Donald Trump, presidente de Estados Unidos, propone un miembro de la Corte Suprema que requiere acuerdo parlamentario. Escoge uno con afinidades ideológicas; conservador y de derechas. Nadie niega tamaña obviedad, nadie se hace el distraído respecto del designio presidencial: conseguir un avance de su ideario en la cúspide del Poder Judicial.

En estas pampas, su compadre el presidente Mauricio Macri designó dos integrantes de la Corte. Sin mayoría en el Senado debió negociar con el peronismo “racional”. Miti y miti o algo por el estilo. Macri nombró a Carlos Rosenkrantz, un cuadro de la derecha, “del palo”. Y a Horacio Rosatti, un justicialista potable para Cambiemos: no kirchnerista y aupado por la diputada Elisa Carrió. 

Rosenkrantz consiguió llegar a la presidencia del cuerpo, desplazando tras una intriga bizantina a Ricardo Lorenzetti. 

La primera observación, objetiva, es que un poder del Estado es conducido por un cuadro de la derecha, abogado de grandes corporaciones, afín ideológico a Cambiemos, ex rector de una universidad de elite, la San Andrés. Ligado por lazos comerciales académicos y de intereses con grandes grupos económicos nativos o multinacionales empezando por el Multimedios Clarín.

Borrar esos hechos equivale al intento de tapar el cielo con un dedo. El diario Clarín incurre en la tentativa: describe al ungido como “Jurista y del mundo académico”. Desconoce la relación profesional que los ligaba, ni siquiera la nombra. Saltea la facturación suntuosa que le abonó durante años. Oculta la existencia de una Escuela de periodismo del Grupo en la San Andrés.

Redibujar el perfil del flamante titular de la Corte induce a negar lo evidente.

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Arsénico y encaje antiguo: La votación en el Acuerdo del martes pasado aparejó sorpresas, quizás excesivas. La pulseada llevaba meses, por ahí comenzó el mismo día en que Rosenkrantz desembarcó en el cuarto piso de Tribunales. 

La Corte es un peculiar cuerpo colegiado, sideralmente distinto a cualquier Congreso. Con pocos vocales, cinco ahora. No se vinculan mucho entre sí: no departen ni se ven fuera del horario de labor. En la composición actual priman más las suspicacias que las buenas ondas o, tan siquiera, la conversación fluida.

El acta de la designación es un dechado de macanas que ilustra más sobre estilos que sobre el fondo de la disputa. En cualquier Cámara hay polémicas públicas, de viva voz. En los oscuros pasillos del Foro, se camufla la sustancia y se divulga una versión palaciega, deliberadamente inverosímil. Por algo comunican así: el sigilo y la ocultación son inherentes a la práctica judicial, esquiva a la luz y a la legibilidad.

Sintetizamos el acta, sin distorsionar.

La doctora Elena Highton de Nolasco propone como presidente a Rosenkrantz.

Este mociona a la colega como vicepresidenta. (Acotación del cronista: ningune propone una fórmula… por simulacro o delicadeza o una combinación ecléctica de los dos factores).

Horacio Rosatti propone a ambes, como presi y vice.

Ricardo Lorenzetti, presidente en trance de defenestración, adhiere.

Juan Carlos Maqueda sostiene la continuidad de las autoridades existentes: Lorenzetti-Highton.

El trámite real fue, más vale, otro. Lorenzetti confiaba en ser reelecto para su cuarto mandato. Rosenkrantz operó por su propia candidatura y lo tomó de sorpresa, con tres votos amarrados. El procedimiento se parece como dos gotas de agua al que antecedió al fallo en la causa “Bignone” que extendió el beneficio del 2x1 a los represores terroristas de Estado.

La diferencia en el score obedece a que Lorenzetti acá se plegó a la mayoría, por tacticismo. Mientras que en la vergonzosa sentencia del 2x1 privilegió defender la valiosa jurisprudencia sobre violaciones de derechos humanos. Maqueda sostuvo una postura coherente en las dos contingencias.

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Común denominador: Un común denominador enlaza a Rosatti, Rosenkrantz y Highton de Nolasco: le deben a Macri su actual presencia en la Corte. La dupla Ro-Ro desde el vamos, ya se dijo. Highton debía jubilarse a los 75 años u obtener un acuerdo-prórroga del Senado. Interpuso recurso de amparo para evitar ese requisito, que se le hacía cuesta arriba. Ganó en primera instancia. Es deber de los abogados del Estado apelar sentencias desfavorables. Los letrados se quedaron tiesos: lo dejaron firme, cumpliendo directivas del Gobierno sin las cuales no pueden soslayar sus obligaciones. La intermediación pasiva no debe distraer: la magistrada le debe un gran favor a Macri.

