“Parece que la homosexualidad está de moda y esta mentalidad, de alguna manera, también afecta la vida de la Iglesia”. Esas fueron las palabras del papa Francisco en una de las entrevistas que le han dado material al libro La fuerza de la vocación, del sacerdote español Fernando Prado, que saldrá a la venta la próxima semana.

“(La homosexualidad) es algo que me preocupa porque quizá en algún momento no se haya abordado adecuadamente”, dijo el Papa sobre la orientación sexual de curas y seminaristas, para enseguida dar a entender que planea proponer que los controles para acceder al seminario deben ser más estrictos y “selectivos” a la hora de evaluar las “inclinaciones” de los aspirantes.

Muy lejos parece haber quedado aquella reflexión con sabor a mea culpa -“¿Quién soy yo para juzgar?”- del año 2013. Entonces, durante un vuelo procedente de un viaje pastoral, el recién electo papa Francisco había dicho que no le correspondía “juzgar” a los homosexuales, ante una pregunta por el llamado lobby gay que, teóricamente, tendría influencia en el Vaticano. “Pero si uno es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?” y “Los gays no deben ser juzgados ni marginados” fueron las frases pronunciadas por Francisco durante la primera conferencia de prensa que daba, en el aire, desde que fue elegido en el Vaticano. Con esas expresiones parecía abrir tímidamente una puerta, daba a entender que tal vez en el Vaticano soplaban vientos de cambio, por lo menos, de cambio retórico. En sintonía con aquella línea discursiva, un año después, en el documento titulado “Relatio post disceptationem”, que vio la luz después del sínodo extraordinario de los obispos católicos que se celebra en Roma se afirmó: “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”.

Ahora, estas nuevas declaraciones (de que la homosexualidad es algo que “preocupa” a Francisco y los paralelismos que establece entre ésta y la "neurosis y los desequilibrios fuertes") fueron hechas para un libro que será editado próximamente, cuyos fragmentos fueron publicados por el portal del diario italiano Corriere della Sera.

Ante las preguntas sobre la pedofilia en la Iglesia, la respuesta de Francisco desvió el rumbo: “La recomendación es que las personas con esa tendencia arraigada (la de la homosexualidad) no sean aceptadas ni al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio sacerdotal o la vida consagrada no es su lugar”. Con esa frase, se elude cualquier afirmación concreta sobre los resonados casos de abusos sexuales por parte de curas en ejercicio que vienen sacudiendo a la Iglesia católica desde hace como mínimo veinticinco años, sino que además se toma la homosexualidad y la pederastia como sinónimos. “A los curas, religiosos y religiosas homosexuales hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y ser exquisitamente responsables, procurando no escandalizar a sus comunidades y al santo pueblo fiel a Dios, viviendo una doble vida”, prosiguió Francisco, quien afirmó también que “es mejor que dejen el ministerio o la vida consagrada antes que vivir una doble vida”, añadió.