“Es medio inevitable que la gente asocie al personaje conmigo y crea que lo que le pasa a ella es lo que me pasa a mí”, observa Tatiana Pollero, más conocida como Tiana, humorista gráfica y coeditora del sello Editorial Invisible. Tiana publicó hace poco Ah, re (vía LocoRabia) donde, mientras su generación le da duro a los crayones, ella se distingue por su color directo digital y un abordaje distinto de lo ñoño. Pero, como a muchas autoras, le resulta imposible esquivar la identificación que sus lectores hacen entre ella y su personaje.

¿No es algo que les sucede más a las autoras que a los autores?

--Tengo ese mismo análisis. Mal. Es algo para analizar. Por eso empecé a crear personajes como estos: el psicólogo, el bartender de plantas, para tratar de no contar tanto lo que me pasa o generar el chiste que lleva al “tal cual, es lo que me pasa a mí también”. Capaz la gente necesita ese espacio para identificarse con una mujer, porque no hay tanto espacio para que una mujer comunique. Por eso muchas optan por contar desde atrás de su personaje.

¿Y cuándo te querés correr de contar lo que te pasa?

--Empezás a hacer otras observaciones. Tenés distintos tipos de humor: el humor negro, el de juegos de palabras, el de situaciones. Hay formas de contar algo sin que sea tu vida. Tute cuenta un montón de situaciones entre dos personas equis, que no conocés y te gusta la charla que tienen o cómo interactúan. O Andy Riley, que hizo Suicide Bunnies. Hay que separar el autor de la obra. No todo puede ser tan identificable. A Quino no lo ves en el dibujo, lo que ves es su mirada de la sociedad y las cosas.

Sin plantearse hacer humor gráfico político o social, Pollero avanza por una búsqueda que la corra de los lugares comunes que abundan en las redes sociales. Así aparecieron personajes como el bartender de plantas. “Creé personajes para contar otras cosas”, plantea. Cuando arrancó a dibujar, no lo hizo para editoriales ni pensando en una carrera sino para sí. Abrió su página como una suerte de ejercicio y el tema se fue consolidando. “Tampoco miraba ilustradores, estaba absorbida por la facultad, ahora es algo diario”, cuenta. Así llegaron los libros de su editorial, como Insensato, Yeguas o la reelaboración de El principito. “Acoso muchos ilustradores: una vez me bloqueó Facebook porque tenía que hablar como con quinientos y me tomó como spam. ¡Qué careta que es Facebook! Instagram también.”

Igual tu formato es re Instagram, y tus secuencias funcionan mejor deslizando la imagen que en un plantado de página.

--Puede ser. Porque también tenés la cosa de no ver el final. La vista es traicionera y en la página te spoilea. Instagram tiene la cosa que al pasar con slide, mantenés la sorpresa. Además con Instagram tenés más llegada.

Esa red parece ser la marca de la nueva generación de humoristas gráficos. ¿Te sentís parte de ese grupo?

--Hay una nueva etapa de las redes sociales que cambió un montón. Antes decías “humoristas gráficos” y pensabas en Tute, Quino, Fontanarrosa... Antes los diarios, que eran donde conocías a un humorista, eran una gama de hombres y sólo conocías eso y no había mucho más. Tampoco había variedad ni cambio. Las redes abrieron el juego. Antes el humor pasaba más por una observación de las personas. Ahora pasa algo y el meme acompaña el momento. También ahora todo está más abierto a que cualquiera agarre un lápiz y pueda hacer humor.