“Hay gobernadores peronistas que parecen más cerca de Macri que de Perón”, sentenció el gobernador de La Pampa, Carlos Verna, en medio de las reuniones por el presupuesto, el martes pasado, en el CFI. Verna, un peronista ortodoxo que días atrás contó que está enfermo y que no buscará la reelección, se convirtió en el improbable cabecilla de la resistencia al ajuste oficial que sus colegas “modernos”, con el salteño Juan Manuel Urtubey a la cabeza, querían firmar sin más. “Pretendían decir que íbamos a aprobar el presupuesto. Y no lo tenemos”, agregó ayer Verna. Es verdad, el proyecto llegará recién el lunes al Congreso y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, irá a defenderlo con las fuerzas que le van quedando. Como bienvenida, los diputados que responden a los gobernadores convocaron a una sesión especial para el miércoles con el objetivo de anular la derogación del fondo sojero, una señal de rebeldía a contramano de las aspiraciones oficiales.

Está de moda en las redes sociales recordar las tapas de Clarín de 2001 para resaltar los llamativos paralelismos de ambas crisis. La del 4 de noviembre de aquel año daba cuenta de una “apurada negociación” del gobierno de Fernando de la Rúa con los gobernadores peronistas: el FMI y Estados Unidos estaban a la espera de ese acuerdo para dar su respaldo al nuevo programa. Como hará Macri en dos semanas, De la Rúa viajaría luego a Nueva York para reunirse con el presidente norteamericano y darle al apoyo forma de foto. Como dato de color, la primera plana incluye una imagen de Ricardo Darín que estrenaba película, igual que la semana que pasó.

En aquellas reuniones que se realizaban 17 años atrás en el CFI, el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, comenzaba a hacerse conocido a fuerza de desmarcarse de sus pares. “Quieren hacer negociaciones a espaldas de las necesidades de la gente”, advertía sobre las conversaciones de los gobernadores de las provincias más grandes con la gestión de la Alianza. El gobierno de De la Rúa y Domingo Cavallo –al que sólo le quedaban un par de meses–, ya había firmado el déficit cero y había podado sueldos y jubilaciones, y ahora pretendía que las provincias congelaran su nivel de gastos hasta 2005.

No hay mayores equivalencias entre aquel ascendente Kirchner y este Verna con graves achaques de edad madura. Tal vez el origen patagónico y -un dato no menor- las cuentas provinciales en orden, que permiten un juego propio por fuera de los aprietes oficiales. También son muchas las diferencias entre la situación del Tesoro en aquel aciago 2001 y hoy, según indican todos los especialistas. Una de las grandes diferencias es que hoy el peso puede fluctuar -eventualmente devaluarse, como viene sucediendo todos los días– y en aquel momento era convertible con el dólar. Increíblemente, Larry Kudlow, el influyente director del Consejo Económico de Donald Trump, aseguró con desparpajo que había conversaciones en marcha para volver a un sistema de Convertibilidad. Lo desmintieron rápidamente, pero no contribuyó a calmar las aguas. Nadie entiende porqué Kudlow habría inventado algo así.

Como en 2001, los gobernadores quedaron divididos en el CFI. Los adalides de la línea dialoguista, Urtubey y el cordobés Juan Schiaretti, pretendían que saliera un apoyo rápido y después una linda foto de familia con el Presidente. Se encontraron con una negativa. Si bien hubo avances respecto a lo que era el proyecto original del presupuesto, muchos gobernadores no quieren ajustar sus cuentas por culpa de una crisis de la que no se sienten responsables, pero cuyas consecuencias pueden afectarlos. Un delicado

equilibrio entre no aparecer conspirando contra un gobierno golpeado, ni coparticipando el tijeretazo. Murmuran que el gobierno de Cambiemos nunca los convocó para pedirles su opinión, ni los consultó antes de acudir apresuradamente al FMI. Y no terminaron de digerir que el Gobierno haya eliminado sin aviso y por DNU el fondo sojero en medio de las conversaciones preliminares por el presupuesto. 

