Rubén Leva es psicólogo y psicoanalista. Nació en Casilda, donde pasó su infancia cerca del campo, y vive en Rosario, ciudad en la que tiene su consultorio en las inmediaciones de un parque. De su intensa y extensa participación en los talleres literarios de la que ya es toda una genealogía de talleristas rosarinos (Alma Maritano, Marcelo Scalona y Andrea Ocampo) surgió el rico puñado de narrativa breve, en gran medida premiada, que el sello local Los libros de la calle inclinada reúne en La letra inesperada, su primer libro de cuentos.

El libro se presenta el viernes 7 de septiembre a las 19 en la librería Homo Sapiens (Sarmiento 829). Hablarán el autor, Luisina Bourband y el editor. Leva también participó en la Antología de la calle inclinada (2017), obra fundacional de dicha editorial, surgida del taller de Scalona, quien en el prólogo a La letra inesperada afirma que casi todos sus relatos pueden leerse como alegorías de "la Argentina de la derrota, de la utopía".

El primero de los 27 cuentos, "El anillo", que ganó un premio en la edición 2017 del concurso en homenaje a Alma Maritano organizado por el Concejo Municipal de Rosario, ilustra esta idea en forma ejemplar. Los protagonistas son dos chicos que recorren varias décadas de historia argentina, desde la casa propia con baño moderno en el terreno adquirido en los años '40, "en construcción gracias a un inesperado crédito hipotecario de Perón", hasta la recuperación de los restos de un desaparecido por la dictadura. El cuento se abre con la imagen de un padre obrero que vuelve del trabajo en una bicicleta que le queda grande y le regala a su hijo herramientas de juguetes que él mismo le fabrica con materia y tiempo que sustrae al ojo del patrón y al robo de plusvalía. El anillo del título simboliza las aspiraciones aristocráticas de este hombre; su destino, el de su clase. En una fábula autobiográfica publicada en Rosario/12 y no incluida en el libro ("Cosa de pájaros"), escribe Leva que "en la naturaleza no hay tal cosa como la propiedad privada" y tras reflexionar sobre horneros constructores y gorriones "okupas" concluye que los pájaros "tienen, como algunos humanos, esa ambición desmedida que consiste en amarse y reproducirse".

La que sobrevuela "El anillo" es la pregunta por la propiedad. ¿Qué clase de objeto es aquel del cual podemos decir que nos pertenece? ¿El que perdimos o el que regalamos? ¿El que heredamos o el que legamos? ¿El recibido por mandato parental con el nacimiento, o el encontrado por azar? ¿El que añoramos en su ausencia o aquel cuya presencia nos acompaña hasta la muerte e incluso más allá, a través de nuestra descendencia?

No todos los relatos del libro tienen la hondura, el detalle y el cierre impecable de este primer cuento. Aunque la prosa del autor siempre seduce, se recarga en ocasiones con pasajes de una retórica más apta para el ensayo; el romance se desliza hacia la parodia del tango o naufraga en el cambio de paradigma sobre la guerra amorosa entre los sexos. Tres breves estampas cómicas arman un bestiario chistoso y paródico pero desprovisto de ecosistema fantástico.

El verdadero monstruo en este libro, el que noquea con la naturalización que hace de su propia maldad, es el narrador protagonista de "Chatarra". "Chatarra" es un cuento tan eficaz como si Poe hubiera ambientado "El tonel de amontillado" no en el exótico carnaval de Venecia sino en una villa miseria de Rosario. Provoca un efecto de realidad demoledor la precisión con que Leva construye y sostiene la voz y el punto de vista de un padre perverso en una enunciación compleja, mezclando primera y tercera persona, intercalando sus dichos con sus acciones en un recurso propio que sabe manejar además en otros de sus textos. La clave de esta eficacia, que es estética y es política, radica en que aquí al mal no se lo narra sino que se lo muestra. El horror de estos crímenes es indecible y Leva no lo dice. Lo expone, lo exhibe, le da al lector un rompecabezas para armar cuya pieza central es un vacío: el de la contingencia y lo posible, el vacío que deja la historia de amor que no pudo ser porque la caprichosa ley de un malvado no la dejó ser. En "Chatarra", Leva nos muestra que lo dañado por un crimen no es sólo el cuerpo biológico sino el despliegue de un deseo. Con esa niña destruida se pierden también una mujer y su vida, la familia que no formará, las convicciones religiosas que no sostendrá, sus obras posibles que ya no beneficiarán al mundo. Cuento incómodo de leer por momentos, "Chatarra" constituye una potente y muy necesaria denuncia social del abuso intrafamiliar y un gran cuento en la tradición política nacional de representación en los límites de lo representable que funda "El niño proletario" de Osvaldo Lamborghini.

Literalmente, la letra inesperada del título es la "e". No letra inspirada, no dictada desde arriba, sino letra que inesperadamente se constituye (parafraseando a Barthes) en escritura del acontecimiento. Que lo político no constituya un mero dato de color o de ambiente sino el sentido mismo del relato como acontecimiento y experiencia es lo que le otorga a esta "letra inesperada" su "inesperado crédito".