En el auto que tiene siempre el mismo recorrido hay cuatro mujeres y un hombre. Una de las mujeres maneja y el resto charla con el único hombre que comparte su viaje. Esta escena ocurrió reiteradas veces y hace muchos años pero a él ese grupo lo marcó para siempre. El hombre de ese auto era un Sergio Vigil de apenas 18 años y las mujeres son algunas de las jugadores que tuvo bajo su mando del club Los Cedros. Ese grupo, en la adolescencia formativa de Cachito, le enseñó al padre fundador de Las Leonas a descubrir las cualidades de unas mujeres que le demostraron lo que era el empoderamiento. “El respeto lo descubrí ahí. Ese grupo de mujeres me formó en el ser conductor. Yo les regalaba la pasión por el hockey y ellas me regalaron su confianza. Y cuando eso sucede uno puede hablar del empoderamiento. No me sorprende lo que pasa con la mujer y su lucha actual porque yo lo viví con ese equipo, y sé de lo que la mujer es capaz. Fue un privilegio y nunca me voy a olvidar de esa etapa. Todo lo que soy hoy como conductor tiene que ver con los valores que me enseñaron esas mujeres: respeto, cuidado, vulnerabilidad, compromiso, pensar con apertura”. Así, antes de arrancar la charla, este optimista de la vida deja la primera de muchas enseñanzas. Fiel a su estilo.  

-¿Tanto te marcó ese grupo de Los Cedros? 

-Siendo un adolescente dirigí un equipo que me enseñó el camino de la conducción. Yo tenía 18 años y jugaba en Ciudad y en el Seleccionado Sub-21. Todas las jugadoras del plantel eran más grandes que yo. Y confiaron en mí. Me dieron el empoderamiento suficiente para poder ser su entrenador. Nunca me voy a olvidar de ellas. Ni tampoco de mi segundo padre, mi padre deportivo: Luis Ciancia. Él cuando yo tenía 31 años me eligió para que sea el entrenador del Seleccionado femenino, a pesar de que todavía jugaba para la Selección masculina, y me dijo una frase que siempre recuerdo cuando le pregunté porque me había elegido cuando todavía no había ganado nada como entrenador. “Cachito vos ganaste muchas más cosas de las que vos imaginás. No solo se gana con títulos. Ahora con este equipo vas a conocer esa clase de triunfo”, me dijo. Por eso él, las chicas de Los Cedros, las de Ciudad de Buenos Aires y Las Leonas me marcaron de por vida. Ellas fueron mis maestras. Después también estuvieron Andrés Rosso, que era jugador de Ciudad de Buenos Aires y siendo el Head Coach me llevó a Los Cedros, y Marcelo Garrrafo, quien fue el primero que me dio una división menor en Ciudad (sub-14 masculina) y que lo hacía mientras estaba en Los Cedros. 

-¿Qué es más difícil: entrenar a un grupo de mujeres o a uno de hombres?

-Con los dos géneros aprendí muchísimo. Estar con grupos con los que aspiramos a ser un equipo, en un proceso de enseñanza mutuo genera complejidad. Y dentro de esa complejidad hay un sinfín de emociones que transitan por cada uno de los integrantes. Ambos géneros me lo han hecho difícil, tomando lo difícil como apasionante, y también me lo han hecho muy fácil. Lo difícil ha sido un llamado a que pueda reconocer sus necesidades en cada momento. Porque cuando estamos en un proceso de aprendizaje mutuo, las personas necesitan que el conductor mire detrás de la retina, que vea lo que hay detrás del mensaje. Porque a veces lo que se dice no es lo que está pasando. Hay que ir más profundo. En esos casos está bueno que sea difícil, para que el conductor tenga la empatía de cruzar fronteras e ir más allá. Y con relación a lo fácil que me lo hicieron ambos grupos me refería a la pasión con la que venían, las ganas de desarrollarse, las ganas de ser, de transitar un camino que valga la pena. Y cuando digo que nos valga la pena es un camino en el que nos pasen cosas, en el que nos transformemos. 

-Pero imagino que la manera de abordar una charla técnica es distinta según el género del grupo...

-Claro. Los modos de abordajes a la mujer son muy distintos a los del hombre. Pero ambos necesitan ser abrazados. Y cuando digo abrazados me refiero al abrazo real, o el abrazo de una palabra. Toda persona necesita ser abrazada y tener la posibilidad de abrazar. 

