Cae la noche tropical, de Manuel Puig, es la última obra de un conjunto de piezas narrativas y teatrales que ameritan considerarlo como uno de los mejores escritores argentinos del siglo 20. Puig tensó el elástico de la escritura para hacer entrar muchos elementos que no eran vistos como partes de La Literatura, así en mayúscula. Usando como suministros y trabajando en superposición con la narración, cartas, registros policiales, piezas de telenovelas, teoría psicoanalítica y recortes de diarios, abrió la ventana de la pieza del purismo para que entrara aire. 

Ahora bien, al ser su última novela, Cae la noche tropical es la estilización de una narrativa crepuscular, un libro del adiós. Pensemos en la analogía entre la retirada sigilosa y sosegada de Puig y las últimas líneas de la novela, en las que también superpone géneros, un informe de vuelo de Aerolíneas Argentinas: “El aterrizaje en Río fue particularmente suave y los pasajeros aplaudieron la maniobra del capitán”.

Cae la noche tropical es una novela de despedida sobre dos hermanas de más de 80 años que se encuentran en Rio, donde vive Lucy, con una intrerpretación superlativa de Ingrid Pelicori y que es visitada por Nidia, que interpreta, a medio camino entre una señora de barrio y una de pueblo, Leonor Manso, que es la que viaja desde Buenos Aires. En la cocina de la casa llena de plantas –se podría decir que Río no es tanto la playa como la vegetación que existe puertas afuera, sino esos macetones llenos de plantas sencillas que vivifican el patio y que se obsesionan por regar– le dan cauce a la cocina del chisme. Puig es el maestro, entre otras cosas, del chisme. La industria del chisme es una commoditie que sube su precio a medida que se lo dosifica y quien lo posee lo gestiona para ostentar poder. El chisme es poder. Y los personajes de Puig son profesionales del chisme y expertos en manipular los protocolos de información. Son seres vampíricos, aunque los veamos en batón y barriendo la novela, incluso aunque no salgan de sus casas.

En la puesta de Santiago Loza y Pablo Messiez en el Teatro San Martín, la maquinaria Puig funciona pero funciona a ratos. Con un texto estático, ancianas hablando en dos sillas sobre las vicisitudes amorosas de Silvia, la vecina de Lucy, el riesgo es que la obra se rigidice y se convierta en una mera repetición del texto, sin juego teatral. Y algo de esto pasa. Es llamativo que el texto esté pegado a la novela casi de forma literal, perdiendo la oportunidad de hacerle un refresh a la obra y a Puig (que me atrevo a decir, posiblemente lo hubiera celebrado).

El otro problema con apegarse tanto al texto es la repetición de chistes de la misma especie que, con otra edición, resaltarían más si se hubieran acotado. La obra, más que ahonar en el fondo del subtexto, de cavar en los temores, las expectativas, las nostalgias, el anhelo de vivir de estas mujeres, se queda en la letra de Puig y en la superficie de los chismes sobre la vecina que no logra que ningún hombre se quede a su lado.De hecho, el agregado del departamento de la vecina que vive arriba no suma al juego teatral, porque la muestra haciendo lo mismo en el mismo momento en que hablan de ella. Por otra parte, el tono declamatorio de la actriz que personifica a Silvia, es un tono muy “estoy actuando en el Teatro San Martin” con lo cual corta el clima de lo que sucede entre las ancianas.

El juego teatral, eso que fuimos a ver, sucede en algunos contrapuntos entre las hermanas, de las ganas de comer a medida que crece el chismorreo, del temor de Lucy de que su hijo se la lleve lejos, no hay conflicto. Es raro que una obra que demuestra tanta fidelidad al texto haya cortado toda una segunda parte que es la transformación de Nidia en una vieja más benevolente, más solidaria y que mira con más ternura a su alrededor, al portero del edificio y a su mujer que se quedó viviendo en el nordeste y quiere traerla para que puedan vivir juntos los tres y la pareja deje de penar dinero y distancia. Y acá vuelvo a la posibilidad de hacerle un refresh a Puig: ¿son todas así las mujeres de barrio? Si hay una transformación en Nidia del tipo que mencionamos, ¿no hubiera sido más actual, incluso yendo contra el mismo Puig, en desarrollar y señalar esa transformación? Era la oportunidad para ofrecer una gama más amplia de lo que significa hoy, y de lo que significó también ayer ser una vieja de barrio.