Ese fondo, creado en 2009, estaba destinado específicamente a financiar obras de infraestructura sanitaria, educativa, hospitalaria, de vivienda y vial. El martes, al mismo tiempo que el ministro Frigerio ponía al tanto a los gobernadores de las preocupantes proyecciones para este año -42% de inflación, 2,4% de caída del PBI–, el oficialismo en Diputados votaba el dictamen para convalidar el decreto de Macri que eliminó el fondo. Los gobernadores tomaron nota y se la cobraron el viernes, cuando sus diputados convocaron a sesión especial para reponerlo. Al interbloque federal se sumó enseguida el kirchnerismo. Tendrían que conseguir la participación del resto de la oposición para habilitar el debate y votar la derogación del DNU. Luego pasaría al Senado, donde los gobernadores tallan fuerte. Resucitar el fondo -se trata de unos 30 mil millones de pesos– significaría un duro golpe para el Gobierno, incluso más en lo político que en lo económico. Los 30 mil millones pueden cortarse por otro lado, la derogación de un DNU -sería la primera vez que el Congreso vote una decisión de ese tipo– pondría de manifiesta la debilidad de la alianza oficial.

El fondo sojero es un tema que acerca a gobernadores e intendentes. Los jefes comunales del Conurbano están entre los que más sufren por el corte de las obras que financiaban con esos recursos. Una sala maternal, un jardín de infantes, el reacondicionamiento de la guardia de un hospital. Pequeñas obras pero con relevancia medidas a escala municipal. También padecen por igual el traspaso del subsidio al transporte. Gobernadores e intendentes de distintos puntos del país coincidieron que no podrán asumir ese gasto y que el boleto se irá a donde se tenga que ir: calculaban aumentos del cien por ciento, boletos a 35 o 40 pesos. 

En cambio, los gobernadores y los intendentes peronistas del GBA –de escaso diálogo entre ellos– están en veredas enfrentadas cuando se trata de decidir dónde debe recaer el peso del ajuste. Los gobernadores quieren que la provincia y la ciudad de Buenos Aires –ambos manejados por Cambiemos– carguen con mayores recortes. Argumentan que son los distritos con mayores recursos y que en los últimos años fueron muy beneficiados con subsidios, por lo que ahora les corresponde ponerse a tono con el resto. No es lo que piensan los intendentes que entienden que la Provincia, más específicamente el Conurbano, es el lugar del país que más sufrirá las consecuencias del ajuste con el cierre de pymes, comercios y sin changas para el rebusque. 

María Eugenia Vidal sorprendió en la reunión de gobernadores con el Presidente al presentar su reclamo para actualizar el Fondo del Conurbano. El rutilante triunfo que consiguió con la puesta al día de ese fondo el año pasado quedó deshilachado con la inflación galopante. Macri está en una disyuntiva: si acepta enoja a los gobernadores, si rechaza tensa el vínculo con Vidal. Los intendentes le reclaman a la gobernadora que declare la emergencia  económica, social y alimentaria, todos rubros con las luces rojas encendidas. Cuentan que les cuesta conseguir alimentos para los comedores y medicamentos para los hospitales porque los proveedores les contestan que no tienen precio por culpa de la devaluación. 

Con todo, los intendentes sostienen que todavía no perciben riesgo de estallido social. Hoy hay un tejido de contención que en 2001 no existía justamente porque en gran medida es resultado de aquella tremenda crisis. El macrismo lo debilitó pero no lo eliminó. Las organizaciones sociales –también resultante de aquel estallido– iniciaron un plan de lucha, elemental ante la situación que definen como “desesperante” para sus representados. 

La docente Corina de Bonis es una muestra de los lazos de solidaridad que impiden que el crítico panorama termine por explotar. Consciente de que los chicos que concurren a su escuela en Moreno no recibían los alimentos necesarios por el cierre de los comedores, gestionó una olla popular con alimentos que pudo recolectar comunitariamente. Su secuestro y tortura no sólo es de extrema gravedad por las semejanzas con la actividad de un grupo de tareas en plena democracia sino también porque busca cortar el último vínculo que puede contener a los sectores más desprotegidos de la sociedad antes de que caigan en el hambre y la desesperación.