Desde Rosario

Su nombre no aparece en los agradecimientos de las películas de superhéroes, pero sus dibujos marcaron a la generación que creció durante los ‘80 y los tempranos ‘90. Su nombre quizá no le diga nada a quienes no son “del palo”, pero los amantes del cómic flashearon en colores cuando supieron quién era el homenajeado de la novena edición de Crack Bang Boom, la convención internacional de historietas de Rosario, que comienza este jueves en el Centro de Expresiones Contemporáneas y otras sedes de la ciudad santafesina. Y quien crea que jamás vio un dibujo de José Luis García López, seguramente está equivocado. Porque este dibujante no sólo pasó por Columba, donde trabajó sobre guiones de –entre otros– Héctor Germán Oesterheld, sino que además es mundialmente famoso por crear la “guía de estilo” de la editorial DC Comics. La estética de Batman, de Superman, de la Mujer Maravilla, de absolutamente todos los personajes de DC de esa época, pasaron por su plumín, y se replicaron al infinito en cuanto merchandising y producto derivado pudiera concebirse.

García López –español, pero criado en Buenos Aires y residente en Nueva York– estará en Rosario para recibir un más que merecido homenaje de sus fanáticos. Su visita incluso llega a eclipsar la llegada de otros pesos fuertes del cómic mundial, como el dibujante británico Alan Davis o la editora de Marvel Comics Katie Kubert, una de las líderes de la creciente presencia femenina en la industria norteamericana de las viñetas y peso fuerte por derecho propio, más allá de su apellido ilustre. En torno a la figura de García Lópeza habrá varias muestras. Una con su propio arte, pero también otra de homenajes de sus colegas y una tercera llamada “A luchar por la justicia” (en alusión a la tradicional frase de Superman en los dibujos animados), con originales de superhéroes argentinos, realizada por Toni Torres.

Además de García López, Davis y Kubert, serán de la partida el editor italiano Antonio Scuzzarella, su coterráneo el dibujante David Gianfelice, el uruguayo Richard Ortiz, el brasileño Geraldo Borges y los argentinos Nacha Vollenweider, Peiró, Leo Sandler, Germán Erramouspe, Emiliano Urdinola, Rubén Gauna, Facundo Percio, Nahuel Sagarnaga, Pablo Tambuscio y Lauri Fernández.

Desde luego, Crack Bang Boom ofrecerá a sus visitantes más exposiciones, charlas, talleres, presentaciones de libros, un ciclo de películas en el Cine El Cairo, la habitual feria editorial, un amplio espacio de fanzines y el concurso de cosplay de domingo en la rambla rosarina. No en vano el encuentro es desde hace nueve años un hito impostergable del calendario comiquero nacional. Esa posición central se profundizó en los últimos años, con el paulatino retroceso de otras convenciones y festivales, afectados por la crisis económica, y la consecuente merma de público y dificultades para convocar figuras extranjeras. Mientras tanto, Crack Bang Boom capea el temporal a fuerza de propuestas atractivas, la coproducción con la municipalidad de la ciudad, la legitimidad que aporta en su dirección un grande del cómic internacional como Eduardo Risso, una propuesta que prioriza la producción de historietas por sobre el merchandising y el cartón pintado, y una mística bien ganada a lo largo de los años.

Anticipando el encuentro, García López dialogó con PáginaI12 sobre algunos de los hitos de su carrera. Aunque los trabajos que lo hicieron mundialmente famoso llegaron al instalarse en Estados Unidos, el de Pontevedra tiene “los mejores recuerdos” de su formación como dibujante en la Argentina. “Con Columba me afiancé y me afiné como profesional –explica–. Fueron años de aprendizaje en compañía de dibujantes y argumentistas que admiraba desde chico”. En ese período de formación, firmó páginas junto a Oesterheld (a quien admiraba desde “los míticos Hora Cero, Frontera y la revista Más allá”), Robin Wood o el recientemente fallecido Alfredo Julio Grassi. “Mi ciclo en Columba lo cerré con los argumentos de Oesterheld, fue el mejor colofón para mi carrera en la Argentina”, asegura.

La guía estética de DC Comics que lo hizo mundialmente famoso tiene un estilo brillante, con personajes que transmiten alegría y que, para muchos, oficia de puente entre el colorido de la Silver Age (el período de fines de los ‘50 a comienzos de los ‘70) y el desarrollo que recibirían luego los personajes. García López guarda una mirada que no exenta de cierta crítica.

–Uno de sus trabajos centrales fue la confección del manual de estilo interno de DC Comics. ¿Cómo surgió esa posibilidad?

–En realidad, fue central debido al poder corporativo que estaba detrás, que fue lo que le dio una difusión internacional. Pero nunca fue pensada como guía interna de DC, aunque a posteriori los editores la usaron un poco para esos fines. Todo comenzó con una llamada telefónica desde DC. Después de unos años en Nueva York, estaba en Miami Beach y querían tenerme en la ciudad por una semana para hablar de un proyecto especial al margen de los comics.

–¿Cómo recuerda ese trabajo?

–El proyecto era en realidad de la Warner (NdR: casa matriz de DC Comics), pero como se trataba de los personajes de DC, estos me recomendaron. Warner Bros tenía ya una “guía de estilo” para sus personajes animados, los Looney Toons, y querían algo similar para todas las “propiedades” de la editorial. El formato y la presentación que se usó finalmente para DC Comic Style Guide fue una copia exacta del de los Looney Toons.

–¿Qué buscaba capturar en esa línea estética?

–La idea era presentar los personajes para ser tomados directamente de la guía por los potenciales clientes comerciales. Desde el momento en que las ilustraciones ya estarían preaprobadas por DC, se evitarían las idas y venidas con los clientes, errores en los trajes, copias mal hechas, o con estilos y símbolos muy disimiles. Son marcas registradas. Y, fundamentalmente, evitaría que los personajes fueran presentados en una luz desfavorable, no canónica. Mi estilo y el de Dick Giordano, quien hizo las tintas, era genérico; al menos, así lo vi y veo yo. Ideal para productos a ser vendidos en (los supermercados) Kmart o Target, por ejemplo. En la primera guía, me encargue también de los diseños gráficos (y lettering) que acompañaban las poses. Pero usé mucho Art Deco en Batman y Superman, y Art Nouveau para la Mujer Maravilla y otras heroínas.

–La efervescencia creativa de los ‘80 dio a luz productos muy disímiles pero influyentes. Ese manual de estilo convivía dentro de la misma editorial con trabajos revolucionarios como Watchmen o con su Dark Knight Returns. ¿Cómo recuerda esa etapa? ¿Se influían mutuamente? 

–No hubo ningún tipo de influencias, lamentablemente. Ese trabajo estuvo desde el principio divorciado del universo DC de la época. Fue un proyecto estrictamente comercial y sin las libertades que uno podía tomarse en los comics corrientes. En su momento, les hice notar el error de olvidarse de los fans y enfocarse casi exclusivamente en la madre que compra las camisetas o los pijamas de los chicos. Más adelante, en sucesivas guías, se incluyó más material de los artistas originales de las series. Las influencias artísticas, políticas y sociales no tenían cabida en el espíritu de estas guías. La idea era vender el personaje y listo, nada de complicaciones.