Los contenidos de los medios de comunicación expresan  las relaciones de poder dentro del sistema capitalista en su etapa neoliberal. Los medios audiovisuales, las redes y sus plataformas y aplicaciones, no por casualidad, son los que más incidencia tienen en la cabeza de la gente. 

Al momento de la discusión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2008/2009)  aquellos que buscaban su legalidad en el sistema de medios fueron quienes encabezaron ese segmento de la batalla cultural. Cooperativas, prohibidas por el decreto ley de la dictadura militar, medios comunitarios, de pueblos originarios, de pequeñas y medianas empresas de arraigo local, sindicatos, organizaciones sociales, universidades, escuelas. La LSCA les garantizó ocupar un poco más del 33 por ciento del espacio radioeléctrico y acceder al cable y a espacios de TV digital. Esa parte de la LSCA sigue viva porque se derrotó (por lo menos en la letra) la concepción mercantilista de la comunicación.

El gobierno de la Alianza Cambiemos, aprovechando las falencias en la aplicación de la ley por parte de quienes lo precedieron, ninguneó a los actores mencionados y les quitó la poca financiación que legalmente les correspondía. Por otro lado y de manera  gradual está vaciando los medios estatales a quienes les corresponde un tercio del espacio y, aprovechando su alianza con las redes y sus dueños transnacionales (Google, Facebook, Apple, Amazon),  está avanzando  en la conformación de un modelo de comunicación convergente en el que sólo pueden jugar los grandes. 

En el Primer Foro Mundial organizado por Clacso  (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) el pensamiento crítico tuvo su expresión en los máximos líderes políticos e intelectuales.

Seguramente a partir de las recientes derrotas, la dirigencia política progresista tomó conciencia  de que la comunicación no es un problema con el dueño del multimedio más grande de cada país y que la batalla cultural tiene muchos más territorios que el diario, la tele o el celular.  Se redujo mucho el espacio de los quejosos,  de aquellos que creen que sólo con denunciarlo, el lawfare se desvanece. 

Saludablemente se asumió que si la gente vota como vota no es culpa de la gente sino que tiene que ver con que, en esta fase de la historia, la colonización es tecno económica. Que el territorio digital es la cabecera de playa desde la que se pergeña el abordaje, no sólo sobre el pensamiento de la gente, sino también sobre el deseo y la falta. Que Internet, las redes sociales con el whatsapp como buque insignia, el despliegue del big data y la inteligencia artificial son una “Estrella de la Muerte” a la que no se puede combatir sin una nueva pedagogía del oprimido a la manera de Paulo Freire.

La unidad socio-político-cultural que hace nueve años supo impulsar una LSCA hoy está en la oposición.  Y el dilema vuelve a ser el de la unidad. Se desconoce, por ahora, si la mentada unidad es para luchar contra el capitalismo neoliberal, el neoliberalismo o simplemente contra Mauricio Macri. Y según las fotos  con epígrafe que circulan la resolución de ese tema dependerá de las mediciones de las candidaturas en unas primarias inclusivas.  

Incorporando la comunicación al debate y el armado de la unidad  tal vez se podría evitar que los nombres y las fuerzas sindicales, sociales, económicas y culturales que integren el frente electoral tengan que dirimir su representatividad  a través del rating que obtengan en las mesas de confusión servidas en los canales del poder real.

* Licenciado en Psicología y periodista.