Son Cuatro Vientos y están cumpliendo tres décadas de carrera, en los que supieron construir un público: ese que disfruta la música, pero también lo que cuatro músicos pueden hacer sobre el escenario; el que se entusiasma más allá de los géneros, el que no tiene edades para disfrutar esa música, y el que se engancha también con el humor. Hoy a las 21, el cuarteto de vientos celebrará sus treinta años en el ND Teatro (Paraguay 918). Y no lo hará solo: en una novedosa propuesta, lo acompañará un quinteto de cuerdas y percusión, junto a artistas invitados: Esteban Morgado, el ex Opus Cuatro Marcelo Balsells y Javier Martínez Vallejos.

“El cuarteto de vientos con más trayectoria de la Argentina” sigue conformado por Leo Heras (saxo soprano, clarinete y clarinete bajo; dirección musical, autoría y arreglos), Diego Maurizi  (saxo alto), Jorge Polanuer  (saxo tenor y flauta traversa, autoría y arreglos) y Julio Martínez (saxo barítono y producción general). Esta será una presentación de carácter sinfónico, que pasará por el tango, el jazz, el folklore, los ritmos brasileños, por composiciones propias, de Piazzolla, Salgán o Spinetta, adelantan los músicos. “Es un material que estuvimos haciendo con orquestas sinfónicas en Paraguay, en Brasil, con la Filiberto en Buenos Aires o con la Orquesta Sinfónica de Neuquén”, cuentan. Por supuesto, el despliegue escénico, la marca histriónica y la dosis de humor que caracteriza a la propuesta será parte de la fecha que, un poco en broma y un poco en serio (como es su costumbre) el cuarteto promete transformar en una “exquisita velada”.

A lo largo de las tres décadas Cuatro Vientos fue armando propuestas para todo tipo de público, convocando a niños y adultos por igual: Soplando una historia a los cuatro vientos, La tempestad, Cuatro Vientos y el saxo mágico, Alma de saxofón, Música pa’ tirar al techo, Sudestada, Música en movimiento, Payasos en banda, Un concierto inolvidable. Y así, a su trabajo musical se ha sumado el de directores como Claudio Hochman, Mario Camarano, Gerardo Hochman, Claudio Gallardou y Daniel Casablanca, entre otros, o de coreógrafas como Teresa Duggan y Doris Petroni. Además de músicos invitados como Les Luthiers, Chango Spasiuk, Andrés Calamaro o Bob Telson, de palos tan diversos como la música que hace el cuarteto. Hoy todo este recorrido aparece resignificado, en el balance al que obliga el aniversario redondo.  

–¿Qué significan estos treinta años de carrera? ¿Qué encuentran al mirar el camino recorrido?

Julio Martínez: –Implican que hemos avanzado, que no nos hemos quedado con “un” público ni con “una” música, que fuimos abordando distintos tipos de repertorios y de públicos. Eso nos gusta, nos enorgullece. Pero lo más reconfortante es conocer a gente que nos ha escuchado cuando eran chicos, y que hoy muchos de ellos tocan instrumentos, porque fueron estimulados por los espectáculos que hacíamos. De hecho, el violonchelista del quinteto de cuerdas que nos acompaña es uno de los que nos vio de chico. El percusionista es mi hijo, que hoy ha hecho su carrera, toca con Inés Estévez, con Chango Spasiuk, con muchos. Y sin ninguna duda fue estimulado por los espectáculos nuestros que vio cuando era chico... ¡que fueron muchos! Eso reconforta y nos lleva a una conclusión: tenía sentido hacerlo Y tiene sentido seguir. 

Diego Maurizi: –Inevitablemente, el tiempo pasa, y eso hace que vayamos madurando y pensando las cosas desde otro lugar. Entonces empezamos a poner en la balanza más el disfrute y menos las cosas que hoy se ven como superfluas, o por las que antes nos preocupábamos un poco más. Es decir, todos queremos el teatro lleno, todos queremos “la gran carrera”, la trascendencia. Pero con el tiempo te vas dando cuenta de que hay un espacio que tiene que ver con cada momento del proceso creativo, desde preparar el vestuario, pensar los temas, los ensayos... Si pasaron treinta años y podemos seguir disfrutando de todo eso, con el mismo entusiasmo, es que algo fuimos haciendo bien. Y es también “el poder de la música”, como dice nuestro eslogan. Que se renueva en cada presentación, cuando lo compartimos con el público.

–¿Cómo lograron ese público “ATP”, romper la barrera del público infantil o el adulto, separados?

J. M.: –Es que nosotros por ahí hemos hecho espectáculos más planteados para chicos, por el horario, por la sala, pero ni siquiera ahí hicimos música “para chicos”. Por ahí podíamos incorporar un tema de María Elena Walsh, como el “Mono liso”, en el último espectáculo. Pero era en todo caso porque nos gustaba el tema. Nosotros hacíamos y hacemos música. Esa fue otra particularidad del grupo, que por suerte seguimos manteniendo.

J. P.: –Cuatro Vientos es para todos. No lo pensamos tanto para tal o cual público, la verdad, lo pensamos primero para nosotros. Si a nosotros nos gusta, al público le va a gustar, más allá de la edad que tenga. Y sobre todo pensamos en las cosas que nos divierten, y eso es lo que transmitimos.

D. M.: –Queremos siempre que el público la pase bien, pero partimos de pasarla bien nosotros. Es un público que viene a divertirse, pero no a buscar monerías. O sea, hacemos humor con mucha seriedad (risas). 

Leo Heras: –Así como a nosotros no nos pueden encasillar en un solo género, nosotros a nuestro público no podemos encasillarlo, o suscribir a una edad o a un grupo determinado. Hemos actuado en los escenarios más diversos, en países muy distintos, a lo largo de todo el país y en Latinoamérica o Portugal. En el medio de la Pampa o de la Patagonia, y en el Colón. Y eso no nos cambia, seguimos siendo los mismos.