“No confundamos el mensaje. Para jugar bien al fútbol hay que tener huevos. No huevos para pegar patadas, huevos para pedirla, para asociarse, para hacer lo que sabemos hacer”. Eufórico, después del triunfo de Racing ante San Lorenzo de Almagro el Chacho Coudet se descargó en el primer micrófono que le pusieron a mano (ver aparte). Les hablaba a todos los que criticaron al equipo cuando fue ampliamente superado por River y más recientemente cuando dejó escapar el triunfo contra Boca y perdió en Tucumán. En la volteada cayeron también los hinchas que cantaron “¡movete Racing, movete!”, cuando en el primer tiempo el líder del campeonato no daba pie con bola. Ante ese fantasma que es San Lorenzo, “equipo pecho frío” fue lo más suave que le venían diciendo y el entrenador explotó. De algún modo, Coudet dio a entender que de eso de los huevos había hablado con sus jugadores en el entretiempo del clásico, en el medio del giro de ciento ochenta grados que tomó ese partido.

¿Qué fue lo que produjo el cambio? ¿Qué ocurrió para que ese Racing sin ideas ni juego recuperara la imagen ganadora de las primeras fechas del campeonato? ¿Fueron las palabras del entrenador, la entrada de Bou por Cristaldo, el miedo de San Lorenzo, la circunstancia de un gol afortunado en el arranque de la segunda etapa? Tal vez haya que pensar en una combinación de todos esos factores, pero el más visible fue el del gol de Licha López a los 30 segundos de iniciado el período final. Senesi, atolondrado, rechazó con violencia desde el fondo (“saque si quiere ganar” repite como muletilla un relator muy resultadista) y Senesi sacó. La pelota dio en la espalda de Bou, tomó efecto y le cayó en los pies a López que se fue derechito al arco y metió un toque sutil sobre la salida de Nico Navarro. A partir de ahí, Racing primero justificó la igualdad y rápidamente empezó a hacer méritos para el desequilibrio. Entraron en escena Marcelo Díaz (un imán en el medio, una máquina de jugar prolijito), Centurión (entre otras cosas hizo una fenomenal apilada con pase en cortada a Bou), Licha López (quitó, recuperó, jugó e hizo jugar), Bou (pesó mucho más que Cristaldo) y Pol Fernández, el autor del segundo gol y de un par de remates más muy peligrosos de media distancia.

Otro Racing, el del segundo tiempo. Porque las cuestiones anímicas tienen un peso decisivo en el fútbol. Con el 1 a 1 el cuadro local se animó, se agrandó, se dio cuenta que se podía, tomó conciencia de que los otros ofrecían poca resistencia y fue a buscar una y otra vez hasta convertir en figura a Navarro. Y con San Lorenzo, ¿que pasó? ¿Dónde fue a parar ese equipo que en la primera parte, con menos posesión de la pelota había llegado con mucha más profundidad? ¿Qué se hizo de aquel conjunto que en el último tramo del primer período se manejaba con comodidad en todos los sectores de la cancha y no sufría apremios? Hay que volver a referirse a los estados de ánimo cambiantes, esos que son tan frecuentes en el fútbol. San Lorenzo (novena posición si se invierte la tabla, uno de los equipos que más goles recibió en todo el torneo) se achicó, empezó a pensar prematuramente en que el empate podía ser un buen resultado y comenzó a pensar en sus limitaciones, a replegarse y entregarse mansamente. Para colmo ya no estaba Reniero, lesionado (lo reemplazó Berterame, que hizo muy poco), y el entrenador sacó a Mouche para poner a Belluschi, un par de minutos antes del gol de Pol Fernández. Sin delanteros, sin la pelota y sin ideas, no se acercó más hasta Javier García.

El mensaje de Coudet es muy bueno y sirve para todos. Lo que está diciendo es que hay que poner un poquito más de juego. Racing lo puso en el segundo tiempo y por eso mejoró su rendimiento. Y encima terminó ganando merecidamente y pudo haber conseguido algún golcito más.