Los tíos de Sheila Ayala confesaron el asesinato de la niña de diez años que desapareció el domingo pasado cuando jugaba en la puerta de la casa de su papá, en el barrio Trujuy, en la localidad de San Miguel. Según trascendió, la hermana del padre de Sheila, Leonela, y su pareja Fabián González, de 24 años, admitieron que tomaron drogas y alcohol y que no saben cómo llegaron a la situación del crimen. La declaración llegó unas horas después de que se hallara el cadáver de la nena en una bolsa, en un espacio entre dos paredes, en una zona contigua a la casa donde vive la pareja, quienes habrían descartado el cuerpo arrojándolo desde el segundo piso de la vivienda. Más temprano, cuando se conoció la noticia del hallazgo del cuerpo, los vecinos indignados se enfrentaron con la policía exigiendo justicia y fueron dispersados con balas de gomas.

Helicópteros, buzos tácticos, canes, bomberos y más de 150 policías rastrillaron desde la mañana el predio en donde desapareció la nena, pero fue recién a las 17.50 cuando la investigación pareció dar resultados. A esa hora se desató un pequeño caos: primero, dos tíos de Sheila, que no son los que confesaron el crimen, fueron sacados del lugar en patrulleros, uno en una patrulla de la Federal y otro dentro de una camioneta de la bonaerense, algunos sostuvieron que para darles contención, otros, porque eran sospechosos. En medio de esa situación confusa, minutos después, se confirmaba el hallazgo del cuerpo entre dos paredes linderas, dentro de una bolsa que, de acuerdo a los investigadores, pudo haber sido arrojada desde seis metros de altura, desde la edificación contigua donde vive la hermana del padre de Sheila y su pareja. Por último, llegó la reacción de los vecinos enfurecidos que comenzaron a arrojar piedras a la policía al grito de que el lugar era tierra de nadie, una escaramuza breve que fue sofocada con balas de goma. 

El juez de Garantías de San Martín, Mariano Grammático Mazzari, y el fiscal de instrucción, Gustavo Carracedo, ordenaron los peritajes forenses sobre el cuerpo para establecer la identidad del cadáver. Para eso, pasadas las siete de la tarde, llevaron al lugar equipos electrógenos para que pudieran trabajar los integrantes de la Unidad de Búsqueda de Evidencia y los médicos legistas, quienes levantaron rastros e hicieron las primeras evaluaciones sobre el cuerpo. Sin embargo, la identificación habría llegado antes por las confesiones de los familiares de la nena que por la vía científica.

A última hora, los forenses trabajaban también en el departamento de la pareja, tomando muestras de un colchón de gomaespuma sobre el que sobrevolaban moscas, y en el que se sospecha que estuvo la niña.

Durante los cuatro días que duró la búsqueda, se barajaron diversas hipótesis, las principales eran un posible abuso o un ajuste de cuentas por drogas.

De cualquier modo, la lupa de la justicia siempre estuvo puesta en el círculo familiar, ya que desde un primer momento hubo acusaciones cruzadas entre los padres, que están separados. La trama del caso recordó el caso de Candela Rodríguez, la niña de 11 años que desapareció a pocas cuadras de su casa en Hurlingham, el 22 de agosto de 2011, y cuyo cadáver asfixiado apareció nueve días después, también dentro de una bolsa.

Mientras se rastrillaba el predio, que ocupan unas 20 familias, la tía materna de la nena sostuvo, ante un medio periodístico, que Sheila “nunca se iría con alguien que no conociera”, y que en la DDI le leyeron la declaración de una testigo que vio a una mujer llamar a la nena por su nombre: “ella sale y le dice tía, tía y se va (con ella)”, explicó la mujer. Una versión que a la luz de los hechos parece confirmarse.

Mientras, los padres de la niña, Juan Carlos y Yanina, cruzaban acusaciones entre ellos, según las primeras versiones, por el cobro de la Asignación Universal que cobraba la madre y que desde algunas semanas atrás cobraría el padre, luego de que obtuviera la tenencia legal de la nena y sus hermanos. Según consta en el expediente, la pelea habría estallado entre ambos cuando la madre se enteró del traspaso de la titularidad del plan. “La madre me dijo que me iba a hacer algo que no me iba a olvidar pero yo no le di importancia porque siempre amenazaba con lo mismo”, dijo Juan Carlos en su declaración.

En tanto la madre aseguraba que “el padre se llevó a Sheila”, y que la familia del padre le quiere echar la culpa a ella, pero sabe “que la persona que se llevó a Sheila es alguien que el padre conoce”, remarcó la mujer.

En medio de estos cruces verbales, las fuerzas iban puerta a puerta por el predio con perros, en un operativo que había comenzado alrededor de las siete de la mañana, primero en el Club de Polo San Miguel, en Pardo y Gaboto, jurisdicción de la comisaría 3° de la localidad, y luego en el predio donde vivía la nena con su padre, con uniformados de distintas reparticiones bajo las jefaturas distritales de San Miguel, Malvinas Argentinas, José C. Paz y Pilar.