El discurso del presidente Mauricio Macri y la presentación del ministro Nicolás Dujovne insumieron onda una hora y media. En el resto del día de ayer, la realidad argentina se empecinó en ser la misma.  

Subió la cotización del dólar, que se aborda en otras páginas de este diario. Ciertas movilizaciones prolongan a las de la semana anterior; es el caso de los empleados de Agroindustria. O se añaden grupos que reaccionan ante novedades del macrismo, como los científicos, investigadores y becarios que abrazan (con dolor y bronca) las instalaciones del Ministerio de Ciencia y Tecnología que dejará de serlo. O de ser, sencillamente.

La calle está tan dura como en los meses precedentes. La recesión y la inflación no se detienen. Los cierres de comercios y fábricas se multiplican. Los despidos en sector público y privado continuarán en ascenso. El alocado achicamiento de Ministerios y Secretarías inventa una variante más.  Tal el principal saldo de los mensajes y de las acciones anunciadas por Macri y Nicolás Dujovne. El resto es humo, mentiras urdidas en laboratorios de comunicación. 


La maquinaria de propaganda macrista tomó nota de los traspiés de la semana pasada. Hasta un punto, su métier permite modificar algo: en el relato más que en las consecuencias.

Macri se maquilló con rostro humano. Habló un rato, casi de corrido. Aludió a menudo a “ustedes”, “la gente” “los vulnerables”. Alegó que tiene emociones y que está sufriendo más que en casi todo el resto de su vida.  

Cuando le quedaban baches de sentido o puntos suspensivos, responsabilizó a “los cuadernos” y al kirchnerismo de la mayor parte de la catástrofe económica neoconservadora. No la repara pero pone la culpa afuera. Goebbels básico y descremado, el retorno a Palacio de Jaime Durán Barba.

Hay ruido en la comunicación, claro. Cuesta confiar en la emotividad de Macri (ni sus suspiros son creíbles), en su empatía con pobres a quienes apenas soporta tocar. Pero, de cualquier manera, la performance mejoró.

El coaching al ministro de Economía Nicolás Dujovne también le dio empuje…dentro de lo accesible que no es tanto. Trató de mostrarse motivado. Jamás llega a ser simpático, didáctico, ni consigue “rebajarse” al lenguaje común.  No sabe, no puede, aunque mencionó dos veces a “la cancha” y “estar jugando”. Con una mano en el corazón: acepte la imagen y piense con qué jugador de fútbol asociaría a Dujovne. ¿Un patadura, un sospechoso de haber ido a menos en un clásico, un amargo que arruga contra “los grandes”? 

El ministro también acusó a la corrupción y a Venezuela cuando se quedó sin libreto para contestar preguntas directas. Se escurrió cuando lo sondearon sobre a cuanto llegarán la inflación, la cotización del dólar, la reducción del PBI cuando termine este año. Detalles, pongalé.

De nuevo: lástima que los hechos también cuenten, que “todo el mundo” sepa qué pasó en la Quinta de Olivos en el fin de semana, que al rato de terminar los sketchs de Macri y Dujovne la Argentina se pareciera a la de dos horas antes.


El presente refuta los argumentos, la crónica del fin de semana debilita a los oradores. Dujovne habla como si fuera un ministro firme. ¿Usted compraría un “Nico futuro” a diciembre, por decir algo? Sus desempeños lo liman, tampoco lo fortifica que Macri le hubiera ofrecido en bandeja su cabeza a Carlos Melconián en el week end.

Otra referencia sobre la solidez del equipazo del gobierno: en cuestión de horas, por primera vez desde 2001 y 2002, varios personajes declinaron ofrecimientos para ser ministros. Solo sucede, da fe este cronista, cuando el oficialismo está muy devaluado y no se advierten perspectivas cercanas de mejorar. La ambición, el espíritu de servicio o el ansia de poder tiran más que una yunta de bueyes, de ordinario. Durante los derrumbes, la libido cede ante el afán de supervivencia.

La opinión pública, “los receptores” no son pasivos ni bobos. Asocian, cotejan, contrapesan los hechos políticos versus el discurso negador del Gobierno.                      


La destrucción del Estado social, inscripta en todo proyecto neoconservador, avanzó numerosos casilleros. Varios ministerios cayeron bajo la picota brutal de Cambiemos. Macri farfulló una coartada de compromiso: vale la pena para mejorar la gestión, focalizar las decisiones. Propala embustes burdos. Ciertos especialistas en comunicación de crisis aconsejan dejarlos a un lado o minimizar su uso. La mentira rústica es perceptible, aún por el televidente más distraído, el que espera que pase el compacto del discurso para ver el resumen de goles de la Superliga.

Cercenar el gasto es la clave del ajuste, lo demás se acomoda al designio. Dicha contradicción principal puede ser sazonada para el paladar de la derecha gobernante: es sencillo encontrar un hilo ideológico en la reestructuración. La destrucción de Trabajo, Salud, Cultura, Ciencia y Tecnología encastran perfecto con un proyecto liberal a ultranza, despectivo del Estado y del saber, extranjerizante, dependiente y patronalista.

Se desconocen precisiones sobre el hachazo inminente. Por ejemplo, cómo se articularán los descensos de Ministerio a Secretaría, de ésta a Subsecretaría, de ésta a Dirección General, de ésta a Dirección y de ésta a la papelera de reciclaje. 

¿Los ministros devaluados cobrarán como un secretario actual o se agregarán “unidades retributivas” a sus ingresos para mantenerlos? En el esquema actual del macrismo hay centenares de funcionarios que reciben ingresos equivalentes a los de un ministro sin ejercer ese cargo, una caterva que cobra como Secretario de estado sin serlo ni conducir repartición alguna.

Pase lo que pase en ese sentido, la reforma talibán solo será un trofeo para presentar ante el FMI si la acompañan miles de despidos de trabajadores. Otros miles de despidos.

El tema da para más pero adelantemos un par de hipótesis, acaso insumos para discusiones que vendrán. 

La creación de megaministerios con funciones diversificadas puede agravar la lentitud de la burocracia y no aliviarla.  Las acciones que requieren la aprobación de las autoridades superiores necesitan recorrer una larga escala ascendente. Ocuparse de áreas muy diferentes excede la capacidad de trabajo de los funcionarios superiores… y a menudo sus competencias técnicas.

En el plano nacional, un secretario de Salud o de Trabajo, en particular si acaba de ser relegado, pierde influencia y predicamento sobre los ministros provinciales. Ya está sucediendo…

En el mundo al que estamos “entrando” la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por mencionar dos ejemplos entre tantos tal vez registren la graduación del representante del Estado argentino y lo degraden en consecuencia.


El gobierno les habla a los mercados en su esperanto compartido. A las personas comunes le destina un libreto crecientemente despegado de la realidad. Afectada al desafío de sobrevivir, es seguro que la mayoría no los habrá escuchado. No les dará crédito de entrada. Mirará su laburo, el valor de sus ingresos, lo que duelen las tarifas, el índice “del changuito en el supermercado”. Las letanías laicas y las monsergas de budistas millonarios en dólares gravitarán menos que la pesada cotidianeidad.

Todo indica que la catástrofe continuará o se acentuará. Y que el hit del verano 2018 mantendrá éxito, vigencia y elevará su sonoridad cuando llegue el 2019.

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