Sin previo aviso y sin brindar ningún argumento, veinte docentes de la Universidad Nacional de La Matanza fueron despedidos vía e-mail. Los profesores dictaban clases en la carrera de Medicina, que se creó en 2012 en la UnLaM y todavía no tiene egresados. Del total de cesanteados, 14 pertenecen a la comisión directiva del sindicato de docentes e investigadores (Sidunlam-Conadu), dato del que se desprende uno de los reclamos: “Es una persecución política y gremial”. La metodología no es nueva, el 30 de diciembre del 2015 fueron echados por la misma vía diez docentes, que eran considerados “seniors” dentro de la carrera, por su “conocimiento, experiencia y capacidad de formación a otros docentes”. Y el 30 de diciembre de 2016 se repitió el procedimiento con otra tanda de profesores. Con un discurso maradoniano, el secretario académico de la universidad, Gustavo Duek, alertó a los profesores sobre las consecuencias de una posible organización, según contaron los docentes: “Si hubiera gente que tiene la intención de hacer política gremial, Gustavo Duek se va a encargar de que no estén más en la universidad”. Por el momento, cumple su promesa.

En el 2012 comenzó a funcionar la carrera de Medicina en la UnLaM, convirtiéndose en la primera universidad del conurbano que ofrecía esa posibilidad. Según las fuentes consultadas, era algo “muy necesario” para la zona, ya que muchos hospitales no cuentan con los médicos necesarios para cubrir todas las franjas horarias, y porque los puestos para las residencias siempre estaban vacantes. Con el funcionamiento de la carrera, la expectativa es que esa tendencia cambie.

A la cabeza del proyecto estuvo los primeros cuatro años, como decano organizador, Mario Róvere –fue viceministro de Salud de la Nación durante 2015–, un reconocido médico sanitarista. Luego del período de normalización de la carrera, Róvere pasó a ser vicedecano del departamento de Ciencias de la Salud; como decano quedó Alberto Chiapella, quien hasta ese momento no había participado en ninguna instancia –como autoridad o docente– de la carrera, ni en la universidad. Ese fue el primer roce.

“Cuando se normalizó la carrera, percibimos que el rectorado vio su crecimiento como una amenaza. Porque Medicina está por fuera del control férreo al que están adaptadas las otras carreras. Hay un aprendizaje pensado en el estudiante; una relación docente-alumno mucho más fuerte, ya que pasan más tiempo juntos en la universidad; además, los docentes están permanentemente en contacto, lo que generó mecanismos de organización espontánea”, contó a PáginaI12 Mario Róvere. Y remarcó que, con la llegada del nuevo decano, también llegaron personas de afuera, con “cero capacidad de diálogo”, que estaban a cargo de las designaciones docentes, y así “operaban sobre la estabilidad de los profesores”.

Los afectados por los despidos explican que estaban expuestos a condiciones de precarización (tenían contratos que se renovaban cada cuatro meses) y que ahora la universidad se valió de eso para cesantearlos. “Debido a que las designaciones de dichos docentes correspondían al período con vigencia hasta diciembre 2016, la comunicación de su no renovación fue realizada el último día hábil de dicho período, respetando el marco regulatorio vigente”, argumentaron desde la casa de estudios, como única explicación.  

Gabriela Lacarta, una de las despedidas que forma parte de la comisión directiva de Sidunlam, explicó a este diario: “Yo coordino la asignatura Salud mental, el mes que viene tenía que tomar finales y también iba a participar de otra asignatura que se dicta a partir del 1º de febrero. Esto es inexplicable”.

La universidad informó que “el Departamento de Ciencias de la Salud ha determinado, para el período vigente, la designación de docentes en la que han surgido modificaciones con respecto al período anterior”. Sin dar argumentos sobre los despidos, agregó: “La discontinuidad en la designación de algunos docentes responde estrictamente a motivos de funcionamiento de carácter académico y de desarrollo de la carrera respectiva”. Nunca especificaron cuáles son esos motivos. Al día de hoy, ningún funcionario de la universidad –conducida por el rector Daniel Martínez, un antiguo colaborador de Alberto Pierri– se comunicó con los docentes afectados para explicarles la situación. Sobre la denuncia de persecución política contra el sindicato, la UnLaM se limitó a desconocer a la organización gremial.

“El clima es de un tremendo temor y tensión, también para los alumnos. La universidad pone en riesgo la carrera”, sostuvo Róvere. Muchos estudiantes temen por un hipotético cierre. Por si fuera poco, hay alumnos que denunciaron persecución por parte de funcionarios del Departamento de Salud, quienes los “hostigaron” y les “advirtieron” que no se relacionaran con los profesores organizados.

“El ministro (de Educación, Esteban) Bullrich y el rector Martínez comparten la misma práctica desleal y antisindical, persiguen y despiden a los delegados. También comparten la concepción elitista de la educación: Martínez fue quien acudió a la Justicia para declarar la inconstitucionalidad del ingreso irrestricto a la universidad”, dijo el secretario general de la federación docente Conadu, Carlos De Feo. Martínez es rector de la Universidad de La Matanza desde 1997, un dato que para los docentes despedidos grafica “el autoritarismo, la arbitrariedad e impunidad” que reinan en la casa de estudios.

Informe: Gastón Godoy.