El economista Guillermo Calvo, conocido por sus recientes declaraciones a favor de una dolarización, apoyó el programa de ajuste del FMI aplicado por el gobierno de Macri en una reciente entrevista. “El ajuste es la mejor estrategia de crecimiento en este momento. Sin ajuste, el camino a la híper y al default es inevitable”, indicó el profesor de la universidad de Columbia de Estados Unidos. Por último, recomendó “realinear los precios y los salarios tomando en cuenta que el gasto total debe reducirse y dejar más lugar para exportaciones”, para mejorar la solidez del programa en curso. 

La alternativa entre ajuste o default planteada por Calvo es cierta, no porque el ajuste genere las condiciones de repago de la deuda externa, sino por ser la condición que impuso el FMI para poner los dólares con que se paga la deuda hasta 2020. Aún con las proyecciones del organismo internacional sobre la dinámica de la economía en el marco del actual programa de ajuste, los pagos de la deuda se realizan con los dólares que gira el Fondo, y no con recursos obtenidos en la economía local. Es más, aún en el caso de que el programa transcurra según las proyecciones oficiales, el pago de la deuda no está garantizado más allá de 2020. No por nada, los técnicos del organismo se cubren calificando como “sustentable pero no con una alta probabilidad” a la deuda argentina, en sus informes.

La disyuntiva entre ajuste o híper planteada por Calvo tiene aún menos realismo. Los niveles de inflación, fuga de capitales y desequilibrio externo de Argentina no ameritan un riesgo de hiperinflación. Aún en el peor de los casos de administración de la crisis, la consecuencia sería una fuerte devaluación y caída de la actividad económica, no muy distante de la recientemente programada por el FMI. Una política clara de intervención en el mercado cambiario, ciertas restricciones a algunas importaciones de consumo, o una obligación de ingresar parte de los fondos declarados por argentinos en el exterior, podrían haber atenuado el impacto de la crisis sobre la actividad y la inflación. 

Pero más desopilante es caracterizar la actual política de ajuste como una “estrategia de crecimiento”. Aún las fantasiosas proyecciones oficiales en el Presupuesto auguran una caída de la actividad de 2,4 por ciento en 2018 y 0,5 por ciento en 2019. El FMI, menos optimista, proyecta que la caída 2,8 por ciento en 2018 y 1,7 por ciento en 2019. Es decir, que el programa de ajuste es una estrategia declarada de “decrecimiento”, por lo menos hasta 2019. La potencial reversión de la tendencia sólo es posible en el marco de un cambio del rumbo económico.

Por último, la estrategia de bajar los salarios reales escondida bajo el eufemismo de “realinear precios y salarios” para achicar el “gasto total” y “dejar más lugar para exportaciones” está basada en una fantasía teórica. La bicicleta que deja de recibir el hijo del obrero cuyo salario real fue disminuido se traduce en una menor producción local de bicicletas, pero no en una mayor exportación, ya que esos productos nacionales no tienen mercados externos abiertos donde ser colocados.

@Andrés Asiain