Algunos acontecimientos políticos de los últimos tiempos han puesto en crisis las categorías con las que se pensaban las democracias en las últimas décadas. Sucesos como el Brexit en Gran Bretaña, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el ascenso de líderes de derecha con discursos antisistema en Europa y las nuevas realidades latinoamericanas (en las que destaca el reciente triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil), generan desconcierto y propician el auge de nociones como posverdad o posdemocracia, para interpretar realidades que parecen inauditas. 

Pero nuestra época no es la primera en encontrarse con eventos que exceden las categorías heredadas. Hannah Arendt (1906-1975) enfrenta este problema en su época, marcada por la pavorosa novedad que describe en una de sus obras más importantes, Los orígenes del totalitarismo. De acuerdo con su perspectiva, el siglo XX presenta una crisis política, moral e intelectual que cristaliza en fenómenos como el Nazismo y el Stalinismo, y que muestra la incapacidad de los conceptos clásicos para iluminar la singularidad del mundo contemporáneo. El esfuerzo por comprender la especificidad de estos acontecimientos lleva a la autora a concebir algunos conceptos y a desarrollar una práctica de pensamiento que ilumina el resto de su obra, y que sirve de ejemplo para todos aquellos que buscamos dar sentido a los sucesos inesperados de los nuevos tiempos.

La sensibilidad de Arendt para la novedad está en estrecha relación con su concepción particular sobre la condición humana, que se encuentra presente desde sus primeros escritos, en los que ya aparece una frase de San Agustín que se repite a lo largo de toda su obra: “Para que hubiera un comienzo fue creado el hombre, antes del cual no había nadie”. Pero esto no significa simplemente que el ser humano tiene la capacidad de comenzar, sino que él mismo es comienzo: la capacidad de dar origen a procesos nuevos, la natividad es un de los rasgos salientes de la vida de hombres y mujeres en la tierra. Así, los asuntos humanos se encuentran signados por la libertad y por la imprevisibilidad, y esta condición obliga a cualquiera que pretenda comprenderlos a abrir los ojos a su contingencia. 

A partir de esta visión, Arendt busca nuevas maneras de pensar el presente, formas que se mantengan fieles a los fenómenos y que no subordinen lo que aparece a realidades trascendentes o a teorías preconcebidas. De esta manera, presenta en su obra ejercicios de comprensión que consisten en observar el mundo de modo minucioso, buscando tomar de la sabiduría heredada sólo aquello que todavía puede ser elocuente respecto de las nuevas realidades y dejando de lado lo que ya no puede más que entorpecer la mirada. Esta actitud puede apreciarse en obras tan diversas como La condición humana y La vida del espíritu (donde Arendt presenta la estructura básica de su fenomenología), o en artículos como los incluidos en Entre el pasado y el futuro y Crisis de la república (donde pone su bagaje y su imaginación conceptual al servicio de la comprensión de problemas puntuales o de sucesos coyunturales).

Así, esta práctica no sólo le permite a Arendt mantener su reflexión cerca de las cosas, sino que también le brinda los elementos para desplegar una creatividad teórica que hoy muestra su vigencia en la cantidad creciente de estudios sobre los temas más diversos que se sirven de su pensamiento y de sus conceptos. Es que la obra de Arendt resulta particularmente significativa para nuestro tiempo: en días en los que la palabra “posverdad” se repite con insistencia, los ejercicios de Arendt, que no pretenden conjurar la incertidumbre con conceptos viejos ni con teorías últimas, pero que no abandonan tampoco los esfuerzos por comprender lo que los seres humanos hacemos y padecemos, constituyen un ejemplo valioso tanto para aquellos dedicados a investigar los fenómenos de la actualidad, como para quienes se encuentran, simplemente, con la necesidad de orientarse en un mundo que se revela siempre nuevo y extraño.

Dolores Amat : Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales (UBA) y Doctora en Filosofía Política (Paris VII-Denis Diderot). Docente de UNPAZ, editora de la Revista Bordes e investigadora postdoctoral de CONICET.