La formidable respuesta social al intento de liberar masivamente a genocidas provocó distintas respuestas de Sus Señorías. Rosenkrantz, que había promovido el fallo como su primera labor ni bien ocupó el despacho, porfía en su criterio que es su objetivo (afín a la política macrista sobre Derechos Humanos).

Rosatti consideró que el dictado de una ley aclaratoria aprobada de modo cuasi unánime en Diputados y Senado impulsaba a rectificar la sentencia. E hizo saber que cambiará su voto. En el anterior había esbozado que con una ley se podía fallar distinto.

Highton cayó en una depresión honda, pidió licencia por algún tiempo. Desde entonces, cavila sobre si sostener la postura originaria o rectificarla. Su incerteza dilata la nueva sentencia, según Lorenzetti, que aspiraba a que la nueva sentencia llegase a un veredicto 4 a 1 contra el 2-3 anterior.

La resolución originaria cumplió un año hace rato y la revocación constituye una de las tantas deudas de la Corte. Habrá que ver qué sucede durante la gestión Rosenkrantz. El cronista ahorra pálpitos o apuestas deportivas. En la cancha se verán los pingos: en esa cuadrera o en tantas otras.

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Trayectoria y datos duros: Rosenkrantz se formó con el eximio jurista Carlos Nino, representó a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) cuando esta pidió personería y lo litigó ante la Corte menemista. Nobleza obliga a reconocer esos antecedentes, fincados hace décadas.

Luego se volcó al ejercicio comercial de la profesión en un mega estudio que asesora corporaciones poderosas. Cada quien puede hacer su suma algebraica o su análisis. Este cronista piensa que el tránsito implica una conversión, la billetera le tapó el cuore de juventud. No hay neutralidad en el ejercicio fenicio de la profesión para el establishment: para jugar ese partido hay que ponerse la camiseta, empaparla de sudor, patear a los contrarios cuando pinta.

Su conducta fresca robustece esta lectura. Desde que Macri pensó en él:

  • Borró de la página web de su estudio el listado (impresionante) de los grandes jugadores del capitalismo a quienes defiende. Actitud capciosa y berreta, pongalé.
  • Consensuó ser nombrado mediante decreto, una trapisonda ilegal a la que pusieron coto “desde afuera” ciertos sectores de opinión, Lorenzetti y el presidente del bloque de senadores peronistas dóciles, Miguel Pichetto.
  • Cuando entró a la Corte, entre una pila imponente de causas acuciantes privilegió “Bignone” para darle aire al represor Luis Muiña, quien gozaba de libertad condicional.
  • “No se equivoca nunca” en sentencias referidas a derechos laborales o sindicales: pro patronalista, siempre.

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Señales no advertidas: Lorenzetti, un personaje hábil y hasta taimado, pasó de largo frente a señales de que iban por él. En los principales despachos de la Corte hay quien piensa que miró demasiado a Rosatti como potencial adversario por la presidencia y descuidó a Rosenkrantz. Versión sugestiva aunque difícil de testear.

Varias reuniones del conjunto de los Supremos con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, fueron una señal de alerta. Las promovieron los jueces nuevos como un air bag contra la centralidad de Lorenzetti. Un acercamiento al Ejecutivo, aspecto nada menor. Se celebraron en el Salón de los Embajadores de la Corte, actores presenciales las describen más como simbólicas que nutritivas, por así decir. 

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, participó de la última, con el notorio fin de alertar a los cortesanos acerca de las dificultades económicas y la necesidad del ajuste. Para ponerlos de su lado, tal vez. Pintó un panorama casi apocalíptico e insinuó, en confidencia, que el dólar a fin de año podría llegar a 32 pesos. Ocurrió hace bastante poco. Ría o llore, lectora o lector, usted decide.

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Doce años multicolores: Doce años, tres mandatos de Lorenzetti configuran un protagonismo inusual, he ahí uno de los argumentos con miga de los que lo removieron. 

También cuestionan “las fotos”: puestas en escena unilateralmente propagando mensajes rotundos. Con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal o con el juez federal Claudio Bonadio. Coreos premeditadas, preanuncios (no tan elípticos) sobre tomas de posiciones.

