La final de la copa Libertadores no encuentra espacio para disputarse, el partido de River y Boca se suspendió dos veces: la primera por cuestiones climáticas y la segunda porque apedrearon el micro en el que viajaban los jugadores de Boca. ¿De qué pasión hablan? 

En este fútbol, el que llena canchas, mueve multitudes y del que se desprende toda la mística ritualera del domingo y los choripanes, algo no está funcionando.

Los clubes de barrio, en sus inicios fueron más que fútbol, fueron la sede donde se  ensayaban pedagogías comunitarias en la vida cotidiana de las infancias, del barrio como territorio común, la solidaridad, los festejos y la fiesta. Mucha de la construcción ciudadana de hoy tiene raíces profundas en los clubes de barrio que no tenían entre sus objetivos el lucro.  “Sin fines de lucro”, decía la ley que los protegía, cuando en el siglo XIX comenzaban a aparecer los primeros clubes. Esto se fue modificando de a poco, en ciertos artículos sueltos, no en todos los clubes al mismo tiempo y no de la misma manera. 

Boca marcó la cancha de lo que vendría para el fútbol y para esos lazos sociales que se nutrían del encuentro en el club. Desde 1995, con Mauricio Macri como presidente del club, Boca fue transformándose en una marca con afán de lucro. Hoy, 2018,  con Mauricio Macri como presidente de la Argentina, los lobbystas de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) que tomaron ese ejemplo volvieron a la carga para transformar a todos los clubes en usinas de venta y consumo de la pasión por la camiseta para convertirla en una marca registrada del sentir compartido. Negocio redondo, como la pelota.

Este año la mayoría de los  clubes dijeron “no” a que las SAD formaran parte del estatuto de la AFA, pero el peligro no pasa. Una vez más con la excusa de terminar con la corrupción de dirigentes, socixs e hinchas, las entidades financieras pretenden invertir y manejar los fondos de los clubes deportivos. 

La Coordinadora de Hinchas (CdH) se formó en Noviembre del 2016 para pararse en la cancha y dar pelea al proyecto de ley nº 20655  de las SAD que ya tiene varios intentos de colarse en el estatuto y que el año que viene entrará al Congreso.

La Cdh se encuentra en estado de  alerta y movilización para poner en perspectiva las consecuencias que pueden suponer que las SAD ganen este partido. Hablamos con Nemesia Hijós, antropóloga y miembro de la CdH para desmenuzar el camino que se fue trazando y que llevó a que los clubes de barrio se convirtieran  en sede de fructíferos negocios. “En la Coordinadora de Hinchas hay una máxima que es que la pasión no se vende, yo respondo sí, hermano, se re contra vende. Nos interpelan justo con esas palabras: pasión, amor, garra” arremete Nemesia. Así lo hicieron los dos clubes que tarde o temprano disputarán la final de la copa Libertadores. En los 90 Boca, de manera radical y con la propuesta empresarial,  y River con una propuesta más moderada, pero ambos con el sello empresario y con la creación de la marca de sus clubes. Cuenta Nemesia que “la capacidad de gestión” es lo que estos burócratas neoliberales predicaban, era lo que  vendría a reinventar aquel fútbol lleno de barrabravas, violencia, corrupción, mala administración y endeudamiento. Su discurso, muy cercano a las lógicas neoliberales del rol de los empresarios en el Estado, diseminaba la falsa noción de que “las personas racionales, las personas que saben de gestión, que no necesitan dinero para vivir porque ya lo tienen y entonces ejercen su labor ad honorem, vienen a ayudar”. Así llegó la lógica mercantilista al fútbol para imponer orden y disciplinar. 

Por eso, en el 95 Boca pasa de ser un club social a ser una marca registrada, reconocida a nivel mundial a partir de múltiples reestructuraciones que realizó la gestión de Macri: se crearon gerencias y departamentos de marketing, se abrieron escuelas de fútbol en todo el mundo y se proyectó en el ámbito internacional del césped bien cortadito.  A su vez, toda la acción social, que hasta entonces llevaba adelante el club y que vinculaba directamente a Boca con el barrio, fue tercerizada a una fundación y, mientras tanto, se incrementaron los negocios millonarios que mantenía la gestión en paralelo, “se vendían millones de camisetas y no había entrada de guita al club”, cuenta Nemesia. 

En el balance 2015/2016 de Boca, se reconoce que sólo el 2% del presupuesto está destinado a actividades que no sean fútbol masculino. Este pequeño gran dato duro refleja como el fútbol masculino se ha vuelto un negocio, y que tal crecimiento está  marcado por una transformación global de la disciplina que ahora busca dólares, no goles.

Toda similitud con la gestión de gobierno actual no es pura coincidencia. Los clubes de barrio son desorden, enchastre, son la posibilidad de socializar formas de habitar tribunas que no sean racistas y misóginas, deportes que se traduzcan en cómo relacionarse con el cuerpo, donde forjar amistad, vínculos, solidaridad, gargantas que no solo griten por ídolos, sino que puedan gritar también cuando la injusticia está a la vuelta de la esquina

El orden y el disciplinamiento, divulgado como  único camino existente para terminar con la corrupción y la violencia, es una estrategia mercantilista que opera para hacer desaparecer estos dispositivos escurridizos de base.

El avance de la SAD nos debe poner en alerta porque deja  en evidencia la sed de acumulación que transpiran los empresarios y porque los clubes de barrio no son sólo fútbol, son todo eso más que pasa en un barrio.