El juez Claudio Bonadio ordenó ayer la detención de cinco ex colaboradores del matrimonio Kirchner, en especial dos ex secretarios que viven en Santa Cruz. Fabián Gutiérrez fue mencionado en la insólita declaración de José López quien dijo que los nueve millones de dólares que tiró en el convento le fueron enviados por Gutiérrez, quien para ese entonces hacía seis años que no trabajaba ni tenía contacto cotidiano con la ex presidenta. El otro ex secretario, Daniel Alvarez, no aparece en las fotocopias de los cuadernos del chofer Oscar Centeno, pero hay una mención del ex piloto presidencial, Sergio “Potro” Velázquez, quien afirmó que transportaba bolsos y valijas a Santa Cruz –algo que parece más bien lógico–, pero que el juez interpreta que eran los bolsos con dinero. El magistrado ordenó también la detención de otros tres ex colaboradores de los Kirchner en Río Gallegos o Calafate. Sin citación previa se dispuso directamente su detención, utilizando el “ablande” de varios días en prisión y la consiguiente “extorsión” para que declaren lo que la fiscalía y el juzgado pretenden que digan.

Gutiérrez se presentó la semana pasada cuando se enteró que López lo había vinculado con los nueve millones de dólares. Se puso a disposición, negó los dichos de López y designó como abogado a Martín Magram. Aún así, lo mandaron a detener. 

Lo evidente es que López, el ex secretario de Obras Públicas, arrinconado en la causa por los bolsos que tiró en el convento, aceptó declarar como arrepentido en el expediente de las fotocopias de los cuadernos para conseguir alguna ventaja. De hecho, salió de la cárcel de Ezeiza y ahora está cómodamente alojado en una unidad policial de Palermo. 

Contó una historia insostenible, desmentida por las pruebas categóricas recogidas por el juez Daniel Rafecas y el fiscal Federico Delgado. Fue la tercera versión que dio López respecto de los nueve millones, siempre adecuando los dichos a sus sucesivas conveniencias. En este caso dijo las palabras mágicas: Cristina, dólares.

En su último relato, el ex funcionario señaló que se vio con Gutiérrez en el hotel NH de la calle Bolívar y allí el ex secretario de la presidencia le dijo que tenía que ocultar un dinero. Eso fue el 13 de junio de 2016. Al día siguiente, tres desconocidos se presentaron en la casa de Tigre de López y le dieron la plata para que la lleve al convento y –según contó ante el Tribunal Oral número 1– después los tres individuos, dos en auto y uno en moto, lo escoltaron hasta el convento, vigilando el dinero. 

Esta última parte de la versión es falsa porque Rafecas y Delgado consiguieron todas las imágenes de la madrugada del 15 de junio cuando López dejó su casa de Talar de Pacheco, Tigre, y fue hasta el convento de General Rodríguez. Era plena noche, de manera que no había nada de tráfico. En todo el trayecto se percibe a López en su Meriva sin acompañamiento alguno: no había auto ni moto que lo siguiera. También el vecino del convento, Jesús, sostuvo que López estaba totalmente solo. 

Por otra parte, en su segunda declaración, cuando corría peligro la libertad de su ex esposa, el funcionario trató de salvarla adjudicándose a sí mismo toda la responsabilidad y admitiendo dónde tuvo el dinero: en un cuartito secreto de su vivienda, al que no se podía acceder sin llevar una escalera desde la planta baja, y tras esquivar el tanque de agua de la casa, debajo de un piso, había un doble fondo en el que estuvieron guardados los ladrillos de dólares. El juez y el fiscal comprobaron que los paquetes de plata tenían la humedad de ese lugar. O sea que nadie le entregó los nueve millones de dólares sino que los tenía él en su poder. 

La reunión de López con Gutiérrez debió ser verificada antes por el fiscal o el juez, viendo si tenían llamadas entre ellos y haciendo una investigación en el hotel. Esa verificación debía ser previa a aceptar a López como arrepentido. Sin embargo, lo admitieron sin hacerlo. La realidad es que Gutiérrez hacía seis años que no era secretario de Cristina y no realizaba ninguna labor para la mandataria. 

El otro ex secretario, Daniel “El Negro” Alvarez, fue detenido en la madrugada del martes en el Barrio 366 de Río Gallegos, un barrio construido por el Estado en gobiernos anteriores al de Néstor Kirchner. En términos comparativos es como vivir en Lugano I o II de la Ciudad de Buenos Aires. El juez sobreseyó a Alvarez cuando fue acusado por enriquecimiento ilícito tras su renuncia en 2010:  consideró que no había siquiera razones para poner en marcha la causa. Alvarez figura mencionado por el piloto presidencial, El Potro Velázquez, pero en su testimonio el piloto señaló que Alvarez y otros retiraban bolsos y valijas del avión cuando éste llegaba a Río Gallegos. Velázquez no habló de que en los bolsos y valija hubiera plata, dijo que nunca vio dinero, pero lógicamente tampoco pude descartarlo porque no tuvo el contenido a la vista. En esa línea, en principio no hay nada anormal en que un secretario haya bajado el equipaje de la aeronave. 

Los otros tres detenidos tienen aún más bajo perfil que los ex secretarios. Se trata de ex militantes o colaboradores de Néstor y Cristina Kirchner en El Calafate o Gallegos. Bareiro ya se dedicaba en la villa turística a alquilar casas y habitaciones para turistas en 2001 y era una especie de hombre de Relaciones Públicas de la provincia en El Calafate. Roberto Sosa fue brevemente secretario de Néstor Kirchner pero abandonó el cargo cuando sufrió una secuestro extorsivo. Raúl Copetti fue un militante del Frente para la Victoria aún antes de que Néstor Kirchner llegara a la presidencia. Es un hombre dedicado desde siempre al negocio hotelero. 

Según contó Magram, abogado de Gutiérrez, el Ministerio de Seguridad está buscando un vuelo para traer a los detenidos desde el Sur. La estrategia está a la vista: como no consiguieron pruebas contra CFK, recurren a la detención de viejos colaboradores a los que amenazan con dejar en el calabozo si no se arrepienten de algo. De lo que sea.