Desde el gobierno se suele justificar la toma de créditos externos como una alternativa al ajuste del gasto público. De acuerdo al relato ortodoxo, el financiamiento del déficit público mediante emisión monetaria era el causante de la inflación en el gobierno anterior. Para tratar de estabilizar los precios sin un ajuste brutal, se requirió pagar a los fondos buitre y abrir los mercados de créditos externos. Sin embargo, el cambio de las condiciones internacionales (suba de tasas de la Fed, crisis turca) limitó la capacidad de seguir tomando créditos en los mercados voluntarios. De esa manera, para evitar un ajuste brutal o una mayor inflación debió recurrirse al FMI. Pero el relato oficialista no se condice con la realidad que muestran los números de la economía argentina.

La deuda pública externa se multiplicó por tres durante el mandato de Mauricio Macri, pasando de 63.500 millones de dólares a finales de 2015 hasta los 192.000 millones de dólares que alcanzará en 2019, tomando en cuenta los nuevos desembolsos pactados con el FMI. Sin embargo, los precios se duplicaron entre diciembre de 2015 y agosto de este año (aumentaron un 111 por ciento) y la tasa de inflación anualizada que era del 24 por ciento en el último mes de gestión K (según índices provinciales) se ubicaba en el 34 por ciento anual en agosto del presente año con perspectiva de tocar el 40 por ciento anual en septiembre.

Es decir, la sustitución de emisión interna por deuda externa como fuente del financiamiento del Estado, no redujo la inflación. La razón es sencilla. La inflación de los últimos años no era generada por causas monetarias, sino por mecanismos inerciales alimentados por las subas del dólar y las tarifas. La política del gobierno no atacó los mecanismos inerciales y, por el contrario, los exacerbó con tarifazos y devaluaciones. El resultado no podía ser otro que una aceleración de la inflación.

Tampoco es cierto que la toma de créditos externos haya evita el ajuste de las cuentas del Estado. Los gastos primarios que representaban 24 por ciento del Producto en 2015, fueron descendiendo aproximadamente 1 punto de Producto por año hasta el 20 por ciento proyectado en el presupuesto de 2019. Es decir, la toma de créditos externos se produjo en simultáneo, no sólo con la aceleración de la inflación, sino también con el ajuste del gasto público, dejando en evidencia la falsedad de la tesis oficial para justificar el endeudamiento.

La causa del ajuste de las cuentas públicas en simultáneo con el endeudamiento se basa en la necesidad de reducir el déficit presupuestario para acceder a mejores calificaciones crediticias. Esa política se vio acelerada por la imposición de una política de déficit cero en la última negociación con el FMI. Pero si la toma de créditos externos no sirvió para frenar la inflación ni sostener el gasto público, ¿para qué sirvió? Además de para pagar los propios intereses y amortizaciones de la deuda externa, sirvió para financiar el déficit externo del sector privado, es decir, el déficit comercial, de turismo, la remisión de utilidades y la fuga de capitales que constituye la debilidad estructural de la economía argentina.