Independientemente de que encuentros multilaterales como los que celebran la OMC, el G20 y el BAPA+40 no agoten la totalidad de los debates que atraviesan la agenda mundial, sí sobresale que, mientras la OMC y el G20 plantean pautas de trabajo “pro statu quo”, BAPA+40, a realizarse en marzo en nuestro país, apunta a revisar y fortalecer la idea de crear una plataforma de solidaridad política entre los países del Sur a fin de ampliar su poder de negociación en relación con el orden global imperante. 

BAPA+40 remite a los 40 años del Plan de Acción de Buenos Aires para Promover y Realizar la Cooperación Técnica entre los Países en Desarrollo (BAPA en sus siglas en inglés). El mismo, firmado por 138 Estados, fue resultado de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cooperación Técnica para el Desarrollo (CTPD) celebrada en Buenos Aires en 1978. Tenía como principal objetivo promover la creciente importancia de las relaciones Sur-Sur demandando una participación igual y soberana en la conducción de las relaciones internacionales. Asimismo, incorporó en su práctica los principios básicos de las relaciones internacionales entre Estados soberanos: el respeto por la soberanía, la no injerencia en asuntos internos y la igualdad de derechos, entre otros. También definió una serie de recomendaciones novedosas y concretas tendientes a establecer marcos jurídicos, bases institucionales y mecanismos de financiamiento en los niveles nacional, regional, interregional y global. A fin de cuentas, BAPA buscó la forma de reducir el nivel de dependencia del Sur respecto de sus contrapartes del norte. 

Cooperación

Como es sabido, desde inicios del siglo XXI la cooperación sur-sur se tornó más visible cuando algunas economías del sur, gracias a sus elevadas tasas de crecimiento encabezadas principalmente por China e India, comenzaron a jugar un papel decisivo en la cooperación para el desarrollo. La embestida de la recesión en 2008 hizo que su importancia fuera aún más visible. Actualmente, y más allá de ostensibles retrocesos que tienen países como Brasil en nuestra región, esta tendencia continúa. De hecho India y China siguen creciendo a tasas relativamente altas (según BBC Mundo India lo hará a un promedio anual de 4,9 por ciento hasta el 2050) y la temática cobija desde hace años una Conferencia internacional de Cooperación Sur-Sur en Nueva Delhi (India), en la cual tuve la oportunidad de volver a participar. 

El encuentro a mediados de agosto fue organizado por el Research and Information System for Developing Countries y contó con el apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores de India y las Naciones Unidas. Entre los disertantes, estuvo la nueva Presidenta de la Asamblea General de Naciones Unidas, el Director de Cooperación Sur-Sur de Naciones Unidas, representantes de la Secretaria General Iberoamericana, expertos de centros de investigación y universidades de África, Zambia, Brasil, India, Afganistán, Palestina, Zambia, México, India, entre otros. 

El debate institucional y de la evaluación de la Cooperación Sur-Sur (CCS) ocupó un lugar central de la discusión y, pese a que el tema tenga escasa visibilidad frente a otras urgencias de corto plazo, es sabido que discutir la institucionalidad porta un carácter distributivo nodal, con consecuencias para todos los ciudadanos. 

Poder

Las instituciones distribuyen poder. Los involucrados en CSS ayudaron a modelar y rediseñar plataformas multilaterales, participar de manera significativa en acuerdos internacionales y contribuir a la formación de varios bloques regionales, algunos más exitosos que otros, tales como la Unión Africana, Mercosur, ASEAN, Asociación del Borde del Océano Índico, IBSA, BRICS y muchos más. El establecimiento de instituciones como el Nuevo Banco de Desarrollo, el Banco de Inversión en Infraestructura de Asia, la Alianza Solar Internacional también son testimonio del impacto creciente de la CSS en el ámbito global.

El mayor peso del sur y sus instancias de colaboración, la perspectiva sobre la creación de un banco de desarrollo del sur, así como áreas de cooperación entre los países, o qué jerarquía asume al tema para Naciones Unidas, expresa equilibrios de poder y ofrece el marco para la interacción entre los actores internacionales y nacionales, estatales, de ONG’s, universidades y centros de investigación de los países del sur. 

En esta conferencia se destacaron los avances verificados de esta cooperación. La cooperación entre los países del sur ha demostrado ser más cercana a la resolución de los problemas del sur dado que sus políticas son no condicionadas, centran el mutuo beneficio entre los países y promueven inversiones más orientadas a recursos estratégicos o de infraestructura como el desarrollo energético, lo que la distingue de la tradicional cooperación norte-sur. 

Interrogantes

Sin embargo, esta potencia de la articulación en el sur también ofrece algunos interrogantes:

1. En su intento por no repetir los errores de la cooperación norte-sur, ¿este nuevo esquema de cooperación entre países del sur no se enfrentará a la misma problemática de recrear nuevas institucionalidades que giran sobre sí mismas, esmerilando la finalidad a la que apunta respecto a fortalecer el peso político y soberanía de los países del sur?

2. La adhesión de la cooperación sur–sur a la agenda actual de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, ¿no invisibiliza la cuestión de la desigualdad y de sus causas? Por ejemplo, ¿quién podría no acordar con propuestas que apuntan a eliminar el hambre, reducir la pobreza y alcanzar el trabajo decente? Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 acordados por 193 naciones del mundo, expresan buenas intenciones sobre las cuales parecería difícil no adherir, pero es la desigualdad el debate central a dar que, en dicha agenda, luce invisibilizado. Es la desigualdad entre los países y no al interior de los países la que continúa explicando el grueso de la desigualdad mundial. Por tanto, son necesarios cambios globales que no pueden reducirse apenas a modificar marginalmente variables de la macro o incrementar en determinada proporción el comercio exterior. Necesitamos nuevas reglas de juego a nivel internacional más favorables al desarrollo con reducción de desigualdades, circunstancia que sólo admite una nueva arquitectura internacional del desarrollo. Por ejemplo, es preciso abordar la nueva regulación de los flujos financieros internacionales. La movilidad del capital debe compensarse con la movilidad de la fuerza de trabajo. 

3. Los países de América Latina y, entre ellos Argentina, tienen un papel muy secundario en estas discusiones entre los países del sur. La problematización de la coyuntura a menudo se enfatiza desde lo local, cuando muchos de los problemas de fondo que nos aquejan tienen escalas globales sobre los cuales pareciera no repararse nunca. De hecho, nuestro país albergará eventos internacionales de los más relevantes cuando la agenda de los principales dilemas del desarrollo muchas veces no tiene el lugar que se merece en medios de prensa o en institutos de formación. 

4. Así, en estos espacios de los países del sur se debiera: i) profundizar estudios sobre las causas de la desigualdad; ii) alentar el debate y la visibilización del efecto de las crisis internacionales en la desigualdad; iii) concientizar aún más respecto de los efectos del precipitado endeudamiento externo, que reduce el margen de autonomía de los países y; iv) movilizar los recursos internos y orientar inversiones a la integración regional que permitan evitar la vulnerabilidad de los países. Estos aspectos resultan de aprendizajes que tuvieron un costo social muy alto en América latina y en Argentina, y se constituyen en algunas de las puntas del iceberg para comenzar a hablar de una agenda social que sea relevante y no cosmética para los países del Sur.

* Especialista en Políticas Sociales. Directora del Centro de Estudios y Desarrollo de Políticas (Cedep) y profesora de posgrado en Flacso.