-¿La comunicación y sus códigos son distintos?

-Si, pero dentro de veinte o treinta años será más parecido. La mujer no ha desarrollado del todo algunas de las características del varón que aún tienen adentro. 

-¿Por ejemplo?

-El varón en el deporte es mucho más irreverente. La mujer es más obediente. El hombre constantemente desafía lo que le dice el entrenador, pero no porque esté desafiando lo que dice el entrenador sino que se está desafiando constantemente sus posibilidades. En cambio, la mujer respeta mucho más las normas. Si el entrenador dice “vamos a jugar de esta manera”, la mujer lo va a hacer desde el principio hasta al final de esa manera. Y en ese aspecto deportivo se puede trabajar. Cuando me refiero a la parte masculina de la mujer y a la femenina del hombre tendría que ver con la sensibilidad. Y eso muchas veces nos lo negamos porque es algo cultural. En la medida en que nos amiguemos con esa parte femenina que existe, y que no te quita masculinidad de la sociedad, vamos a entender mucho más al otro género y mucho más a nosotros mismos.  La mujer tiene una intuición mucho más espiritual y el varón una intuición más material, más del costo beneficio. 

-Volvemos a lo de las formas.

-Lo que pienso es que si hoy tengo que decir algo a tener en cuenta del equipo femenino es que es muy importante el detalle. No solo la metodología técnico, táctica. física y mental, sino la metodología del proceso espiritual. Los equipos femeninos le dan mucha importancia a la igualdad de minutos en todas sus integrantes, se fijan mucho en los minutos que uno le dispensa a cada integrante. Que el entrenador pueda apreciar más cosas en lo relacionado a la calidad de las personas de lo que mira la sociedad actual. Es muy importante en las mujeres como uno se expresa. Y no solamente en el lenguaje verbal, sino en que haya corazón detrás de ese mensaje. Para la mujer son muy importantes los espacios de vulnerabilidad, no se ven como una debilidad. 

-¿Qué son los espacios de vulnerabilidad?

-Que el entrenador no encuentre la vuelta en lo técnico, táctico o humano. O se fue de un entrenamiento con un enojo muy grande y fuera de sus casillas. El espacio de vulnerabilidad es el reconocimiento del error. Y ahí la mujer ve mucha valentía. En hombres hay temor a mostrarlo porque es un signo de debilidad. Pero va a ir cambiando, porque un ser para tener fortaleza tiene que ser vulnerable. Lo importante es expresarse porque si uno lo saca para afuera se puede trabajar; pero el hombre siempre tiene un as para minimizar el error y demostrar que no fue así. Y eso pasa en la sociedad. Que nuestra sociedad no tenga la capacidad de asumir un error, de saber que somos falibles, y que a veces no alcanza con la intención y que las cosas pueden no salir. 

-Tengo la sensación de que nunca estás mal...

-Es que cada día es fantástico. Y yo en un el día tengo muchisimas emociones. Vivo la tristeza, la alegría, la confianza, el miedo. Transito esas emociones. Pero hay algo que comanda mi día, que es el entusiasmo. El entusiasmo es el ente rector de mis acciones. ¿Por qué tengo todas emociones? Porque lo vivo intensamente. Tengo muchos equipos de la vida. El de la familia, el equipo de la pareja, el equipo deportivo y dentro de ese equipo se divide el de mi cuerpo técnico y el de las jugadoras. 

-¿Cómo es un día en la vida de Cacho Vigil? 

-Hago de todo. Lo vivo intensamente. Tengo momentos de ocio, otros de conexión espiritual. Trato de que mi día me deje una enseñanza. Inicio en un café y en ese café lo que hago es prepararme para ese día. Y prepararme para vivirlo. Planifico los entrenamientos, de estudios de videos para ver entrenamientos propios y estudiar posibles rivales. Eso dura cuatro horas. Y cada una hora y cuarto me tomo un recreo y leo algo que no tenga que ver con mi trabajo. Vuelvo al trabajo y después vuelvo al recreo pero me dedico a lo creativo. Verás muchas veces que escribo en mis redes sociales alguna frase. También llevo a mi hijo al colegio, charlo con él, jugamos a la play, le preparo los mates a mi señora y una vez por día tengo una charla con alguien. Pueden ser jugadores, periodistas, colega de trabajo, o alguna persona que conocí en un evento, pero siempre lo hago. Ahora estoy una semana en Chile y otra en Buenos Aires. 

