Una pancarta de una estudiante en la protesta del lunes en Rio de Janeiro sintetizó la indignación que se hizo oír en Brasil tras el devastador incendio del Museo Nacional: “Recortes en educación = fuego”. Cuando las llamas no habían terminado de reducir a cenizas los 200 años de historia encerrados en el palacio que fue residencia de la familia imperial, muchos ya la definían como una tragedia anunciada, debida a los ajustes aplicados en los últimos años por el presidente Michel Temer. El presidente, tras llegar a la presidencia en 2016, congeló el gasto público como estrategia para sanear las cuentas del gobierno en un escenario de recesión y elevado desempleo. Sectores como educación, cultura, ciencia y salud han hecho en los últimos tiempos sonar con insistencia las alarmas. Según la Confederación Nacional de Municipios, los gastos del gobierno en salud y educación cayeron alrededor de un 3,1% en 2017 en relación a 2016. “Esto es una consecuencia de las políticas neoliberales de este gobierno, que privilegia el servicio de la deuda, el pago de intereses, mientras que sectores como educación o cultura están siendo devastados”, explicó el economista Felipe Queiroz, quien recuerda que en 2017, un 44 por ciento del presupuesto destinado a Ciencia y Tecnología quedó congelado. “La situación es catastrófica. Estamos perdiendo el pasado y sacrificando nuestro futuro”, agregó Queiroz. Según datos de la ONG Contas Abertas (Cuentas Abiertas), el hoy destruido Museo Nacional, gestionado por la Universidad Federal de Rio de Janeiro, pasó de recibir 979.000 reales en 2013 (USD 453.000 al tipo de cambio promedio de ese año) a 643.000 (201.000 dólares) en 2017. Hasta el 31 de agosto, solo se habían destinado 98.115 reales al que era el mayor museo de historia natural y antropológico de América del Sur, con más de 20 millones de piezas y una biblioteca de más de 530.000 títulos. “El presupuesto es ínfimo y puede compararse a un único contrato de este año en la Cámara de los Diputados para lavar 83 vehículos: 563.000 reales”, dijo  el director de Contas Abertas, el economista Gil Castello Branco. Este drástico recorte obligó al Museo a cerrar al público varios espacios y dejó desatendido el mantenimiento: los detectores de humo no estaban funcionando y no tenía seguro de incendio, según la vicedirectora del Museo, Cristiana Serejo. El museo tenía pendiente, además, recibir un patrocinio por 21,7 millones de reales, firmado en junio por el banco de fomento brasileño BNDES. Pero nunca llegó.