulte la eficaz y rápida construcción de una alternativa superadora. Se ha dicho por ejemplo que este es un impúdico gobierno de CEOS, lo que siendo correcto reclama dos puntualizaciones. La primera es que ciertamente, como nunca en democracia, el gobierno de Macri tiene el entusiasta acompañamiento de todos los poderes que insistentemente han dañado a nuestra patria. Pero el segundo es no caer en la tentación de postular que esas corporaciones son un grupo de aves de rapiña que sólo buscan incrementar sus negocios con escaso interés o capacidad para construir una hegemonía político cultural a largo plazo. Por tanto, el proyecto nacional y popular enfrenta a un adversario de temer y que ha logrado entre otras cosas promulgar leyes intragables disponiendo de una absoluta minoría legislativa. 

Frente a este panorama, la envergadura del desafío que debe encarar la oposición es enorme. Para sintetizar, enhebrar mayorías sociales crecientes sin abandonar a su vez elementales rasgos de consecuencia ideológica. En ese contexto, Unidad Ciudadana tiene por delante cinco tareas centrales. 1) Tender puentes hacia los votantes defraudados de Cambiemos, sin satanizar esa pertenencia y poniendo una escucha en la razonabilidad de sus expectativas. 2) Recomponer el diálogo con segmentos dirigenciales con los que hubo cortocircuitos en el pasado, siempre y cuando hayan mantenido en estos meses una actitud de clara impugnación al rumbo adoptado por el macrismo. 3) Elaborar de cara a la sociedad un balance crítico de aquellas defecciones y errores que nos llevaron a la derrota en el ballottagge del 22 de noviembre. 4) Desterrar de sus filas a quienes hayan incurrido en reprobables hechos de corrupción y tomar un estricto compromiso a futuro con la transparencia y la ética pública. 5) Construir una agenda programática de futuro, restituyendo un sentido de esperanza a la acción militante. 

Sería un desatino que el kirchnerismo barrunte que el mero desgaste de la gestión macrista habilitará recuperar mayorías de antaño, por lo cual la sola comparación entre los derechos que el pueblo acumuló y el proceso que en estos meses los viene  malogrando no es garantía de reconciliación con sectores sociales y políticos que cuestionan con criterios atendibles desaciertos propios que deben ser subsanados. 

Sin dudas, Cristina Kirchner continua siendo la principal referente del territorio opositor y tanto los méritos de su gobierno como la brutal ofensiva mediática y judicial que padece ameritan solidaridad con su liderazgo; pero sin integrar los legítimos matices que actualmente configuran el campo popular será ciertamente difícil vertebrar la tan mentada como deseable Nueva Mayoría.

El próximo turno electoral será entonces la coyuntura propicia para incorporar a nuestras listas aquellos dirigentes que hayan tenido y tengan un compromiso tangible para doblegar a Mauricio Macri, pero también sensibilidad y apertura para pergeñar un horizonte que no puede contentarse con ser la mera restitución de la década ganada. 

En la ciudad de Rosario hay que explorar análogos caminos. Los pasados comicios arrojaron un escenario con tres datos relevantes. En primer lugar, una gestión del Frente Progresista en franco declive visto en perspectiva histórica, producto de un esperable agotamiento luego de casi 30 años del manejo del Departamento Ejecutivo. En segundo término, el crecimiento del PRO como alternativa al acecho, lo que implica el serio riesgo de un recambio por derecha en el año 2019. Y finalmente, la saludable aparición de un conjunto heterogéneo de fuerzas de izquierda, que aún en su diversidad marcan a las claras que los sectores del progresismo que siempre depositaron su confianza en el Partido Socialista hoy apuestan a otros rumbos. 

En el orden provincial, es fundamental asimismo reproducir un espíritu frentista conformando una oferta opositora potente y competitiva; pero sin gatopardismos ideológicos ni comportamientos timoratos, promoviendo candidaturas que garanticen simultáneamente una clara confrontación con los núcleos primordiales del desquicio macrista.

En este escenario Unidad Ciudadana está destinado a cumplir un rol protagónico. Por lo tanto, este es un momento en el cual tiene que aflorar la calidad de sus dirigentes, que con una mirada estratégica y sin cripticas rencillas entre parcelas sumen sus esfuerzos para la consolidación de un Frente Nacional, Popular y Progresista que detenga el avance de la derecha en Rosario y en nuestra provincia; e incorporando los mejores logros de las administraciones socialistas perfile una agenda alternativa moderna e inclusiva. Sin dudas, y para empezar, los compañeros de Ciudad Futura y del Frente Social y Popular deben ser convocados a la fundación de ese imprescindible espacio. 

Sería una pena que la controversia endogámica por candidaturas, el fatuo hegemonismo de identidades en crisis o una miopía gorila malogren la oportunidad de brindarle a nuestro pueblo un genuino vehículo para expresar sus malestares del presente e imaginar un futuro más próspero para cada uno de nosotros.