-¿Por qué cambiás tanto de cuerpo técnico?

-A mí me gusta ir con un cuerpo técnico, elegirlo y después, cuando el proyecto se dio, retirarme y empezar otro proyecto desde cero. En la vida me encanta emprender. Y se genera dos cosas: el cuerpo técnico que está conmigo tiene estímulos de progreso y el proceso está asegurado porque se quedan personas que saben de lo que se viene hablando. A Chile no llevé cuerpo técnico. Me gusta descubrir gente de la cultura de ese lugar y trabajar para que después las personas se queden con mi lugar. La incomodidad maravillosa es la que te permite crecer. Porque si te aburguesás sonaste. Mi vida transita en hacer añicos el curriculum. 

-¿Te gusta la soledad?

-A mí me encanta la docencia, el deporte y me cautiva la alta competencia porque te enseña que todos los días podés ganar y perder. Y eso me permite crecer. Tristeza ocurre cuando perdemos. La soledad es el espacio que me conecta con el pensamiento, con lo que me gustaría estar en el mundo. Un emprendedor tiene que pensar con corazón. No hay cosa que me guste más que las relaciones humanas. Eso me quita el sueño. Y como todo el tiempo estoy relacionándome, por elección, necesito ese espacio en soledad para generar ese motor, para esas relaciones humanas. 

-¿En algún momento te cansás de Cacho Vigil?

-A Cacho Vigil todos los días trato de reinventarlo. Lo que se repite es que yo quiero estar acá para disfrutar con los seres humanos y mi manera de hacerlo es generar innovaciones para mejorar su vida. No me arrepiento un solo día de mi elección de como vivir la vida. Y si en algún momento me canso, la cambiaría y haría otra cosa. Lo único que tengo claro es que todos los días quiero estar atento a lo que pasa.  

-¿Qué te motivó del proyecto de Chile?

-El empezar de cero y encontrarme con obstáculos de entrada. El estatus de un deportista en Argentina es mucho mayor que el que hay en Chile. Y no hablo del que ya se consagró, sino el del amateur que entrena como profesional. En Chile tiene estatus el empresario, el médico, el ingeniero, pero el deportista no. Y el deporte es tomado como algo que obstaculiza al profesional, en la universidad cuando venía el campeón no era valorado y le molestaba cuando tenían que viajar a un torneo y faltaba a clase. Con las chicas no solo trabajamos pegarle a la pelotita, sino que aprendan a contarle a su gente lo importante que es el deporte para ellas y sobre todo en hacerlas mejores estudiantes. Hoy las Diablas de Chile no solo están creciendo como equipo, sino que están siendo las mejores estudiantes que puedan ser. Y eso baja la guardia en todos los lugares en los que no había buena recepción. Yo creo en los procesos bamboo, en los procesos de siete años en los que se trabajan un montón de aspectos y los equipos que lo hacen quizás no ganen en los primeros años, pero en los últimos años crecen y no los paran más. Hay que aguantar el proceso, y sé que en ese lapso me pueden dejar en la calle, pero hay que tener licencia para perder. Si alguien te dice al año que te tenés que ir, yo sé que la semilla ya está sembrada. 

-¿Por qué creés que a Las Leonas les está costando tanto?

-Porque en los últimos años pasaron algunas cosas. Los resultados positivos taparon falencias en el desarrollo del ser deportista de selección. Y en los últimos cinco años, desde el 2012 al 2016, se cambiaron más técnicos que en treinta años de hockey. Hubo cinco cuerpos técnico. Y algo que era vital para los procesos es que la duración era de cuatro años. Porque eso generaba una base de jugadores que estén listas para poder entrar siempre Y en los últimos ocho años eso se perdió. Se perdió la esencia, inseguridad y temor. Pero también te puedo asegurar que hay un capital humano increíble en la nueva camada, la que fue al Mundial, y hemos retomado el camino. Vamos a tener un futuro nuevamente hermoso.

 

Mauricio Palma Comité Olímpico de Chile