En el territorio de los mitos, hay sospecha sobre las mujeres, abunda en diosas más malas que buenas y en hechiceras con cantos tan irresistibles como peligrosos; pero tanto gusta de ellas la literatura que las viene robando desde siempre. Figuras como la de Medea, Circe, Sycorax, Clitemnestra, con sus crímenes y engaños, llenan páginas de sentimientos de la mujer un poquito oscuros, un poquito siniestros, que se desparraman por infinidad de historias. Sentimientos que también agitan a la primera criatura creada para combatir la soledad del primer hombre, según cuenta un libro fundador. Eva nació gracias a la costilla del primer hombre que vio el sol, y fue diseñada para alegrarlo y alimentarlo en el Edén. Lo hizo con tan mal desempeño que no sólo fue expulsada del Paraíso sino que también arrastró a Adán. Un bocado de manzana, bastó apenas un bocado del manzano que ofrecía el conocimiento no solo de sus frutos, para que Adán se convirtiera en víctima. Eva lo tentó con el bocado, demasiado tentadora.

El pensamiento que creció y se desarrolló y atravesó los siglos queriendo interpretar el mundo tuvo un solo género, los hombres lo pergeñaron a su gusto, se adjudicaron esa facultad. Destinaron a su ideario universal horas infinitas para observar, para abandonarse a la reflexión, el compendio debía ser consultado por todos para obtener respuesta a todas las preguntas. Los hombres tuvieron la palabra, la pusieron en marcha y dictaron las normas para organizar la vida. Su genio y figura siempre en el ruedo. Como algo había que destinar a la otra parte, le ofrecieron el acompañamiento. Qué mejor para la mujer que el análisis detenido y detallista de su mirada sobre las cosas. Para que se aceptaran y se cumplieran sus normas se necesitaba la atención de la mujer, su ojo preciso para la interpretación que evita errores. Para que las mujeres opinaran tuvo que pasar muchísimo tiempo, se hicieron oír en siglos recientísimos.  

Desde el gineceo en adelante las mujeres reinaron en la intimidad; fueron adiestradas,  apalabradas para que trabajen y se entretengan en privado, el ámbito de lo privado, el mundo ideal para ellas, qué mejor que en casa. Entre esas estrechas paredes las sospechosas personitas debían aplicarse y brillar, lustrar las superficies opacas de los muebles y ocuparse de los malos olores, cambiarlos por el olor a limpieza siempre tan elogiado. Durante siglos las mujeres fueron estimuladas para barrer, ventilar, lavar, fregar la suciedad propia y ajena. Montañas de mugre sumando la cuenta, sumando el día tras día de los años que se hicieron siglos. Limpiar la suciedad que los distintos géneros producen a diario estuvo y continúa estando en manos de las mujeres, en las menudas y siempre alabadas manos de las mujeres, para la publicidad todavía siguen siendo las mujeres las únicas felices depositarias de los artículos de limpieza; todavía superhéroes de la tele, del tamaño de un pulverizador, solucionan mágicamente a la mujer maravillada la cocina tapada de platos sucios. “Ama de casa”,“Jefa de hogar”, “Reina del hogar”, el patriarcado neoliberal nombra con bombos y platillos el rol que le asignó, la empodera con esos títulos.

En Trelew, en el 33º Encuentro Nacional de Mujeres, en los innumerables talleres, las mujeres profundizaron las distintas formas de rebelión, el impresionante encuentro de más de 40.000 participantes realizado en el sur fortaleció las posiciones de encuentros anteriores. Un Encuentro de invitación abierta: inscribite al Encuentro con 150$, no excluyente, el encuentro aseguraba así la autonomía y la autogestión, participar dependía de querer hacerlo. Fue una enorme construcción colectiva desde las múltiples diferencias, aunque no se salvó de ataques. A pesar de los ataques perseveró, no dejó que nada entorpeciera su desarrollo. Lo desarrollado en los talleres en los que todas se expresaban da la pista que permite entender el grado de transformación al que aspira el movimiento, sin que le haga mella la parte de la sociedad que todavía mira estos encuentros con desconfianza y temor. El comienzo del discurso de bienvenida deja en claro todo lo que abarca su apertura: “Compañeras, mujeres, mujeres trans y travas, lesbianas, tortas y no binarias, estudiantes, trabajadoras, ocupadas, precarizadas y desocupadas, jubiladas, trabajadoras rurales, campesinas, mujeres de organizaciones sindicales, barriales, de DDHH y políticos, autoconvocadas, mujeres de pueblos originarios, afrodescendientes, migrantes y de Latinoamérica toda”…

Entre todo lo tratado en los talleres el grito de batalla resonaba, lo hizo contra el capitalismo que quiebra el sentido de justicia y libertad, contra el femicidio que ya cobró este año 180 nuevas víctimas, contra el travesticidio, contra la trata, contra la penalización del aborto. Sigue viva la urgencia de la ley de despenalización con media sanción, todavía las decisiones de las mujeres son coartadas por una ley que oculta lo que verdaderamente es: una legislación restrictiva que se nutre del Código Penal que obliga a las mujeres a una clandestinidad en la que las amenaza la muerte. El fracaso de la Ley 26.592 de despenalización con cobertura sanitaria, sufrió en el Senado argumentos de tal negación e indiferencia que habrá muchas más muertes todavía, porque cada vez hay más mujeres pobres, con una vida que puede perderse en pleno ejercicio. Ya se cuentan nuevas: Elizabeth y Romina, de 34 y 21 años.

La “marea verde” volverá una y otra vez con sus pañuelos verdes a insistir, tiene fuerza y poder porque persiste: “Lo que el pueblo mantiene vivo al permanecer unido es el poder… el poder humano corresponde a la condición de la pluralidad… por la misma razón, el poder puede dividirse sin aminorarlo y la acción recíproca de poderes con su contrapeso y equilibrio generar más poder, al menos mientras dicha acción recíproca siga viva” (La condición humana, Hannah Arendt).

El colectivo de mujeres brota en todas partes, mantiene su cohesión a fuerza de rebelión y de reclamo de derechos, y aun en la mezcla predomina la decisión de transformación, de sumar derechos.

Para que la vida humana se sostenga también se necesitan labores rutinarias, trabajo dentro de la casa que no puede evitarse y que ocupa casi exclusivamente el tiempo de las mujeres, un tiempo que los hombres con más autonomía pueden organizar con otras expectativas, tiempo destinado a descansar o a lo que guste. El derecho a la coparticipación, los géneros actuando en la esfera pública y privada, el desempeño equitativo, el intercambio, son aspiraciones  que es urgente concretar. El toma y daca de seres activos abonarían no otra cosa que una nueva posición, una interpretación más clara de los reclamos y de las consecuencias si no se los atiende, más que nunca a la hora de sentarse a debatir leyes como así también modos de encarar la vida de todos los días.