A principios de octubre, más de cuarenta testimonios de denuncia, que siguen creciendo, contra los integrantes de la banda Onda Vaga explotaron. Las acusaciones dirigidas especialmente contra tres de ellos se empezaron a acumular en la página “Denuncias Onda Vaga” y cobraron visibilidad viral. La respuesta pública de la banda tardó más de un mes en llegar y lo hizo en un tono que deja la sensación de que las denunciantes podrían ser las culpables de sentirse abusadas. En concreto en el comunicado los músicos afirman, casi como un atajo de corrección, que lamentan “profundamente que algunas mujeres se hayan sentido dolidas o molestas”.

Los integrantes de la banda dicen en ese comunicado que la demora de la respuesta obedece a que se tomaron un tiempo para reflexionar. En ese texto reconocen que es probable que hayan sido “insensibles y soberbios desde el lugar que ocupamos como varones y músicos” en su trato con las mujeres que los seguían. No obstante, niegan que existan denuncias en su contra. Por lo que señalaron que ninguno de ellos es “abusador sexual o delincuente”. Lo cual no es del todo cierto, ya que existe una denuncia por violencia de género en sede judicial contra uno de los integrantes de la banda, archivada desde el año 2012.

Las denuncias contra la banda son relatos en primera persona donde se mencionan acosos y abusos, en algunos casos contra personas que en momento de los hechos eran menores de edad, y distintas formas de violencia ejercidas en recitales, fiestas, camarines, departamentos. Algunos textos incluyen capturas de pantalla de conversaciones y otros, información muy específica sobre tiempo y lugar.

“La banda Onda vaga se formó y creció en un momento en el que nosotras lo estábamos haciendo también, explorando por primera vez vínculos sexo-afectivos y también participando de espacios que nos eran nuevos”, escriben en un manifiesto en ese mismo wordpress las primeras denunciantes anónimas, quienes también cuentan que en ese contexto “nos vinculamos con estos varones que tenían, en su mayoría, alrededor de 30 años en aquel momento y que como adultos y artistas detentaban un poder frente a nosotras que no dudaron en ejercer con comodidad”. Relatan que todas ellas mantuvieron distintos tipos de vínculos con integrantes de la banda, desde noviazgos a encuentros fugaces, y que todos ellos tuvieron un denominador común: “el descuido por completo de nuestras subjetividades y cuerpos, sobre todo aprovechándose de nuestra inmadurez en muchos aspectos o nuestras vulnerabilidades por nuestros diversos contextos, legitimados por un entorno de colegas cómplices”.