La escena con “María Eugenia” actuó como pressing a los demás gobernadores, como aviso de sentencia favorable en la demanda por el Fondo del Conurbano. Cuestionable desde cualquier ángulo como el aval al magistrado que, forum shopping y presiones indebidas a “delatores premiados” se consagra a perseguir a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Los reproches son certeros pero nada indica que Rosenkrantz producirá un viraje menos oficialista, impulsará que se investigue a funcionarios macristas, empresarios y tantos etcéteras.

Se habla de cambios de perfiles, de mayor profesionalidad e independencia. Los festejos de Clarín y del Gobierno trasuntan una lectura distinta, menos cándida o capciosa. Más confrontativa, más acertada cree uno. Hay ganadores o perdedores de primera línea con esta movida y no apenas un giro estilístico.

El asedio de Carrió contra Lorenzetti, con la anuencia silente de la Casa Rosada, también da cuenta de la dimensión política del reemplazo. El ataque –que incluyó hasta publicación de un libro denigrando al juez– trasgredió reglas básicas del juego democrático. Entrometerse en la vida privada, ventilar cuestiones propias de programas televisivos de chimentos, enlodar personalmente al adversario.  

De poder hablamos, caramba.

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Poderes, agenda, votos: Así como se esconde la comunidad de valores entre el titular del Poder Ejecutivo y la cabeza del Judicial se escamotean los recursos de poder de que dispondrá Rosenkrantz. Por algo conspiró tanto…

El presidente de la Corte maneja un presupuesto generoso, designaciones de personal del cuerpo en cargos importantes. La oficina de escuchas judiciales cuyo (des)manejo deja mucho que desear, empezando por la escandalosa propalación periodística de audios confidenciales. 

Entre sus prerrogativas está la de manejar a grandes trazos la agenda de fallos que va dictando el tribunal, escogiendo dentro del container de los que esperan sentencia, juntando telarañas. Cuando recaló en la Corte desechó interesarse en la prisión sin condena de Milagro Sala y se enfrascó en un caso que desvirtuara años de construcción de Memoria, Verdad y Justicia. Hoy en día puede prorrogar esa línea de conducta con más manejo de la agenda cortesana.

Juicios resonantes sobran. A título de muestra mencionemos la demanda de Farmacity contra la provincia de Buenos Aires, un caso connotado por intenso lobby oficial. Rosenkrantz se excusó porque su bufete asesoraba a la empresa del ex funcionario Mario Quintana, gran aliado de Carrió y de Marcos Peña, aludidos en párrafos anteriores.

La inconstitucionalidad del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que cercena derechos constitucionales de los inmigrantes está en carpeta. El sistema que propugna el macrismo está copiado de las tendencias dominantes en Estados Unidos, cantera en la que Rosenkrantz forjó saber y valores. 

Las escuchas, los abusos de poder de tribunales federales contra funcionarios kirchneristas, el 2x1… la lista es larga e importante (ver asimismo y con más detalle nota en página 13)

Cada cortesano cuenta, a la hora de sentenciar, con un veinte por ciento del poder del tribunal. Cada voto vale uno, el del presidente incluido. Si el cuerpo funciona debidamente, ahí se limita su fuerza. De ahora en más tres colegas podrán contrapesar (o no) el cambio que Macri buscó y protagoniza Rosenkrantz: Lorenzetti, Maqueda y Rosatti. 

Se torna trabajoso intuir como se perfilará Highton de Nolasco. Recorre un derrotero errático desde su cuestionada recolocación en el cargo y la repulsa social al 2x1. Algunos de sus colegas la ven muy dependiente de Rosenkrantz, con algo de seguidismo personal… parecido a lo que ligaba al fallecido juez Carlos Fayt con Lorenzetti, tiempo atrás.

Vayamos a un enfoque más general. El macrismo, que se lee perdedor en la sociedad, la economía y “la calle” trata de potenciar su ventaja donde juega de local: en el Poder Judicial y los medios que hacen yunta.

La Corte que regeneró y reconstruyó el presidente Néstor Kirchner es ahora un digno recuerdo del pasado. La más estable de la historia, la mejor desde 1983 a los ojos de quien firma esta nota. Pluralista, con grandes aciertos y claroscuros, signó una etapa interesante. Lorenzetti la presidió y posee parte de ese capital simbólico.

Fallecidos tres de sus siete miembros, jubilado uno, sobreviven tres de ese ayer, hay dos miembros nuevos. Es otro tribunal, cuya jurisprudencia hasta ahora tiene pocos puntos rescatables. El viraje hacia derecha en el mundo, en la región, en la Argentina se percibe y encarna en el oscuro “Palacio” deTribunales.

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